En Brasil, ser mujer es una condición que activa a la discriminación. Si la representante del género desea ingresar a la categoría de trabajadora, suma la explotación. Y si el especimen es de raza negra logra, entonces, ser la peor paga del país.
La lectura no es una ironía, se desprende de un estudio realizado por el instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), difundido el sábado en el país vecino.
En documento revela, además, que los hombres blancos son, en definitiva, los único privilegiados en el mercado laboral brasileño.
No una sino todas. Los investigadores coinciden en que, por un lado, l a discriminación "se extiende a todas las mujeres independientemente de su raza, debido a que ingresaron al mercado laboral en una época desfavorable".
"Ellas fueron a competir con los hombres, por los mismos cargos pero en condiciones inferiores de formación y en una época en que la economía mundial pasaba por inseguridades", explicaron en un informe.
Actualmente, “aún cuando la mujer tiene condiciones mejores de currículo, c ontinúa ganando 60 por ciento menos que los hombres, ejerciendo las mismas funciones", se puntualizó en el documento.
Según los resultados de la investigación, "la diferencia entre hombres y mujeres en el mercado laboral persiste porque las empresas todavía ven a la mujer con desconfianza, por los gastos con la licencia por maternidad y por su supuesta "fragilidad".
El color. Desde el punto de vista racial, independientemente del género, la cifra de negros en situación de pobreza es dos veces mayor que la de los blancos. Mientras que el 19,6 por ciento de los blancos era considerado pobre en 2004, el 41,7 por ciento de los negros sufría el mismo problema.
Con el fin de la esclavitud, los gobiernos no ofrecieron a los negros trabajo o condiciones de estudio, un problema que pasó de generación en generación.
"Siempre las mismas personas, con los mismos atributos, van quedando fuera de la fila y siendo excluidas, siempre", explica el estudio.
La investigación reveló, además, que la tasa de pobreza entre los brasileños, que considera aquellas familias que reciben menos de un salario mínimo por mes (de 350 reales, equivalentes a 162 dólares) se redujo del 33,3 por ciento en 2001 al 30,1 por ciento en 2004.