¿Por qué esta época del año potencia los sesgos al evaluar desempeño?
Porque se juntan la urgencia, el cansancio y la necesidad de cerrar pendientes rápidamente. En ese contexto, la mente recurre a atajos para simplificar decisiones. Aparecen sesgos como el de recencia —valorar sólo lo último que sucedió—, el efecto halo —generalizar un rasgo positivo o negativo—, el sesgo de afinidad —evaluar mejor a quien se parece a uno— y la confirmación —buscar datos que sostengan una opinión previa—. Aunque son mecanismos automáticos, pueden afectar directamente la percepción del desempeño real.
¿Qué debería hacer un líder para disminuir la influencia de esos sesgos?
Lo primero es detenerse. En un cierre acelerado, la pausa se convierte en una herramienta de liderazgo. Revisar evidencias, conversaciones pasadas, metas acordadas y comportamientos observables permite reconstruir el año completo y no solo los últimos meses. Registrar hechos concretos —no impresiones— ayuda a construir una evaluación más precisa y respetuosa.
¿Por qué es esencial basarse en hechos y no en percepciones?
Porque las evaluaciones son decisiones que impactan en la motivación, el desarrollo y las oportunidades de cada persona. Cuando un líder fundamenta su mirada en datos objetivos, transmite claridad y coherencia. Esto fortalece la confianza, reduce la arbitrariedad y cuida la salud emocional de los equipos. Evaluar con hechos no es solo un acto técnico: es un acto ético.
¿Qué papel tiene el feedback en este proceso?
Un rol central. Si el feedback aparece únicamente en diciembre, suele llegar cargado de tensión o sorpresa. En cambio, cuando es frecuente, claro y bidireccional, las conversaciones de fin de año se vuelven un resumen natural del camino recorrido. El feedback continuo permite aprender durante el proceso, ajustar expectativas y sostener el bienestar de los equipos.
¿Cómo lograr que la evaluación sea justa y humana a la vez?
A través de líderes formados en sesgos, procesos simples que orienten la objetividad y una cultura que valore el desarrollo. Una evaluación bien hecha reconoce el esfuerzo del año, ilumina oportunidades y abre posibilidades reales. En tiempos de cambio, combinar objetividad y humanidad no es opcional: es liderazgo consciente.
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