INTERNACIONAL

Mi jefe, lejos de los titulares

Un funcionario de la ONU narró la visita de Ban Ki-moon. De la estación de servicio al encuentro con CFK.

Los lugareños no reconocieron al secretario general de la ONU.
| Prensa Naciones Unidas

Mi jefe, el Secretario-General de las Naciones Unidas, generó inusuales titulares esta semana, sobre todo por haber hecho un viaje nocturno de ocho horas en ómnibus, desde Córdoba hasta Buenos Aires, luego de que su avión fuera desviado a causa de las cenizas volcánicas. Es más, Ban Ki-moon apareció en más de una portada de un medio, aquí y en el extranjero, tomando el desayuno en una estación de servicio en las afueras de Rosario junto a sus asesores. 

La buena noticia fue, desde mi perspectiva, que con la invalorable ayuda y organización del Ministerio de Relaciones Exteriores, el Gobernador de Córdoba y los Jefes de Policía de tres provincias, su insólita caravana encabezada por un ómnibus coche-cama llegó justo a tiempo. En primer lugar para un excelente encuentro con la Presidenta en la Casa Rosada, seguido de un agradable almuerzo que reunió a Ministros del Poder Ejecutivo, Diputados del Congreso, Embajadores y Gobernadores. 

Me tocó compartir la mesa con los jefes del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada, a quienes les comenté que si el Secretario-General no hubiera llegado gracias a su viaje nocturno ¡yo podría haber perdido mi trabajo!

Más allá de los agradables brindis y las gentiles palabras, por supuesto, hubo serios intercambios diplomáticos. Argentina expresó su preocupación acerca de la falta de negociaciones sobre las Malvinas y su frustración frente a las exploraciones en busca de combustibles en el Atlántico Sur.

El Secretario-General manifestó su interés en una agenda que pone especial énfasis en las campañas de la ONU contra la pobreza y el Cambio Climático y que fue propuesta por Argentina como líder del movimiento G-77, que comprende 131 países más China. La Presidenta apoyó decididamente un Segundo mandato del Secretario-General al frente de la ONU, por un período de cinco años, comenzando en enero próximo. 

Más tarde nos trasladamos desde la Casa Rosada hacia el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (ex ESMA) junto a las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, en donde mi jefe se mostró profundamente conmovido al ver las cámaras de tortura y las celdas usadas como sala de partos en las que daban a luz las mujeres secuestradas.

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Al día siguiente, fuimos en caravana desde el Ministerio de Relaciones Exteriores hasta el centro de entrenamiento de Cascos Azules en Campo de Mayo, en donde el Secretario-General pronunció un estimulante discurso a los soldados, hombres y mujeres, que pronto se sumarán a las fuerzas de paz de la ONU en Haití. 
 
Mientras Ban hablaba, todo el tiempo, yo estaba me preguntaba algo más. ¿Qué pensaba el Secretario-General acerca del futuro de la ONU y su nuevo rol en un mundo en constante cambio? Con su reelección aparentemente asegurada ¿cuál era su visión de una organización que está obviamente situada en la encrucijada de su propia historia? 

La ONU tiene 65 años, nació y se construyó sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Los años han multiplicado los desafíos que la ONU enfrenta, sin que por ello la ONU se haya modernizado para hacer frente a esos desafíos. No es necesario ser un experto en ciencia política o un fan de Paul Mc Cartney para pensar en el hit de los Beatles llamado “Will you still need me, when I’m 64?” (¿Todavía vas a necesitarme cuando tenga 64 años?).  

En el transcurso de la visita del Secretario-General su mensaje hacia nosotros se volvió muy claro. El mundo está pidiéndole a la ONU que haga más y más con menos y menos. Ya sea que se trate del mantenimiento de la paz en Haití, o Líbano, o el Congo.  Ya sea que se trate de impedir pandemias, o juntar los pedazos después de un Tsunami, o preparar a comunidades para el próximo desastre natural. Ya sea que se trate de liderar la campaña para contener las armas nucleares, o reducir los efectos del cambio climático, o alimentar el número creciente de gente azotada por la pobreza que dejó atrás el actual contexto económico. 

“Tendremos que hacer todo eso y más. Y tendremos que entender que nuestros Estados Miembros no cuentan con los medios para darnos lo que pensamos que necesitamos en este período de recesión”, nos dijo. “Tendremos que ajustarnos el cinturón hasta que duela. Y tendremos que acostumbrarnos a la idea de que nos pregunten: ¿para qué sirve la ONU si no puede hacer frente a esta crisis o a esa emergencia?”

Mirándonos a todos a los ojos, con la claridad de un líder que sabe lo que tiene que hacer, prometió un cambio. Hacer más eficiente el gerenciamiento de la ONU, recortar presupuestos, transferir recursos a áreas de gran necesidad, promover mujeres a posiciones de alto rango. Algunos de mis colegas que han trabajado en la ONU mucho más tiempo que yo han escuchado todo esto antes. Pero para mí mi jefe hablaba como un director ejecutivo, y como un hombre con una misión.  

 “Las apuestas son demasiado altas para nosotros como para fallar” destacó antes de subir a bordo del ferry hacia Uruguay, mientras los aeropuertos seguían en medio de la confusión provocada por la nube de cenizas. Y me volví pensando que mi jefe nos mostró a todos lo que significa adaptarse al tomar el coche-cama desde Córdoba; habló en serio cuando se refirió al cambio no como una opción sino como una necesidad. 

(*) Director del Centro de Información de las Naciones Unidas para Argentina y Uruguay.