ESPECTACULOS
Luis Ziembrowski

“Hay un 30% menos de público”

El actor que se destaca en Psiconautas y El quilombero asegura que el ámbito teatral atraviesa una crisis de convocatoria y se esperanza con que los productores continúen invirtiendo.

Crítico. El actor se enfrenta a las medidas del Gobierno.
| cedoc

Cómo funcionará un grupo de terapia en un club del conurbano bonaerense? La respuesta a ese exótico interrogante se puede evacuar viendo Psiconautas, la miniserie que TBS, canal de la cadena estadounidense Turner, estrenó el pasado 18 de abril y que tiene repeticiones durante todo el mes de julio en diferentes horarios. Uno de los protagonistas de esta ficción de diez capítulos es Luis Ziembrowski, actor de carácter y larga trayectoria que tiene como compañeros de elenco al español Willy Toledo –al que muchos habrán visto en películas como Crimen ferpecto, de Alex de la Iglesia, y Los amantes pasajeros, de Pedro Almodóvar–, Florencia Peña, el Puma Goity, Verónica Llinás, Martín Piroyansky y Julieta Zylberberg. Ziembrowski encarna a uno de los personajes clave de la historia: encargado del buffet del club, es uno de los socios por conveniencia del estafador español encarnado por Toledo. “Tengo muchas escenas con Toledo. Hay algo de dúo que trabajamos con él, que es un inescrupuloso que quiere sacar ventajas en un club que se está cayendo a pedazos. Hace cosas insólitas como vender bandejas de sándwiches mordidos. Trata, por sobre todas las cosas, de zafar. Es una sitcom con un tipo de humor seco, austero, que me parece muy interesante. Tiene algo de Extras, la serie de Ricky Gervais. El elenco es muy bueno, y las situaciones están muy bien escritas, fluyen. Fue sencillo entrarle al personaje”, define el actor, que pronto estará en otra serie de Turner, Kryptonita, adaptación de la exitosa película argentina de superhéroes del Conurbano basada en una novela de Leo Oyola que dirigió Nicanor Loreti. Ziembrowski también trabaja actualmente en Los corderos –obra de Daniel Veronese que tiene funciones los viernes, sábados y domingos en el Cervantes– y El quilombero, la comedia del francés Francis Veber que dirige Arturo Puig en el Lola Membrives. “Estoy contento con esos dos trabajos –cuenta–. De Los corderos ya quedan pocas funciones, así que hay que aprovechar para verla porque es una muy buena obra. Con El quilombero nos está yendo muy bien en la calle Corrientes. Es una obra de gags físicos, un vodevil sencillo y efectivo, con la impronta del slapstick al palo. Logramos mucha eficacia en relación al humor, es puro entretenimiento. Es la primera vez que hago algo así y la verdad es que estoy conforme. También es verdad que es un trabajo sacrificado: en Semana Santa tuve dos funciones el jueves, dos el viernes y dos el sábado. Es un entrenamiento poderoso, pero yo ya soy un hombre grande (risas)”.

—Es una buena noticia que una cadena como Turner produzca un contenido local, ¿no?
—Sí, claro. Es una buena oportunidad de trabajo. Está bueno que haya un producto argentino de este tipo, producido con seriedad y presupuesto. Puede abrir nuevas plazas para series producidas en Argentina.  
—Sobre todo ahora que el nuevo titular de Arsat, Rodrigo de Loredo, declaró que se detendrá la expansión de la Televisión Digital Abierta (TDA), la señal de TV gratuita que es una ventana para producciones locales.
—Sí, eso puede implicar que haya menos laburo. En realidad, ya hay menos laburo. Las obras de la cartelera teatral porteña tienen un 30% menos de público que el año pasado. Esperemos que los productores locales sigan invirtiendo.

 

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Cambio de épica

—Hay un clima de época diferente...
—Sí, yo veo todo amarillo (risas). Hay una gran incertidumbre. Me parece una pena lo de la Ley de Medios.
—Es un tema que prácticamente desapareció de los medios, además.
—Es que los medios de comunicación son hoy el gran soporte del neoliberalismo que nos gobierna. Están pasando cosas raras: echan a todo el mundo del CCK y lo transforman  en un restaurante para presidentes de visita. Me cuesta analizar la situación ahora porque estamos medio groguis todavía. Venimos de doce años de una forma de ser social y ahora las cosas cambiaron radicalmente. No era la panacea, pero lo quiere bo-rrar de un plumazo gente que no tiene densidad histórica, que ni siquiera tiene un discurso, que se corre todo el tiempo de la discusión, que considera que la palabra es agresiva. Está claro que el objetivo es la desarticulación del Estado. Opino que el Estado debe controlar, subsidiar, producir y construir políticas diversas de toda índole: culturales, comunicacio-nales, energéticas, económicas... Pero se está corriendo el eje. El mundo de los negocios empezó a controlar al Estado. Las  consecuencias no las vamos a ver ahora. Esto recién empieza.