El año pasado hizo tres funciones de Miguel de Molina al desnudo. Sólo con ellas Ángel Ruiz consiguió conquistar al público porteño. Ahora desde el mismo escenario -El Picadero- volvió con ese mismo espectáculo, siempre acompañado por César Belda en el piano y con la dirección de Félix Estaire. Su propuesta va los viernes a las 22, sábados 19.30 y los domingos a las 18.30 hasta el 30 de julio.
Recuerda: “Me regalaron su biografía, Botín de guerra de Miguel de Molina, y al encontrarme con su historia quise llevarla al escenario. Busqué recorrer el mismo estado de ánimo que viví al encontrarme con su vida. Hay muchas partes que quedaron en el tintero”.
—¿Cómo fue la elección de esta estructura?
—Quise armar una conferencia de prensa para recrear ese espíritu fresco que él tenía en el escenario y en las variedades, donde hablaba con el público e improvisaba. Busqué mantener ese diálogo, no quise un monólogo cerrado que podía distanciar. Me propuse jugar al extrañamiento brechtiano justamente para llegar al ahora. Como si Miguel de Molina hubiera venido al presente y me permitiera romper con la cuarta pared. Es una puesta sencilla, porque el eje es que la gente piense que es el mismo Molina el que habla. Aproveché lo que nos pasó en pandemia y también lo que pasa políticamente, por eso creo que siempre está vigente. Para mí Miguel de Molina al desnudo es mucho más que un homenaje, es el vehículo para denunciar hechos que siguen ocurriendo hoy en día.
—¿El teatro puede modificar a los espectadores?
—Para eso estamos. Creo que esa es nuestra razón de ser, desde que surgió el teatro. El primero fue Esquilo quien escribió Los persas donde ahí surge una respuesta: somos griegos vencimos pero pongámonos en el lugar de los perdedores. El escenario nos ayuda como una terapia para ser mejores. Hay que entretener, pero debemos despertar y cambiar conciencias, abriendo cuestionamientos, más que respuestas.
—¿Qué diferencias encontrás entre el público argentino y el español?
—La diferencia es abismal. El público argentino es muy intenso y agradecido, sabe que el teatro es necesario y alimento para el alma. Esto en España se ha perdido, es de una elite, y tenemos la sensación que hacemos teatro siempre para los mismos. Veo aquí las plateas llenas y la cantidad de salas que tienen sólo se puede comparar a las de Nueva York, aunque creo que tienen ustedes más. Argentina tiene una identidad propia. En España cuando hay crisis lo primero que cae es la cultura.
—¿Crees que Miguel de Molina se transformó en un símbolo de la comunidad gay...?
—Sin quererlo. En su biografía él reconoce que jamás se vistió de mujer. Aclara que fue un hombre que fue lo que fue y lo llevó con naturalidad. Fue muy valiente. En los años 20 y 30 se codeó con gente como Federico García Lorca, Manuel de Falla, Vitín Cortezo, todos vanguardistas. Tenía un concepto de las artes escénicas y se interesaba en lo que se hacía en otros países.
—¿Cómo fue crear con este director?
—Félix Estaire además de director es un excelente dramaturgo. Le pasé el texto y le pedí algo sencillo. Es un espectáculo muy minimalista, donde se privilegia al personaje. De Molina fue un artista, no era folklórico, por eso me daba pena que fuese olvidado. No busqué imitarlo.
—Desde el año 2016 interpretas a Miguel de Molina: ¿no temés quedar encasillado?
—No. Sólo soy un actor que ha querido a través de su historia hacer una denuncia muy general y hablar de una parte de la historia de España, para que no la olvidemos, porque se puede volver a repetir. Fui muy respetuoso con él. Asumo un personaje, que es el que inventé a partir de las lecturas. Lo llevé a mi terreno que es además de actuar, cantar.
Entre la docencia y la canción latinoamericana
El afecto que siente Ángel Ruiz por la Argentina no sólo lo trajo a Buenos Aires para conocer la ciudad que ayudó a Miguel de Molina, sino que decidió presentar este año un recital con temas mayoritariamente nacionales. Anticipa: “Será el martes 11 de julio en El Picadero. Un tributo a la música latinoamericana, con temas mayoritariamente de mujeres, como Chabuca Grande o Mercedes Sosa, pero también cantaré creaciones de Fito Páez y tangos. Habrá predominio de creadores argentinos”.
“Me gusta dar clases – confiesa- porque me interesa transmitir lo que he aprendido a lo largo de mi vida. Es una rueda. Me llena de alegría enseñar, lo hago por pasión y no por lo económico. Hace treinta años que soy docente. Estoy en la Escuela Réplika, fundada por Socorro Anadón y Jaroslaw Bielski y en el Estudio Juan Codina. A partir de estos trabajos me convocó Claudio Tolcachir para que dé clases en su Timbre 4 de Madrid. Siempre siento que los actores trabajamos con el cuerpo y las emociones, por eso debemos entrenarnos en los dos”.
“Cuando regrese a España haré otra vez Miguel de Molina al desnudo en Madrid y en Barcelona, luego interpretaré la zarzuela La rosa del azafrán y es muy probable que se vuelva a hacer el programa de televisión, A este paso (no) estrenamos. Allí hice varios papeles del siglo de oro. Mi idea es regresar para hacer giras por las provincias argentinas. El espectáculo está construido para aquellos que no conocieron a Miguel de Molina. Los más jóvenes descubren el mundo de la copla”, finaliza.