Regina Spektor vuelve a la Argentina el próximo sábado 6 de abril. Pero ya no es aquella que era. O sí. Sigue siendo, románticamente, esa voz, una epifanía pero también digna de una preciosa noche en un bar neoyorquino, que alguna vez habló más ruso que inglés, que se enamoró de tocar el piano fuerte, que nunca escribe sus canciones. Pero su sexto disco, What we Saw from the Cheap Seats, entró directo al número 3 de Billboard, o sea, dejó de ser esa artista de culto palermitana que era cuando hizo su invencible Soviet Kitsch, y era parte de la delantera que pateó el tablero antipop (siendo pop de cámara) de Nueva York. Pero ahora ha llegado, incluso, a lo que ella define como “uno de los momentos que me hicieron muy felices de mi carrera: cantar para el presidente Obama (fanático de su obra)... Mi trabajo suele tomarse, o suele preguntarse, si es autobiográfico. Mis canciones sobre desamor, de bares, de tristezas, de alegría. Y siempre vi mi arte más cercano a la novelización. Hay un uso abusivo de la identificación, puedo entender eso, necesitamos a veces eso de las canciones. Pero pierden complejidad y, sinceramente, a veces ¿importa de dónde sale la canción? Es tremenda esa necesidad de ver autobiografía. No es algo que odie, pero creo que le pide a la música cosas que quizás no es tan importante pedirle”.
Spektor, tan Nina Simone como Laurie Anderson, sabe que sus experimentaciones fueron “grandes tragedias, como cualquiera, pero eso no tiene por qué trasladarse puntualmente, textualmente, en mis letras”. Pero su estilo, por cortante, por poderoso, ha logrado que su voz, la que canta y opina, sea también muy oída. Su lucha por el derecho al casamiento sexual, por ejemplo: “¿Hace tiempo que los gays pueden casarse en Argentina? Eso es muy bueno. Es muy difícil y creo que es importante usar mi voz para ayudar a causas como éstas, en las que realmente creo. La política es una parte importante de mi vida. Y Estados Unidos ha comenzado a avanzar en ese aspecto. Habiendo viajado me doy cuenta de cómo ven a Estados Unidos, de cierta caricatura que se crea, pero no es eso, es un país que ha avanzado, que está en movimiento”.
Y cuando Spektor lo dice, lo cree, así como asegura que “no tolero la violencia, me es imposible, incluso aquella en caricaturas, hasta Tarantino, pero sí recuerdo que cuando fui a la Casa Blanca, además de mi gran alegría por conocer a Obama (“un presidente por el que voté dos veces, aunque obviamente creo que las cosas podrían hacerse más rápido, y no es que esté de acuerdo con todas las políticas, pero a nivel humano este país está avanzando mucho, no hay demasiados políticos en el mundo como Obama”) era conocer el lugar donde se filmó The West Wing, mi serie favorita”.
Y ahí, mostrando que esos mundos que canta se cruzan con otros igual de increíbles y únicos, Spektor habla de Aaron Sorkin (guionista de aquella serie), de Chaplin, de Sofia Coppola, de Hemingway, de Fitzgerald; de aquellos cuenta historias a las que se siente cercana en modos, no en talento.
Su próximo show en GEBA mostrará su último álbum y eso implica no sólo traer “el que es mi mejor disco” sino también “lugares que quise explorar en este disco, formas de música que demuestran que no me interesa atarme a un género, ya que no creo en grilletes artísticos. Una hace lo que quiere y eso es un privilegio, y hubo un instante donde no fui privilegiada, por eso puedo entenderlo. Y sé que hay que cuidarlo”.
Simpleza y mainstream
“El arte” volviendo a la necesidad de la autobiografía “viene de lugares más grandes que uno mismo. Creo mucho en eso.
Viene del cine, de los libros, de la música que oíste. De tu gente, de lo que dolió, de lo que conocés y de lo que desconocés. Y también de cosas con las que peleás en el día a día, tus ideas al pasar. Mucho viene de un lugar menos fácil de expresar asociado al sentimiento y no a la experiencia traducible en palabras”.
Regina Spektor sabe que alguna vez fue etiquetada como “la rara”, aquella con la que se buscaba diferencia de las Britney Spears de este planeta, pero reniega también de eso: “Es frustrante a veces, porque esperan que lo volátil de tu música sea lo volátil en vos.
Quieren que seas rara, loca e impulsiva. Quieren que seas tus personajes. Sobre todo porque necesitan categorías, necesitan hacer fantástico algo que no lo es tanto. El paquete es muy importante, o al menos eso pareciera.
Y sé que es difícil imaginarme en una escena distinta a la que estoy, pero también cuesta imaginarme como si fuera mainstream”.