En el primer debate de cara a la segunda vuelta de las presidenciales de Brasil, previsto para el 30 de octubre, el presidente Jair Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva se sacaron chispas.
Lula arremetió contra la gestión de la pandemia. Lo acusó de la negligencia de su gobierno, que ocasionó más de 600 mil muertes. Bolsonaro repuso con los brazos cruzados que Brasil fue uno de los países en los cuales pudo vacunarse todo aquel que quisiera. Lula insistió en que su rival se había burlado de aquellos que murieron asfixiados durante la pandemia.
Duras afirmaciones de uno y del otro después de haber mirado a las cámaras con sonrisas tensas antes de ingresar en el estudio del canal Bandeirantes, de San Pablo.
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Bolsonaro intentó asociar a Lula con traficantes de drogas por haber estado en el complejo de Favelas de Alemão, Rio de Janeiro. Le dijo que ganó cuatro de cada cinco votos en los presidios de Brasil.
También le reprochó estar enamorado de Fidel Castro, Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Evo Morales, Gustavo Petro y Alberto Fernández, a los cuales incluyó en el Foro de San Pablo como miembros de una corriente de izquierda que lleva al desastre a sus países.
Dijo Bolsonaro: “Miren para dónde está yendo nuestra Argentina. Fernández, cuando era candidato, fue a visitar a Lula a la prisión en Curitiba. Miren cómo está la economía de Argentina, 40% del pueblo está en la línea de la pobreza. Revisan basurales para sobrevivir. ¿Eso queremos para Brasil? Poner personas como esas, sin ninguna calificación para conducir el país”.
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Lula cumplirá 77 años el 27 de octubre. Pretende festejarlo tres días después con el triunfo en las elecciones. Le pidió a Bolsonaro que se quede en su casa y que no vuelva a la escena del crimen. Lo acusó de ser una vergüenza nacional.
La campaña más polarizada de la historia de Brasil cobró de este modo un tono más agresivo con acusaciones mutuas en busca de reforzar los votos cautivos y cautivar a los indecisos.
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