ESPECTACULOS
Elena Roger

“Me quedo a vivir aquí por razones familiares”

La actriz y cantante debuta en el San Martín con El cartógrafo. Defensora del medio ambiente, sostiene que estamos complicados y que no entiende a los políticos. Luego de hacer Eva y Piaf elogia a las mujeres que pelean cada día. Recuerda su etapa por Broadway y Londres.

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Ambientalista. Además de una gran artista Elena Roger es militante del medio ambiente y defiende su casa Nave Tierra en Usuhaia. | Piemonte

Yo soy una actriz que trabaja mucho en comedias musicales”, arranca, a modo de presentación, Elena Roger y completa: “pude desarrollar una pequeña carrera de actriz, pero el teatro de texto no es lo que hago mayormente”. Por eso, es una interesante ocasión verla en El cartógrafo. Desde el 15 de marzo, en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín, forma parte del reparto en esta obra del dramaturgo español contemporáneo Juan Mayorga. El elenco, dirigido por Laura Yusem, se completa con Mario Alarcón, Luis Campos, Gustavo Pardi, Ana Yovino y Jazmín Diz. “Soy el personaje de Blanca, que une toda la historia. Decidí hacerla como algo muy tranquilo, no como un desafío enorme para mí, pero sí, por estar en esa sala no convencional, tan particular, y por trabajar con Laura, con mis compañeros”.

El argumento de El cartógrafo gira en torno al gueto de Varsovia, durante el nazismo en Alemania: “Sin ser un golpe bajo, [la pieza] habla de esa matanza tremenda, y también de otras, como la de la Guerra Civil española. Revisa el olvido o la memoria”. Mientras tanto, Roger vislumbra próximos proyectos: nuevo disco, algunos conciertos, estreno de la película donde actúa, Lejos de Pekín, de Maximiliano González. “Además, está la crianza de los niños”, los dos hijos que tiene con Mariano Torre: Bahía, nacida en 2013, y Risco, quien aún no cumplió un año.

—Has trabajado en Londres, donde hiciste “Piaf”, y en Broadway, donde fuiste “Evita” junto a Ricky Martin. Ahora estás afincada en la Argentina. ¿Extrañás esas plazas? ¿Volverías?

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—Sí, me dan ganas de volver. [Pero] en este período, mi niño es chiquito. Acomodarse a ser madre y tener una familia hace que mucho no quieras pensar: “Vamos todos a Londres, por un año”. No es que estoy soltera y hago lo que quiero. Pero sí, me dan ganas; no lo veo imposible. De todas maneras, si no volviera nunca más a esos dos lugares, me han dado muchísimo, aprendí mucho. No todos los artistas tienen esa suerte. Fui una gran afortunada.

—También cantaste en el Colón. ¿Cómo recordás esa experiencia? ¿Cómo evaluás la actuación allí de cantantes que no provienen del mundo de la ópera?

—Cada vez que subo a ese escenario, no puedo creer la magia. Es una sala que está preparada para cantar sin micrófono, por supuesto, para los cantantes de ópera. Obviamente, yo canto otro tipo de música y no estoy preparada para cantar sin micrófono. Mientras que el que se suba al escenario respete la estructura del Colón, no tenga un volumen demasiado alto, [ese tipo de actuaciones] acerca a mucha gente a un palacio hermoso y que mucha gente no conoce, y a lo mejor yendo a ver una banda de rock lo conoce. No decimos que vamos a hacer ópera y engañamos a la gente. No es la idea. Y si esas entradas, esos alquileres del Teatro Colón para eventos, hacen que el Teatro Colón siga produciendo cosas, sería algo interesante: que el dinero se ponga donde se tiene que poner.

—¿En qué estado se encuentra Nave Tierra, la casa respetuosa del medio ambiente, que construyeron con Mariano Torre en Ushuaia?

—Nave Tierra estuvo cerrada al principio de esta gestión municipal [Walter Vuoto, FpV, desde 2015]. Estuvimos a punto de perderla, de que la tiraran abajo.

—¿Por qué?

—Política. El intendente anterior [Federico Sciurano, UCR, 2007-2015] nos había facilitado el predio, materiales, albergue para las setenta personas de todo el mundo que vinieron a construir. Después, malas lenguas pueden decir: “Esto no sirve para nada”. Pero sí sirve, porque genera conciencia. Ahora, se habló y se logró que Nave Tierra esté [nuevamente] abierta, cuidada. Hay mucha gente que la visita y no lo puede creer. Fue la primera en Sudamérica. Vino el arquitecto Michael Reynolds y se mostró que hay otras formas de construir. Esta casa está hecha con desechos: botellas, neumáticos, latas. Trata el agua usada y vuelve a salir casi pura. Me preocupan la basura, las mineras, la ley de semillas. Qué mundo nos están preparando para nuestros hijos… Me da pena y lucho contra lo que puedo.

—¿Por qué vivís en la Argentina?

—Las razones familiares son un 90% por el cual vivo en este país. Siento que, en estos años, no estoy hablando de los últimos cuatro, sino de los últimos años, estamos complicados. No sé qué quieren hacer los políticos con nosotros. No sé qué podemos hacer para vivir más en paz y más cómodos en un país tan rico. Me es muy difícil hablar de política, porque no creo que mi palabra tenga que ser escuchada: es una opinión. La política es compleja y estamos en un momento muy complicado.

Las heroInas cotidianas

En su trayectoria, Elena Roger cantó poniéndose en la piel de figuras como Eva Perón, Edith Piaf, Mina Mazzini. Sobre ellas, reflexiona: “Fueron mujeres vanguardistas, rompieron las reglas, hicieron camino para las demás. Mina, como un medio la criticó porque había tenido un hijo de soltera, se pudrió y, con el poder de su voz, dijo: “No te doy una nota más, voy a grabar discos y no dependo más ni de la televisión ni de nada”. No existía internet; sobrevivió a todo eso y se transformó en un mito. Evita, de la nada, de ser una persona pobre, hija casi bastarda, pasó a ser la mujer del presidente, casi vicepresidenta, a tener el lugar que le dio el pueblo. Y Piaf: una mujer que hacía lo que quería; con respecto al amor, casada, se acostaba con quien quería; luego, excesos de alcohol, una tragedia con accidentes de auto, adicción a la morfina. Pero tenía un espíritu… salía adelante cantando en la calle, y fue la cantante mejor paga del mundo en su momento. Son mujeres que a mí me han enseñado valentía, empuje. De hecho, cuando yo era más chica, ñoñaba mucho: “¡Ay, tengo la voz un poquitito mal, no puedo cantar!”. [En cambio] a Piaf no le importaba nada, cantaba a los gritos o como fuera. Su gloria no está en la pureza de la voz ni en la excelencia del canto, sino en la pasión con que interpretaba. Cada vez que hago esos personajes, veo a la heroína que se levanta todos los días, y en los héroes que no tienen una casa, un trabajo fijo, que tienen que luchar para darles de comer a sus hijos”.