ELOBSERVADOR
Milei

¿El hombre que viene a cumplir el sueño de Alsogaray y de la Ucedé?

Un partido auténticamente liberal para la Argentina posperonista: este fue el sueño que perseguía Álvaro Alsogaray desde antes del derrocamiento de Juan Perón, en septiembre de 1955. ¿Será el sueño que, casi setenta años después, vienen a cumplir Javier Milei y La Libertad Avanza, el partido triunfante en las PASO 2023? Solo el futuro lo dirá. Por ahora, una de las pocas herramientas que muchos analistas tenemos a mano es la historia, sus intrincadas vueltas y también sus paradojas. Tal vez mirando ciertos puntos opacos del pasado (casi olvidados hoy día), podamos iluminar algunas de las cuestiones que marcan a fuego la actualidad política y social de la Argentina.

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Alsogaray, un “predicador en el desierto”. Recordado por la famosa frase““hay que pasar el invierno” que pronunció siendo ministro de Hacienda y de Trabajo bajo el gobierno de Arturo Frondizi, Alsogaray pasó gran parte de su vida tratando de fundar y refundar partidos liberales. Primero fue el Partido Cívico Independiente, en 1958, con la proscripción del peronismo como telón de fondo. Después vino el partido Reconstrucción Nacional (1965) y, más tarde, Nueva Fuerza (1973). Todos estos intentos obtuvieron magros resultados a nivel electoral. Lo cual tiene cierta lógica. Tras la debacle económica, social y política que la crisis de los años 30 había producido en el país, las ideas liberales habían quedado relegadas a un lugar marginal de la historia. Pero Alsogaray fue persistente en su misión cuasi mesiánica. En varias ocasiones llegó a definirse como un predicador en el desierto. Lo mismo que había hecho Juan Bautista Alberdi un siglo antes.

En 1982, cuando comenzó a plantearse la vuelta a la democracia después de la experiencia vivida con la dictadura más sangrienta de nuestra historia, Alsogaray fundó su más insigne criatura: la Unión del Centro Democrático (Ucedé), partido que experimentó un crecimiento sostenido hasta convertirse en la tercera fuerza electoral en las elecciones presidenciales de 1989. La Ucedé buscó diferenciarse de la dictadura y presentarse como una nueva alternativa liberal para la Argentina. Entre sus socios fundadores estaban Ricardo Zinn (vinculado al Grupo Macri) y otros sobrevivientes del liberal-conservadurismo argentino. Por allí también pasaron unos jóvenes Carlos Maslatón, Amado Boudou y Emilio Monzó, quienes militaron en la Unión para la Apertura Universitaria (UPAU), la rama del partido en la Universidad de Buenos Aires. Hasta Sergio Massa, hoy candidato a presidente por el frente Unión por la Patria, tuvo su paso por la Ucedé de la provincia de Buenos Aires antes de recalar en el justicialismo.

A partir de 1989, la Ucedé se convirtió en una cantera de dirigentes y cuadros técnicos que ocuparon ministerios y otros puestos claves del gobierno encabezado por Carlos Menem. La más recordada, sin duda, es María Julia Alsogaray, hija de Álvaro, que desde la Secretaría de Medioambiente de la Nación no solo le puso un toque de farándula al menemismo, sino que además prometió limpiar el Riachuelo en solo mil días, pero debió abandonar el gobierno luego de una serie de escándalos vinculados con graves hechos de corrupción. Al calor de los 90, la Ucedé fue perdiendo su caudal electoral hasta terminar ocupando un lugar testimonial en la política argentina. Después de la crisis de 2001, el sueño de Alsogaray parecía quedar nuevamente trunco.

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Sin embargo, varias políticas implementadas en esa década volvieron a ponerse en agenda con el arribo al gobierno de la alianza Cambiemos en 2015. Luego del fracaso de esta experiencia y de las decepciones generadas por el peronismo triunfante en las elecciones de 2019, el sueño de un partido político auténticamente liberal” parece adquirir una inesperada vigencia. Son otros personajes y otras alianzas, aunque persisten las mismas ideas y antagonistas de antaño: el peronismo, en primer lugar, pero también la izquierda, el radicalismo y hasta las versiones light,–es decir, no suficientemente liberales, de la alianza Juntos por el Cambio.

Milei, el continuador de un largo linaje. Quien encarna esta nueva esperanza liberal es, por supuesto, Javier Milei, economista que enarbola una vertiente de pensamiento (neo)liberal con la cual Alsogaray también mantenía fuertes vínculos: la vertiente de la Escuela Austríaca. Según se desprende de las palabras del mismo Milei, su conversión ideológica se produjo al leer el ensayo Monopolio y competencia, publicado en 1962 por el libertario estadounidense Murray Rothbard. Un importante dato histórico: en la Argentina, la primera traducción de ese ensayo fue realizada en 1965 bajo el auspicio de Alberto Benegas Lynch (padre), quien venía divulgando el pensamiento austríaco en nuestro país desde el Centro de Estudios sobre la Libertad, fundado en 1957, y más particularmente con la revista Ideas sobre la libertad, que estuvo en circulación hasta 1998. Los esfuerzos de Benegas Lynch han sido continuados en las últimas décadas por su hijo homónimo, fundador del Eseade, miembro del Cato Institute y la Mont Pèlerin Society, entre otras organizaciones similares. Benegas Lynch (hijo) es considerado por Milei como el “máximo exponente del liberalismo de la Argentina, e incluso del mundo. El nieto, llamado también del mismo modo y conocido como Bertie, es candidato a diputado por La Libertad Avanza.

¿Qué relación tiene un partido liberal con la democracia? Hagamos un poco de historia. Entre los años 30 y 40 del siglo XX, una de las operaciones conceptuales que realizaron Friedrich Hayek, Ludwig Mises y otros referentes del liberalismo austríaco fue replantear la relación entre democracia y sistema económico. El argumento, para decirlo resumidamente, es el siguiente: si un régimen político (cualquiera fuera su forma) muestra una tendencia hacia la limitación de la libertad económica y de la propiedad privada, debe caracterizarse entonces como un régimen totalitario. Desde el punto de vista de estos intelectuales, la verdadera democracia es aquella que hace posible y garantiza el funcionamiento del libre mercado; en otras palabras, la democracia es un medio, más que el fin en sí mismo. De ahí que el libre mercado deba defenderse a ultranza frente a todo intento de orientación o planificación vía la intervención estatal. Durante la segunda mitad del siglo XX, esta postura llevó a justificar una serie de golpes militares contra las frágiles democracias latinoamericanas, entre ellas las de Argentina y Chile. Para Alsogaray y Benegas Lynch, así como también para Hayek, el dilema no se dirimía entre democracia y autoritarismo, sino más bien entre el liberalismo y las“tendencias totalitarias”(antiliberales). Esa dicotomía, según Alsogaray, debía ser el criterio ordenador de los partidos políticos y de sus ofertas electorales. 

Liberalismo altisonante, pero con identidad inestable. Hasta aquí las coincidencias entre los principales referentes del neoliberalismo argentino. Veamos ahora algunas divergencias. Se suele asociar a los austríacos con una postura radical de no involucramiento en política. De hecho, el mismo Hayek decía que los economistas no debían intervenir en política sino informar y educar a la opinión pública. Esa sería la salvaguarda frente a cualquier gobierno de turno, ya sea de“derecha, izquierda o“centro: una opinión pública educada en valores liberales. Los Benegas Lynch padre e hijo podrían inscribirse en esta línea. Distinto es el caso de Alsogaray, cuya actitud más pragmática”lo llevó a participar en gobiernos tanto autoritarios como democráticos (Lonardi, Aramburu, Frondizi, Guido, Onganía y Menem) so pretexto de encontrar una oportunidad para aplicar medidas “realmente liberales” en la Argentina. Reformuladas, esas tensiones perviven en el neoliberalismo actual. 

En esa clave podrían descifrarse los dichos de Diego Giacomini, examigo y socio de Milei, cuando señala que la participación política del actual diputado nacional y candidato a presidente implica una traición hacia los verdaderos principios liberales y una identificación con los métodos de la vilipendiada casta política. Evidentemente, la candidatura de Milei implica un abandono del purismo radical de Hayek, aunque el candidato continúe presentándose a sí mismo como un predicador del liberalismo austríaco. ¿Será que las ideas económicas, al fin y al cabo, no pueden prescindir de la política? Esta contradicción se visibiliza aún más en los reiterados acuerdos de Milei con algunos miembros de la casta” tradicional. Cabe recordar que, en los últimos meses, La Libertad Avanza viene sumando apellidos provenientes de todos los colores ideológicos, incluidos los de Menem, Bussi y, sobre todo, Macri.

El dilema que enfrenta ese armado político es que, a falta de una estructura partidaria propia, debe alejarse cada vez más de la ortodoxia libertaria como santo y seña de admisión. La virulencia del discurso público de Milei y sus seguidores no alcanza para ocultar la creciente fragilidad identitaria y anticipa, en el caso de llegar al poder, serias dificultades para garantizar la gobernabilidad. Ahora bien, como ha sucedido con las evaluaciones liberales del programa de Martínez de Hoz, el modelo de convertibilidad o la reciente experiencia macrista, los tropiezos seguramente no se adjudicarán a su impracticabilidad sino, en un plano subjetivo e individual, a la indecisión y el temor de sus dirigentes de avanzar por un sendero de liberalización más veloz, profundo y radical.

Un liberalismo utópico tan atractivo como irrealizable: quizás este sea el destino de Milei y de La Libertad Avanza, más allá de que alcance o no el gobierno en las próximas elecciones presidenciales. La Ucedé de Alsogaray tuvo un destino parecido. Hay que reconocer, sin embargo, que esas utopías marcan agenda y dejan efectos duraderos en el tiempo. Después de todo, fue Alsogaray quien marcó la agenda del menemismo desde principios de los años 90. E indudablemente es Milei quien está marcando la agenda para el próximo gobierno. Quien marca la agenda tiene el poder. Un hecho político notable, aunque su promotor diga que reniega de la política.

*Investigador del Conicet, politólogo y doctor en Filosofía. Director del Centro de Investigaciones Éticas Dr. Ricardo Maliandi, Universidad Nacional de Lanús.

** Investigador del Conicet, historiador económico. Miembro del Centro de Estudios de Historia Económica Argentina y Latinoamericana (Ceheal) del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (Conicet/FCE-UBA).