El balance del devastador terremoto que sacudió Turquía y Siria el pasado lunes se elevaba el domingo a 33.179 muertos, y aunque las tareas de rescate continúan, en ambos países tienen pocas esperanzas de hallar más sobrevivientes.
El sismo de magnitud 7,8 dejó 29.605 muertos en el sur de Turquía, anunció el domingo el organismo público de gestión de catástrofes de ese país, a los que se los agregan 3.574 fallecidos en las regiones de Siria ocupadas por el régimen.
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No obstante, según el jefe de socorro de la ONU, Martin Griffiths, la cifra final podía ser dos veces mayor. Dijo que esperaba que la cifra "se duplicara o más" a medida que las posibilidades de encontrar sobrevivientes se desvanecieran con cada día que pasaba.
Naciones Unidas advirtió, además, que al menos 870.000 personas necesitan urgentemente comidas calientes en Turquía y Siria. Solo en Siria, hasta 5,3 millones de personas pueden haberse quedado sin hogar.
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Casi 26 millones de personas se vieron afectadas por el terremoto, dijo la Organización Mundial de la Salud (OMS) al solicitar el sábado 42,8 millones de dólares para hacer frente a las necesidades de salud inmediatas después de que decenas de hospitales resultaran dañados.
La agencia de desastres de Turquía dijo que más de 32.000 personas de organizaciones turcas están trabajando en esfuerzos de búsqueda y rescate, junto con 8.294 rescatistas internacionales.
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Pero, en muchas áreas, los equipos de rescate dijeron que carecían de sensores y otros equipos de búsqueda avanzados, lo que significa que a menudo se vieron reducidos a cavar cuidadosamente a través de edificios destruidos con palas o solo con sus manos.
Pese a la desesperanza, siguen surgiendo historias milagrosas de supervivencia. En Turquía, casi 160 horas después del sismo, varias personas más fueron rescatadas, incluido un niño de ocho años en Gaziantep y una mujer de 63 años en Hatay.
La desesperanza reina en la devastada Siria
"No queda esperanza", dice el jefe de la Defensa Civil de la ciudad siria de Jableh, devastada por el sismo y donde la brecha entre cada rescate exitoso se hace cada día más extensa.
"Pese a ello, a cada paso, nos detenemos y gritamos: ¿hay alguien vivo?", explica Alaa Moubarak, junto a un perro que olfatea alrededor de un edificio destruido.
Siria, devastada por 12 años de guerra, sufre escasez de recursos básicos. La falta de carburante y los cortes de electricidad constantes obligan a los equipos de rescate a trabajar con su propio material, escarbando entre los restos con palas y sus manos.
"No hemos recibido nuevos equipos desde hace 12 años, 90% de nuestra reserva está fuera de uso", se lamenta Moubarak. "Si hubiéramos tenido este tipo de equipamiento, habríamos salvado cientos de vida, quizás más".
En los barrios más poblados de Jableh, cientos de personas se acercan a los equipos de rescate para intentar obtener informaciones sobre las personas desaparecidas.
Pero el coronel Hamad al Kaabi, responsable de los rescatistas llegados desde Emiratos Árabes Unidos, advierte de que las posibilidades de encontrar supervivientes son tan mínimas que los equipos de emergencia fueron autorizados a utilizar excavadores y maquinaria pesada para retirar los escombros.
"La mayoría de los supervivientes ya fueron sacados", aseguró. Aunque "todavía queda una chance de encontrar supervivientes", dice manteniendo una última esperanza.
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La ardua tarea de identificar a los muertos en Turquía
En las morgues improvisadas del sur de Turquía, en los estacionamientos, en los estadios o en los gimnasios, familias angustiadas buscan a sus seres queridos fallecidos en la tragedia. Muchos temen no llegar a encontrarlos a tiempo.
"Las autoridades ya no quieren conservar los cuerpos más allá de un cierto plazo, y los llevarán a enterrar", dijo una mujer preocupada por encontrar a sus familiares.
Las autoridades prometieron que todos serían identificados y devueltos a sus familiares. "Todos los cuerpos serán devueltos a los suyos", asegura el fiscal enviado a las familias en duelo. "Tomamos muestras de sangre de cada cuerpo no reclamado", insiste.
Hasta el momento, más de 22.000 cuerpos fueron retirados de los escombros en Turquía. Junto con los fallecidos en Siria, el temblor telúrico dejó en total más de 25.000 muertos.
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Los cuerpos no identificados se mantienen separados y los investigadores toman muestras de ADN, fotografías y notas de cada uno de ellos.
"Mostramos los rostros a los parientes cercanos", explicó un investigador especializado en escenas del crimen, en uniforme de protección antibacteriológica, que se negó a ser identificado. "Si el cuerpo permanece anónimo, tomamos sus huellas dactilares y una muestra dental", precisó.
En morgues y cementerios improvisados, se colocan pizarras con los nombres de las víctimas, escritas a mano, en cada tumba apresuradamente sellada, a veces envueltas en una bufanda o un pañuelo para que las familias puedan encontrar a sus seres queridos.
Yusuf Sekman, representante de la dirección de Asuntos Religiosos, detalla que los cuerpos no identificados son colocados en función del edificio derrumbado donde fueron descubiertos. "De este modo, los familiares también pueden ubicarlos en función de la dirección del difunto", subraya.
El ministro de Salud, Fahrettin Koca, afirmó el viernes que esperaba que todos los cuerpos fueran identificados. "Cargamos las fotografías de los fallecidos en un programa especial" para que sus seres queridos puedan encontrarlos. "Espero que podamos identificar a la mayoría de ellos", indica.
ds