"Viva la libertad, carajo", tuiteó Javier Milei pasadas las 20 del domingo, cuando quedó sellado el triunfo de José Antonio Kast en la segunda vuelta electoral en Chile. Desde Buenos Aires, el gobierno libertario siguió de cerca y "celebró" el resultado del candidato ultraconservador, plasmando la euforia en un veloz comunicado que incluso precedió al pronunciamiento del oficialismo chileno que, poco después, reconoció la derrota y encaró la transición con el tradicional llamado telefónico entre el actual presidente y el ganador, en una suerte de cadena nacional que simboliza la madurez de la democracia chilena.
El presidente argentino se apresuró a englobar el triunfo de Kast dentro de un supuesto "giro" regional y una reacción conservadora global en ascenso, en sintonía con los designios de su aliado del norte, el estadounidense Donald Trump —en función de su influencia en los recientes procesos electorales de Argentina y Honduras—. Pero en el país trasandino la lectura es distinta.
Más allá de la simpatía personal que demostraron en los últimos meses, Kast no es Milei. No es un outsider, un disruptivo o un topo que viene a destruir al Estado desde adentro, características de la liturgia libertaria detrás del meteórico ascenso del economista anarcocapitalista a la máxima investidura. "Kast no se parece a Milei. No solo desde el punto de vista de la retórica o del estilo político, sino desde la trayectoria. Es un político mainstream, convencional", afirmó el politólogo chileno Andrés Dockendorff.
Dockendorff es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Essex, especialista en temas electorales y consultor político radicado en la capital chilena, conoce de cerca el recorrido de quien asumirá el mando de La Moneda el 11 de marzo de 2026. "Kast es un político profesional: jefe de bancada o de bloque, como le dicen allá en Argentina. Es decir, es un político que ha hecho carrera política toda su vida", sostuvo.
En diálogo con PERFIL, el especialista el veedor internacional de la OEA destacó uno de los rasgos que diferencian a Kast de sus "amigos" de la internacional conservadora regional, desde Milei a Jair Bolsonaro: pertenece al establishment (la "casta política" en clave libertaria), pero supo "moderarse" para capitalizar el descontento de una sociedad harta de los coletazos del crimen organizado y el estancamiento económico.

En su tercer intento por la presidencia, Kast, un veterano político, profundamente religioso y defensor del esquema heredado por el dictador Augusto Pinochet, se consolidó una opción para responder a las demandas posteriores al ciclo reformista abierto tras el estallido social, que derivó en el histórico triunfo de Gabriel Boric en 2021. Pero también se convirtió en una suerte de referente político de la reacción conservadora regional, aunque desde una lógica institucional y no rupturista.
La diferencia, en tanto, no es menor: lejos de la épica libertaria, el nuevo presidente chileno llega al poder como un dirigente formado en el sistema, con una larga trayectoria política y una estrategia clásica de acumulación. Si bien no tendrá la motosierra en mano durante los primeros días de su "gobierno de emergencia", eso no impide que Kast dialogue —al menos simbólicamente— con una reacción más amplia frente al "globalismo", una corriente ideológica que une a los líderes populistas y conservadores en América y Europa —desde Trump o Milei hasta la italiana Giorgia Meloni, admirada por el propio Kast—, más allá de las diferencias en política económica.

Quién es Kast, el nuevo presidente electo de Chile
José Antonio Kast fue electo presidente de Chile luego de arrasar en la segunda vuelta. Le sacó más de 16 puntos a la exministra de Trabajo, Jeannette Jara, en una elección atravesada por un dato clave: el regreso del voto obligatorio. Cerca de cinco millones de personas, sobre un padrón total de quince millones, fueron a las urnas. Muchos de ellos votaron por primera vez o regresaron después de años de abstención.
El dato político central es claro: una mayoría social —cerca del 70% del padrón—votó contra el oficialismo de centroizquierda que encarna el gobierno de Gabriel Boric. Según Dockendorff, no se trató tanto de un entusiasmo ideológico como de un rechazo político."No es que haya una mayoría ideológicamente de derecha dura sino que se trata de una mayoría que vota contra el gobierno", explicó. Ese electorado nuevo —continuó el experto—, despolitizado y poco interpelado en elecciones anteriores, fue decisivo en el balotaje del domingo.

Con el voto obligatorio, el histórico "techo" electoral chileno quedó definitivamente roto y la participación se disparó en favor del fundador del Partido Republicano de Chile, tal como lo vaticinaban los sondeos. Abogado, exdiputado y líder del Partido Republicano —con apoyo del Partido Social Cristiano—, Kast ya había ganado la primera vuelta en 2021, aunque luego fue derrotado en el balotaje por el joven Boric. Esta vez, a sus 64 años, el contexto fue otro en función de una agenda política marcada por crímenes inéditos para la sociedad chilena, como el sicariato, el narcotráfico y los movimientos migratorios irregulares, con foco en la diáspora venezolana.
"Quiero decirles a los inmigrantes irregulares que les quedan 111 días para dejar Chile voluntariamente. Sino lo vamos a detener, retener y expulsar", advirtió Kast en campaña. Ante el endurecimiento del discurso, en sintonía con el clima regional, más de uno le echó en cara su origen: es hijo de inmigrantes alemanes y su padre, Michael Kast, fue parte de la Wehrmacht, las fuerzas armadas de la Alemania nazi. Kast siempre defendió a su padre en función de la obediencia debida, una constante en su trayectoria política que se remonta a los años finales de la dictadura chilena.
Su historia y la sombra de Pinochet
Oriundo de Paine, una ciudad en a 40 kilómetros de Santiago, en 1988 apareció en la franja televisiva del Sí en el plebiscito que buscaba la continuidad del dictador Augusto Pinochet, diferenciándose de otros políticos en ascenso como Sebastián Piñera, quien hasta ahora representó a la derecha desde el retorno democrático. Estudiaba Derecho en la Universidad Católica, un espacio fuertemente marcado por la figura de Jaime Guzmán, ideólogo de la Constitución de 1980 y fundador del gremialismo, corriente que defendía una política regida por valores católicos y una concepción normativa del orden social.
Día 735: Triunfo de Kast y encerrona del progresismo
Sin embargo, Kast quedó profundamente influenciado por ese ideario. Más tarde ingresó a la UDI, el partido heredero del régimen, fue concejal en Buin y luego diputado durante más de una década. Nunca fue un gran orador ni un líder carismático, pero se destacó por sostener sin matices la línea más conservadora: se opuso al divorcio, a la pastilla del día después, al aborto en tres causales y al matrimonio igualitario.
De hecho, mientras la derecha chilena buscaba modernizarse y despegarse del lastre de la dictadura, Kast permanecía en el mismo lugar. Durante años, eso lo dejó al margen del poder. Hoy, paradójicamente, le dio identidad. Kast, como diría Milei, la vio: en vez de seguir con su histórica agenda "anti woke", que definió su propuesta política, optó por girar a lo práctico. Así, centró su campaña en el "orden" y se convirtió en un candidato perfecto para capitalizar el malestar social.
"Kast es muy conservador, más que Piñera, sobre todo en lo valórico y en seguridad. Pero no veo que represente una amenaza a la democracia. Nunca ha dicho que va a saltarse las reglas, la Constitución o la democracia representativa. El presidente de su partido es un abogado constitucionalista. En esta elección decidió no jugar la carta conservadora y apostar al gobierno de emergencia. Además, no tener mayoría parlamentaria no lo afecta tanto porque su programa no incluye grandes reformas constitucionales", analizó Dockendorff.

"Orden en la casa"
El punto de inflexión fue el estallido social de 2019. Mientras gran parte del sistema político oscilaba entre el silencio, la autocrítica y la adaptación al clima de época, Kast eligió confrontar. Condenó las protestas, defendió el legado económico de la dictadura y respaldó a Carabineros. “Kast fue el único que se opuso desde el principio a ese proceso", continuó el experto. En ese camino, no solo construyó un relato, sino también un partido político que le permitió disputar el liderazgo de la derecha.
La ruptura con la UDI en 2016 y la fundación del Partido Republicano marcaron el inicio de esa disputa. Desde entonces, Kast se presentó como el guardián de los "valores fundacionales" de Guzmán —asesinado en los noventa— y acusó a la dirigencia tradicional de haber "claudicado" frente a la izquierda. Con el tiempo, otras capas se fueron sumando. El estallido, los fracasos del proceso constituyente y una creciente preocupación por la seguridad terminaron de consolidar su liderazgo. "Kast construyó liderazgo cuando la derecha no lo tenía”, resumió Dockendorff.
Tras ganar, Kast buscó proyectar unidad hacia el interior del bloque opositor. Saludó especialmente a Johannes Kaiser, líder del Partido Nacional Libertario, y a Evelyn Matthei, figura histórica de la centroderecha, cuyo respaldo fue clave para consolidar el triunfo. También mencionó a Franco Parisi, el candidato tiktoker y tercero más votado, pese a que el líder del Partido de la Gente no había llamado explícitamente a votar por él.
La comparación con Milei: "Todo va a estar bien"
"No te preocupes, todo va a estar bien", sostuvo Kast en un video junto a Eduardo Bolsonaro y Javier Milei que fue viral y giró la discusión hacia la alianza conservadora regional. Pero, según Dockendorff, existen diferencias importantes.
"Anteriormente, Kast estuvo en fase de construcción partidaria y ahora postuló para ganar. Además, los chilenos no lo votaron para dar una 'batalla cultural' sino por la seguridad y economía", explicó y continuó: "El riesgo es repetir el error de Milei: dedicar energía a la batalla cultural y perder apoyo. En cambio, Kast mira el caso Meloni: campaña dura, llegada al gobierno y moderación. Kast, además, tiene un temperamento muy distinto a Milei. No es agresivo. Puede tener alineamientos en algunas materias, pero es mucho más institucional".
El mensaje de Kast fue claro: orden interno, disciplina política y gobernabilidad. "Vamos a restablecer el respeto a la ley", dijo Kast tras la victoria. "En Chile las reglas todavía funcionan, por eso Kast no necesita romperlas", concluyó el politólogo ante la consulta sobre una comparación con el caso argentino.
En una región marcada por liderazgos extremos y personalistas, Chile vuelve a diferenciarse. No por la ausencia de conflicto, sino por la forma —todavía institucional— en que decide procesarlo. Kast asumirá el 11 de marzo con un mandato acotado y claro. No inaugura una revolución libertaria ni una ultraderecha disruptiva. Encabeza, más bien, una contrarreacción conservadora, ordenada y sistémica frente al ciclo político que se abrió tras el estallido social.
CD/ff