Agencias
Ciudad del Vaticano
La “primera piedra” que hay que remover de nuestra vida es “la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos”.
Así afirmó ayer el papa Francisco durante la homilía de la solemne misa de la Vigilia Pascual, celebrada en la basílica de San Pedro.
“Que el Señor nos libere de esta terrible trampa, del ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y el centro de la vida fueran nuestros problemas”, agregó.
Subrayó cómo hoy se necesita tanta esperanza y se debe difundirla y anunciar al Resucitado “con la vida y mediante el amor”.
“Si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo”, agregó.
“También nosotros, como Pedro y las mujeres, no podemos encontrar la vida permaneciendo tristes y sin esperanza y quedando aprisionados en nosotros mismos”, afirmó el Pontífice.
“Abramos al Señor nuestros sepulcros sellados, cada uno de nosotros los conoce, para que Jesús entre y dé vida; llevamos con El las piedras de los rencores y los obstáculos del pasado, las pesadas rocas de la debilidad y de las caídas”, añadió.
Más que optimismo. La esperanza, advirtió Francisco, “no es simplemente optimismo, y menos una postura psicológica o una invitación a tener coraje. La esperanza cristiana es un don que Dios nos hace. Esta esperanza no desilusiona porque el Espíritu Santo fue derramado en nuestros corazones”, afirmó.
“Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada y nadie podrán jamás separarnos de su amor”, enfatizó el Pontífice.
El Papa dijo además que el “Señor está vivo y quiere ser encontrado entre los vivos. Luego de haber encontrado, cada uno es invitado por El a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones apesadumbrados por la tristeza, en quien se esfuerza por encontrar la luz de la vida”, añadió.
El rito comenzó con la bendición del fuego, en la cual el Pontífice incide con un punzón sobre el Cirio Pascual, que lleva una cruz con la primera y la última letra del alfabeto griego, alfa y omega, y las cifras del año en curso. Tras ese rito se celebró la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Bautismal. Durante la ceremonia, el papa bautizó a doce personas, procedentes de Albania, Camerún, Corea, India, China e Italia.
Hoy será la misa solemne del Domingo de Resurrección, en la que el papa Francisco leerá el mensaje de la Pascua e impartirá la tradicional bendición Urbi et Orbi (para la ciudad y para el mundo).