Una serie salida de la nada, sin estrellas, áspera en tono, ritmo y temática. Un fenómeno, una de esas movidas que generan culto alrededor y que aparecen muy de vez en cuando.
Mi primer recuerdo sobre las aventuras del Sr. White se remontan a un pequeño clip promocional que auguraba una historia de frontera con impronta visual bastante atractiva, angulaciones de cámara y una idea iconográfica (el hombre en boxer con una arma y esa camisa verde) más alguna influencia literaria de Don Winslow. Confieso sin vergüenza que el piloto no me mató y no fue sino tiempo después que volví a la frontera mexicana. Y entonces sí. Pasó. Cuando vi a Walter contemplar los pedazos de un plato roto en un tacho de basura y pensando en toma, descubrir que lo quieren matar, tan inteligente, me enamoré.
¿Por qué es exitosa? ¿Serán las bases míticas que emparentan muchísimo la serie con la estructura del nacimiento de un superhéroe? ¿Serán los riesgos rupturistas que evitan la lógica del show éxito del prime time?
Flashbacks, flashforwards, todo, temporadas estructuradas de manera novedosa y pistas, sobre todo pistas, para cebarnos infinitamente y hacernos sentir iniciados.
Por todo eso, Breaking Bad es en sí mismo hoy un título que es marca aunque casi nadie sepa qué quiere decir esa expresión. El mejor protagonista, el mejor secundario, así como el zar de la metanfetamina, nos cautivan creando en un laboratorio audiovisual, con la frialdad de un cirujano,
la mejor droga televisiva del momento.
*Actor, guionista, director.
