Ha sido mi maldito trabajo durante los últimos cincuenta años. Si no lo hago bien a esta altura, me hubieran despedido” dice desde el otro lado del teléfono Stephen Frears. Tiene 75 años, y su vida como director de cine posee varios filmes memorables, como pueden ser Alta fidelidad, La reina, Philomena, Relaciones peligrosas y una serie de trabajos en el cine, la TV y hasta un documental sobre Muhammad Ali. “Si no cambio de género, si no hago un película distinta a la otra me aburro” dice nuevamente, escueto, simple, casi como un personaje de un western: sabiendo que no necesita una palabra más (aunque el ping-pong del periodismo se lo pida a latigazos de repreguntas).
Ahora Frears estrenó Florence, la historia de Florence Foster Jenkins, una soprano asentada en Nueva York dueña de un universo excepcional donde se conjugaban su voz realmente agotada y el mito creado en torno al feísmo de su lírica y su entrega (que el mismísimo Cole Porter quería escuchar en vivo). “Lo importante no es que cante mal. Es lo devastador de su entrega. El mito de que hacer las cosas bien es lo único que importa. Ella fascinaba precisamente porque cantaba mal y con decisión. Pero no porque hacía una cosa a pesar de la otra. Iban juntas. No lo hubiera filmado de otra forma. Esa ridiculez y esa valentía suelen mostrarse por separado. Te hace reír y te mueve al mismo tiempo.”
—Se habló de la película como una especie de screwball, de paseo por ese género clásico de Hollywood. ¿La ves así?
—Sí, está escrita de esa forma. Esta escrita como una película previa a la Segunda Guerra Mundial. Me gusta el género y creo que ella es tan ridícula que ese género le va perfectamente. Es un momento difícil para hacer estas películas.
—¿Es difícil hacer películas como “Florence” hoy en día?
—Sí, es un momento muy difícil para hacer películas. Porque los jóvenes prefieren otra cosa. Prefieren las películas de Marvel. Y tienen todas las razones del mundo para que les gusten. No sé nada de estas películas. Si la gente quiere verlas, no hay mucho que yo pueda hacer.
—¿Cómo te definís como autor?
—Ni pienso en eso. Creo que el hecho de que yo haga películas ya me parece tremendamente ridículo. Pero a la gente parecieran gustarle.
—¿Qué te gusta del cine hoy?
—Es muy fácil criticar las películas de Marvel, pero no hay que negar el hecho de que de vez en cuando alguien aparece y te deja sorprendido con una película. Para eso está el cine. Quiero ver El abrazo de la serpiente. Hay películas como la alemana Victoria que son increíbles. Pero ya no es como cuando yo era niño. Hoy la gente no espera cosas distintas, diferentes, del cine. Yo aprendí del cine cómo vivir. Hoy buscan un entretenimiento mucho más particular.
—¿Como británico qué pensás de lo sucedido con Brexit?
—Es una catástrofe. Realmente muestra un estado del mundo lamentable.
Lejos de los efectos especiales
—¿Cómo creés que afectará el Brexit al cine?
—Va a impactar en todo. No hay forma de que no sea así. Es una ridiculez que pensé no vería suceder nunca.
—¿Qué tiene que tener una película hoy para funcionar?
—Mis películas todavía tienen un público, por suerte. Pero entiendo que los jóvenes quieran efectos especiales y persecuciones. Nunca podría hacerlo. No soy bueno en eso. Me gusta hacer las películas que hago.
—¿Qué disfrutás de ser un director?
—Me gusta la gente con la que trabajo. Me gustan mucho los actores. Todo me parece muy interesante en ese aspecto. Por eso hago muchas películas, me aburro muy rápido. De esa manera me mantengo fresco.
—¿Qué te gusta conseguir en una película?
—Primero, leo el guión y nada más. No espero nada. No ansío tal o cual proyecto. Ahora estoy haciendo una película sobre la reina Victoria con Judi Dench. Por alguna razón, hay seis o siete películas mías que la gente adora. Eso es medio intoxicante, en el mejor sentido. No todas las películas tienen esa suerte.
—¿Qué ha cambiado desde que comenzaste a filmar?
—Cuando empecé, por ejemplo, todo con lo que filmábamos era muy pesado. Muy. Hablo del material. Yo he tenido suerte, siempre pude filmar.