El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, está seguro de que le abrirán una investigación con el fin de llevarlo a prisión si pierde las elecciones. También cree que sus hijos podrían ser víctimas de una suerte de ardid en su contra.
La hipótesis, revelada por el diario Folha de San Pablo, estaría poniéndolo cada vez más nervioso y molesto mientras, a dos meses de las elecciones, Luiz Inácio Lula da Silva continúa como favorito en las encuestas.
Dos fantasmas persiguen a Bolsonaro. Los de Lula y de Michel Temer, detenidos después de terminar sus mandatos. Para las elecciones, previstas para el 2 de octubre, los sondeos pronostican el triunfo de Lula.
La campaña comenzará el 16 de agosto, pero ya está virtualmente en marcha. Lula, empeñado en sumar a su frente progresista a conservadores desencantados con Bolsonaro, tiene una intención de voto del 45% mientras el actual presidente no repunta del 30% que tiene aparentemente como techo.
Bolsonaro, al mejor estilo Donald Trump, cuestiona todo. Hasta el voto electrónico adoptado en Brasil en 1996, que presagia como motivo de fraude más allá de que haber sido elegido con ese sistema cinco veces diputado y, en 2018, presidente. Les trasladó esa sospecha a 40 embajadores el 18 de julio como si se tratara de una confabulación en su contra que recibió múltiples repudios de propietarios de medios de comunicación con una consigna: “No existe democracia sin libertad de prensa”.
En varias ocasiones, Bolsonaro ha insinuado que no reconocerá el resultado de las elecciones si le resulta adverso mientras, como a otros mandatarios, lo acechan la inflación, el índice de desempleo y la pobreza. Todos en alza.
Argentina suele ser el espejo empañado en el que no quiere que se refleje Brasil. Dice su último tuit que lamenta el uso del lenguaje inclusivo: “El único cambio que se produce es que ahora hay ‘carencie’, ‘pobreze’ y ‘desocupacione’. Que Dios proteja a nuestros hermanos argentinos y los ayude a salir de esta difícil situación”.
CB PAR