Marianela Núñez, surgida de la escuela del Teatro Colón, primera bailarina del Royal Ballet, regresa a la Argentina para bailar y, de paso, aprovecha y comparte tiempo, dentro y fuera del escenario, con Alejandro Parente. Ella, de 34 años, radicada desde los 15 en Londres, y él, de 44 años, primer bailarín del Teatro Colón, se enamoraron, y cruzan océanos para verse. También danzan juntos en el espectáculo Marianela Núñez y sus invitados, integrado por, entre otras coreografías, fragmentos de El lago de los cisnes, Carmen y Don Quijote. Participan allí Cecilia Figaredo e integrantes de las compañías del Colón, del Teatro Argentino, del Mercosur y del Metropolitano de Buenos Aires. El 12 y 13 de julio, estarán en Rosario; el 16 y 17, en Bahía Blanca; el 20 y 21, en Salta; el 23 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, y el 25, en Mar del Plata.
—¿Qué le significa a cada uno de ustedes girar por la Argentina?
NUÑEZ: El año pasado hice mi primera gira por la Argentina. En cada lugar sentí que la gente estaba con ganas de ver ballet.
PARENTE: Es un privilegio acercarle a la gente ballet de muy alto nivel. Es un país con muchos teatros… y muchos fueron abandonados. Se trata de rescatarlos y, también, de continuar la tradición de ballet que tiene nuestro país.
—¿Cómo son sus rutinas de trabajo?, ¿cómo es un día habitual?
P: Combino viajes para dar clases en Viena [en la Ballet Academy de la Wiener Staatsope] con alguna función en el Colón, donde siempre estoy esperando la chance de bailar. Es un espacio que he tenido muchos años. A veces cae en un letargo, en una dificultad de arrancar con cantidad de funciones, algo que no depende de la voluntad de los directores, sino de los teatros oficiales en la Argentina. Muchos en el ambiente de la danza estamos remando contracorriente, intentando que las instituciones se curen. Paralelamente, soy asesor del Ballet del Teatro Argentino de La Plata. En la vida familiar, también está mi nena más chiquita, a quien, a veces, la tengo que llevar al colegio [Parente es padre de Azul, de 20 años, dedicada a la actuación, y de Luna, de 7 años]. Y también… he viajado mucho a Londres y [tenido] muchas horas de Skype [en sonrisa cómplice con Núñez].
N: Yo empiezo todos los días con una clase de pilates, de 9 a 10.30 de la mañana.
P: ¡Ah, con razón estás tan entrenada! [se ríe con ella].
N: A las 11.45 hago clase de ballet. A las 12 comienzan los ensayos que terminan 18.30. Podemos estar trabajando en tres, cuatro o cinco producciones por día. A la noche, 19.30, el espectáculo. Cuando hay funciones, salgo del teatro a las 23.30. A veces, salgo sola del teatro, con las flores, y como en Londres el subte funciona bárbaro, lo tomo y camino de la estación hasta mi casa, a las 12 de la noche, tranquila, sin pánico.
—Marianela, ¿qué personalidades te han ido a ver a las funciones de Londres en estos años de carrera?
N: Prince Charles, la reina, Camilla [Parker, esposa del príncipe Carlos]. La reina, por protocolo, siempre se acerca y saluda con un apretón de manos. También vienen Kate Middleton, David Beckham, Jude Law... La hijita de Jude Law pidió de regalo de cumpleaños ver El lago de los cisnes desde bambalinas; así fue, y luego vinieron a saludarme al camarín. Hace días tuve una función en el Palacio de Buckingham, un evento para Prince Charles, en un escenario hermoso. Eramos cuatro parejas de la compañía, y cuatro números de ópera. Fue una cosa muy privada, para unas ochenta personas. Fue un espectáculo chiquito, y después hubo una cena en el palacio.
—Alejandro, ¿desde cuándo estás en el Teatro Colón y qué personalidades y presidentes de la Nación te consta que fueron a ver el Ballet?
P: En el ’88 entré como contratado. Recuerdo que vino Sabato. Y en la reapertura del Teatro Colón, en 2010, estaba el presidente de Uruguay [Pepe Mujica]. Cuando era primera dama, Cristina Fernández era madrina del Ballet. Después, con la división de los gobiernos de Ciudad y Nación, eso no continuó. Macri, como jefe de Gobierno, sí vino. [Y asistió a la gala musical, en su asunción, el 10 de diciembre pasado]. No es habitual que vengan presidentes [a ver el Ballet]; no es como cuando Perón y Evita abrían la temporada con El lago de los cisnes, según dicen.