ESPECTACULOS
Rodrigo de la Serna

"El fantasma de Rosas aún genera polémica"

Volvió con la obra El Farmer, basada en la novela de Andrés Rivera. Festeja el inicio profesional como actriz de su hija Miranda y el auge del feminismo.

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Andariego. El actor debutó con la obra en el San Martín, luego se mudó al circuito comercial y ahora la presenta en el De la Comedia. | sergio piemonte

Comparte hoy su pasión por el teatro y  la música. Rodrigo de la Serna es actor y cantante. Volvió con el espectáculo que creó e interpreta junto a Pompeyo Audivert: El Farmer, y con Andrés Mangone asumieron la dirección. Ambos encarnan en dos tiempos distintos a Juan Manuel de Rosas. El espectáculo se estrenó con producción del Complejo Teatral San Martín (2015), luego pasó al comercial y ahora hacen funciones en el teatro De la Comedia los viernes y sábados a las 22.30. “Estoy feliz de volver a encarnarlo. No soy el mismo –reflexiona De la Serna–, el país sigue siendo el mismo, pero seguramente las resonancias serán distintas. El texto tiene algo de Shakespeare, con una musicalidad maravillosa. Con este espectáculo fuimos de gira al norte, nos faltó la Patagonia para completar el país”.

—¿Cómo se vuelve a un personaje que ya habías interpretado y abandonado?

—En realidad nunca lo abandoné, ni él a mí. Es una obra que tiene muchísima trascendencia hoy por hoy, por lo que significa. Estas figuras históricas van a seguir significando. El fantasma de Rosas aún genera polémica, tiene mucho para decir y comunicar, en este contexto y coyuntura de elecciones, de cambio de gobierno o no. Siento que este espectáculo propone una reflexión muy honda sobre los destinos del país y también nos ayuda a entender un poco el por qué de este contexto. Ya que junto a la figura de Sarmiento son los dos pensamientos que se siguen combatiendo en los campos metafísicos de la política argentina. Hasta que no comprendamos bien esta historia que es tan nuestra, brutal, fratricida y maravillosa a la vez, como monumental y grande me parece que no podremos resolver absolutamente nada.

—Todavía hay jóvenes que repiten el “tirano” de Rosas…

—Les diría que se fijen dónde lo leyeron… seguramente en los manuales que diseñaron Mitre y sus colaboradores después de la batalla de Caseros. Es un proceso… También a Perón lo llamaron tirano, llegó a las presidencias de manera democrática, con amplias mayorías y fue derrocado por un golpe de Estado en 1955 después del bombardeo a la Plaza de Mayo que produjo más de trescientos muertos. El paralelismo entre Rosas y Perón es posible y me parece que tiene mucho que ver. Los dos fueron declarados traidores a la Patria y tiranos, en su momento. La violencia en esos años eran una herramienta política y eso no hace que lo justifique. Habría que contar cuántos muertos tiene Lavalle en su accionar. Creo que se debe ser equitativo y justo. Observar bien…

—¿Vivimos desde aquellos años la grieta?

—Siempre estuvo de alguna manera la grieta, incluso durante la Revolución de Mayo.  Siento que es un rasgo de la modernidad: una fracción “versus” la otra. El poder concentrado que puede ser foráneo al país busca beneficiarse con estas grietas. No solo pasa aquí, también en el resto del mundo. Pero siento que se da más en Argentina, desde el Boca/River…hasta nuestros inicios de la historia saavedristas vs. morenistas, unitarios vs. federales; conservadores vs. radicales; después radicales vs. peronistas y ahora más cercano kirchneristas vs. macristas.

—¿Harás solo teatro o filmarás algo?

—Además del teatro estoy haciendo giras con el grupo musical que integro, Yotivenco junto a Juan Pablo Díaz Hermelo, Blas Alberti y Fabio Bramuglia. Estrenaré la película Al acecho, con dirección de Francisco D’Eufemia, que filmamos junto a Belén Blanco y Walter Jakob. Es casi un western criollo contemporáneo con misterio, acción y suspenso, donde interpreto a un guardaparque.

—¿Qué balance hacés de “La casa de  papel”?

—Fueron nueve meses muy intensos. Un excelente equipo de trabajo y compañeros muy generosos. Culturalmente no somos tan distintos con España, el idioma ayuda mucho. Cualquier sudamericano se siente como en su casa en Madrid. Hay diferencias, pero no son para incomodar, en el programa hice de argentino, respetaron mi identidad cultural. El método de trabajo me hizo acordar mucho a cómo trabaja Damián Szifron y aprendí muchísimo.

—¿Y el debut cinematográfico de tu hija Miranda en la película “Bruja”?

—Estoy muy orgulloso y ahora filmará otra película más. Si ella me pide un consejo se lo daré y lo tomará o no. Es una mujer joven –de 18 años– con mucho talento y fuerza interpretativa. Me sorprenden sus análisis de las obras y los guiones. Su madre, Erica Rivas, encontró un video cuando tenía un año y ocho meses, donde decía que quería ser actriz. En su momento la llamaron desde la televisión –cuando tenía 10 años-  pero con la madre decidimos que era mejor esperar.

—¿Cómo vivís las posturas feministas?

—Me parece maravilloso y mi hija fue educada de esa manera, tiene una madre con las ideas muy claras y yo como padre también. Este contexto es excelente y esta lucha lo sostiene.

—¿Te pusiste incómodo al tener que relacionarte con compañeras actrices?

—Para nada. Hay códigos que son claros. También tiene que ver con la formación de cada uno en la familia, desde tu casa y el hogar. Cuando estuve en el programa PH, Ivana Nadal contó un momento de acoso que había vivido. Eso también me pudo haber pasado a mí como hombre, en algunos canales de televisión sucedía…

 

El socio artIstico

El actor, director y docente, Pompeyo Audivert reflexiona sobre varios temas en este retorno (por segunda vez) a El Farmer. “Al transformarse en una pieza teatral, la novela de Rivera, que es ya de por sí una obra maestra de la literatura, alcanza una nueva dimensión que la proyecta a un nivel propio del arte escénico, el nivel poético-metafísico. El teatro debe romper la ficción histórica y revelar nuestra identidad sagrada, siempre lapidada por las visiones lineales y alienadas con que el poder nos paraliza. Para ello la máquina teatral necesita, además de sus propios procedimientos instrumentales, textos que alienten y contengan esa pretensión de desmesura. El Farmer es una obra que activa esa perspectiva teatral y la hace vibrar a escala metafísica”.

“Hacer hoy esta obra tiene un sentido adicional. –agrega cuando se le pregunta acerca de la oportunidad de volver sobre algo en lo que ya había probado tanto en el San Martín como en el circuito comercial–. Se trata también de acompañar este momento del país con una obra que revela que nuestra identidad histórica es también un campo copado por el poder, que las versiones de identidad y pertenencia con que nos amaestraron son ficcionales, que hay una identidad convulsa que se agita en las sombras de lo nacional y se llama Rosas, que esa identidad tiene su historia, cuidadosamente retaceada y desvirtuada por la inteligencia oficial desde la infancia, y que a ella pertenecemos”.