Todas las miradas estaban puestas en Sergio Massa. El tigrense acababa de jurar como el flamante ministro de Economía y llegaba a ese lugar con la impronta de ser la última bala del Gobierno: era lógico que se llevara toda la atención. Por eso, en la tarde del miércoles 5, casi nadie vio lo que sucedió con Alberto Fernández luego de que abandonó el Museo del Bicentenario. Es que cuando estaba regresando a la Casa Rosada lo interceptó uno de los salientes funcionarios, que quería charlar con él y agradecerle. Pero el encuentro no salió como esperaba.
Es que la relación entre el Presidente y Julián Domínguez, ex ministro de Agricultura, venía teniendo chispazos. Alberto había insistido mucho en sumarlo a su Gabinete, e incluso hay quienes juran que a Aníbal Fernández, histórico enemigo de Domínguez, le ofrecieron la cartera de Seguridad sólo para compensarlo ante el seguro arribo de su otrora competidor bonaerense. Porque se había jugado tanto en incorporarlo a su equipo es que Alberto se había ido desilusionando con Domínguez a lo largo del año.
En abril un tractorazo en la Ciudad encontró el ex funcionario en un viaje oficial en Israel, postal que se volvió a repetir en los primeros días de julio, cuando Domínguez estaba en Roma para otra gira de trabajo. “Nunca sentí que te hayas puesto la camiseta de este Gobierno, Julián. No estabas cuando te necesité”, le habría dicho el Presidente, luego de la jura de Massa.
Domínguez se había acercado al Presidente para agradecerle la confianza y en especial el saludo y las palabras que le había dedicado Alberto en el acto, donde le “agradeció especialmente” el trabajo al saliente funcionario. Pero Alberto, en esa charla privada, mostró un rostro menos sonriente y le hizo algunos reproches. Sin embargo, el que más pesó en esa lista fue la asistencia de Domínguez al acto de CFK en Ensenada, el sábado 2 de julio. Fue el día en que Martín Guzmán presentó su renuncia, mientras la vicepresidenta hablaba.
En esa alocución ella hizo dos menciones a la presencia del entonces ministro, en lo que se entendió como una picardía para el albertismo. “Julián, imaginate que Cristina empezaba a criticar a mis funcionarios y te ponchaban a vos aplaudiendo. ¿Qué tenía que hacer yo? Me obligabas a una medida drástica, me pusiste en un lugar muy difícil”, se escuchó en la explanada de la Rosada. Picante.
JL PAR