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Criaturas fantásticas: así era la Antártida hace 40 millones de años

Gracias a los cambios revolucionarios en la paleontología, el investigador Thomas Halliday reconstruye el ambiente cálido que reinó en el continente blanco durante la prehistoria.

Otros Mundos, Thomas Halliday
Otros Mundos, Thomas Halliday | Editorial Debate

Hace 41 millones de años, las playas de la Isla Marambio estaban cubiertas de almejas y caracoles parecidos a cuernos de unicornio. Era el suelo que pisaban colonias de pingüinos que llegaban a medir dos metros y pesar 120 kilos, tanto como un rugbier actual. Debajo de las aguas templadas de la Antártida se mecían los nautilos (parientes acorazados de los pulpos) y amenazaban los basilosaurios, ballenas como serpientes de 21 metros.

En lo que hoy es un mundo helado, donde funciona la principal estación científica y militar argentina, había entonces un bosque tropical de lianas y araucarias; aves de cinco metros de envergadura; una bestia de grandes colmillos con forma de tapir (el astrapoterio); y antecesores del murciélago, el camello y la zarigüeya, que pudieron haber llegado desde lo que hoy es Australia, cuando estaba unida a Sudamérica en el supercontinente Gondwana. Todo sucedió a comienzos del Eoceno, un período en que las altas concentraciones de metano y dióxido de carbono hacían del planeta un lugar tan cálido que el continente blanco tenía inviernos de 12 grados y veranos de 25.

¿Cómo y cuándo empezó la vida en la Tierra?

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A los 33 años, el investigador escocés Thomas Halliday combina la paleontología tradicional con la biología moderna para producir descripciones como esta en Otros Mundos (Debate), que reconstruye 16 ecosistemas extintos de la Tierra, desde Alaska hasta Bolivia, desde Alemania hasta la China, en un viaje que se remonta a los inicios de la vida pluricelular.

Hoy es posible saber cómo vivían, comían, se apareaban y morían criaturas que vivieron hace millones de años. Los paleontólogos ya no dedican todo su tiempo a limpiar rocas con un cepillo de dientes para encontrar tesoros fosilizados; hoy pasan buena parte de sus carreras manejando programas que simulan desplazamientos de dinosaurios o controlando equipos de rayos X para develar misterios esquivos. Gracias a esa combinación de tecnología e intuición, podemos descubrir aspectos tan precisos como texturas de escamas, colores de piel y hasta los sonidos con que se comunicaban.

El objetivo es “ver las antiguas formas de vida como si fueran visitantes habituales de nuestro mundo, como seres palpitantes e impulsivos de carne e instinto”, plantea Halliday, dueño de una sensibilidad que le permite representar a los seres del pasado como animales y no como monstruos. En su contexto original, presentes y sintientes: vivos y dinámicos.

FM JL