Decenas de miles de británicos y extranjeros pasaron por la capilla ardiente de la reina Isabel II en Londres durante los últimos cuatro días, en las jornadas al impactante funeral de Estado que promete paralizar al Reino Unido.
Instalada en Westminster Hall, en la sede del parlamento, la capilla fue visitada por miles de ciudadanos que esperaron hasta 13 horas para ingresar y líderes del mundo que asistirán el lunes al funeral de Estado.
De esta forma, decenas de plebeyos rindieron homenaje ante el catafalco con los restos de la monarca a la vez que lo hacían el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, el de Irlanda y los reyes de Suecia y España.
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Teniendo en cuenta la magnitud de la fila y de la espera, y que la capilla ardiente tiene que cerrar a las 6.30 de la mañana del lunes, el gobierno pidió que la gente no se desplace para unirse "para evitar una decepción", y se espera que, por la tarde, se impida el acceso a la fila.
Cada 30 minutos, el silencio y la afluencia de gente se interrumpe por el cambio de los guardias -de tres unidades ceremoniales diferentes- que guardan cada lado del féretro.
Con dos fuertes golpes de vara, un guardia indica que es el momento que diez nuevos miembros de los Caballeros de Armas, los Alabarderos y la Compañía Real de Arqueros, hagan su aparición, deteniendo la fila.
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Mientras marchan al ritmo de un traqueteo sobre el antiguo suelo de piedra para reemplazar a sus compañeros, la multitud parece paralizada por la centenaria pompa. Los Caballeros de Armas más veteranos van vestidos con cascos con penachos de plumas de cisne blancas y capas rojas con faldones y puños de terciopelo azul.
Los también coloridos Alabarderos llevan su característica banda cruzada desde el hombro izquierdo, que lo distinguen de sus homólogos "Beefeaters" que custodian la Torre de Londres.
Al poco tiempo, todos están en su puesto de nuevo, junto a los agentes de policía con guantes blancos. Y la solemne escena vuelve a quedar en silencio. Un par de asistentes retiran y recogen la cera que ha caído sobre los soportes que albergan cuatro cirios parpadeantes colocados en cada esquina del podio.
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Las vigilias de los príncipes
El viernes, los hijos de Isabel II, encabezados por el rey Carlos III, velaron el féretro de su madre mientras las multitudes, que entonces debían esperar 20 horas para ingresar, seguían pasando.
Con rostros serios, Carlos III, de 73 años, y sus hermanos Ana (72), Andrés (62) y Eduardo (58) entraron en el majestuoso salón, la parte más antigua del Parlamento, y en un silencio sepulcral avanzaron hasta el féretro.
Los cuatro subieron ceremoniosamente tres de los cuatro peldaños rojos sobre los que está situado el catafalco y se colocaron a sus cuatro costados, con la cabeza gacha de espaldas al féretro durante 12 minutos.
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Conocida como la "vigilia de los príncipes", esta tradición se remonta a 1936, cuando los cuatro hijos de Jorge V montaron guardia sin avisar en torno a su ataúd.
El sábado los ocho nietos de Isabel II velaron el féretro en Westminster Hall, encabezados por el príncipe Guillermo y el príncipe Harry, que permanecieron de espaldas y con la mirada baja, junto a sus primos, los hijos de los príncipes Ana, Andrés y Eduardo.
El rito duró aproximadamente un cuarto de hora, y los dos hijos de Carlos III vieron su uniforme militar.
"Adiós, amada abuela. Fue un honor ser tus nietas y estamos muy orgullosos de ello", escribió en un mensaje difundido por el Palacio de Buckingham las hijas del príncipe Andrés, Beatriz y Eugenia. "Todos te extrañaremos mucho".
ds
