Rodolfo Santangelo aseguró que la decisión del Gobierno de permitir a las personas comprar dólares “sin límites” tras la salida del CEPO fue, a su juicio, "un error": "Fue un error que las personas fisicas puedan comprar indiscriminadamente, sin límites, dólares para atesorar, para viajar o para revendérselo a las empresas que no pueden comprar”, explicó el economista en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Rodolfo Santangelo es licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en el Centro de Estudios Monetarios y Bancarios, en la Gerencia de Programación Monetaria y en el área de estudios externos del Banco Central de la República Argentina. En el año 1992, luego de desempeñarse como consultor en el sector privado, fundó MIS Consultores, mientras que en el año 2015 funda Macrobi Sociedad Anónima.
Finalmente están vendiendo dólares, algo que habían dicho que no iban a producir. Te pido un pronóstico. Porque, bien, si uno vende 100 millones de un día, no pasa nada; pero si tiene que vender 100 millones de dólares hasta octubre ¿llega esto a octubre con esta política acá?
Estamos viviendo un momento crítico donde el diagnóstico es clave: saber si tiene razón, por lo menos, lo que se dice desde el oficialismo, que este es un tema exclusivamente político-electoral que mágicamente termina en noviembre o fin de octubre o si hay causas de fondo que están alimentando todo esto. Yo creo que la primera versión, de atribuirle todo a la incertidumbre política, es como mínimo exagerado y quizás equivocado. Obviamente que el resultado electoral, sobre todo el de octubre, va a jugar un rol. El del domingo puede o no acelerar los tiempos.
Cuando vos mirás el bosque: el sector público tiene que comprar dólares, no vender dólares. El sector público no tiene dólares propios, salvo estos mil millones que compró y que tienen como destino fundamental pagar la deuda. No tranquilizar al tipo de cambio. Como remedio excepcional de un día, de una semana, lo podés entender, pero es insostenible. Acá tenemos una paradoja porque, si vos me preguntás si Argentina está mejor con el dólar a 14 o el dólar a 11, la respuesta es: estamos mejor con el dólar a 1.400. El tema es que da la sensación de que 1.400 todavía no equilibró la oferta con la demanda y que no sabés cuál es ese ese descubrimiento del precio en el cual los que venden son iguales a los que compran. Siempre, en un mercado libre, por uno que vende hay uno que compra. El tema es: ¿a qué precio se equilibra? Y entonces estamos en una situación donde la venta de divisas de la Tesorería solo sirve para asustar, para prorrogar, pero no es el mecanismo central.
Y acá vamos a ir a una pregunta de fondo: Si la salida del CEPO de abril fue una medida como mínimo apresurada porque, si tanta preocupación te generaba la incertidumbre electoral, la hubieras dejado para después de octubre.La salida del CEPO del 12 de abril yo te diría: primero nos sorprendió y nos parecía arriesgada. Cuando empezamos a ver los primeros números de mayo y de junio nos pareció apresurada y casi hoy te tengo que decir que fue un error. Estoy hablando de esto: de que las personas humanas puedan comprar indiscriminadamente, sin límites, dólares para atesorar, para viajar o para revendérselo a las empresas que no pueden comprar. El último dato publicado, del mes de julio, dio dramático: un número de 5.000.000.000. Eso es, a todas luces, insostenible, inmantenible. Si tiene razón el Gobierno y el primero de noviembre baja, me saco el sombrero, pero no creo que sea así. En un mercado libre, ¿cuál es el tipo de cambio que equilibra la oferta y la demanda? Pareciera que estamos lejos. Y la tasa de interés como ducha fría para apaciguar transitoriamente la cuestión, de vuelta, sirve por un mes, por tres meses, por “x” meses, pero no permanentemente.
Vos decís, “en realidad es mejor que el dólar esté a 100 que esté a 1.000.” Por lo que uno podría decir entonces: bueno, mejor entonces que se colocó el sistema de bandas, porque si hubiéramos seguido con el crawling peg del 1%, hoy estaría a 100. Pero el error fue no las bandas, sino haber permitido que las personas físicas pudieran comprar para atesorar. Ahora, si las personas físicas no hubieran comprado para atesorar, el dólar no hubiera subido. Pero para que el dólar subiese, lo que tendría que haber sido es que comprara el Estado. Habría que haber sustituido el Estado por las personas físicas.
Yo me defino como un gran liberal. Yo creo mucho más en los mercados que en la intervención del Gobierno. Pero tiene que tener una secuencia. Entonces, el tipo de cambio arriba por compras del Gobierno, ya sea para pagar la deuda o para acumular reservas, es mucho mejor que las compras del público para viajar o para atesorar. Después veremos si eso da 1.300, 1.100. Por supuesto que iba a haber una brecha.
Entonces estamos de acuerdo en que la mala praxis no fue salir del cepo, sino salir del cepo habilitando a las personas físicas a comprar.
Por supuesto. Y por lo menos usaría la palabra: sin límites. Por ejemplo, fíjate una cosa curiosa, que lo pongo como anécdota pero que refleja algo raro. Para hacer turismo dejaron la retención del impuesto este del 30% si pagás la tarjeta con pesos. Pero nadie paga esa retención porque comprás dólar y pagás la tarjeta. Entonces ahí hay como una desprolijidad. A ver, viajar a 1.100 no va más, no va más. Yo estuve en Río de Janeiro hace 15 días: la pizza vale la mitad, la cerveza vale la mitad. O sea, el dólar para el turista tendría que estar a lo que estaba antes, que era 800 pesos. El dólar libre único no puede estar a 1.800 pesos porque ahí sube el pan, sube el fideo, suben los alimentos, sube la luz, sube el combustible y producís de nuevo lo que pasó en el primer trimestre del año pasado, que hoy es innecesario. Porque hoy siempre el mayor dique de contención que tiene esta política económica es el superávit fiscal, que se logró en la primera mitad del año pasado y hoy se mantiene. No hay que reproducir un ajustazo, una devaluación o una licuación. Hoy tenés que mantener el equilibrio fiscal. Tenés que tener un tipo de cambio que equilibre la oferta y la demanda con el Gobierno comprando. Y si dejar libre a las personas para comprar es un problema, no las dejes comprar ilimitadamente.
Uno puede entender que, desde el punto de vista electoral, a quien le toca ganar las elecciones, a quien le toca manejar la parte política del gobierno, le resulte electoralmente productivo que la gente pueda comprar dólares sin límites, y que eso a una parte importante de la clase media la va a alegrar y le va a generar una sensación de bienestar. Y que pueda viajar con un dólar de 10.000 en lugar de 1.800, o inclusive de 11, como era hasta hace dos meses atrás. Entonces, ¿qué pasó? ¿Este es un error político de un economista que es presidente o del equipo económico?
No lo sé, porque no estoy en la cocina de todo eso. Pero si me das a optar, creo que elijo una tercera variante, que es un error ideológico. El concepto abstracto o teórico de mercado libre lo suscribimos todos. El tema es cuándo estás capacitado para hacer eso. El presidente me parece que confiaba bastante en que, como venía el resultado electoral, iba a ser satisfactorio. Después no sé si ganar o perder, pero satisfactorio. Me parece como que se agrandaron ante la situación de que la inflación estaba bajando y esas cosas, que parte del ajuste estaba hecho y se anticiparon los tiempos. No tengo claro que haya sido por una razón político-electoral, porque tampoco estoy capacitado para medir cuánto eso ayuda. No sé si están decididos, y me parece que tiene que ver con una ideología de mercado libre, de libertarianismo.
Si vos me decís: “¿Para el mercado libre, para el 2026, 28?”, no. Porque no es una cuestión de plazos, de fechas: es de momentos. Vos construís el penthouse del edificio cuando están los cimientos, cuando están los pisos, cuando está todo construido. Es la frutilla de la torta. Y ahí me parece que fue la ansiedad. Porque lo otro que sí te ratifico con 100% de seguridad es que no fue el Fondo el que lo impuso. El Fondo lo que sí impuso es la salida del esquema anterior: no lo aceptaba más. Dijo: “Si no salís del esquema anterior, no te doy los 15.000 millones de dólares”, que es lo que está hoy permitiendo los pagos de la deuda. Pero la liberación total del acceso a las personas me parece que fue una decisión del Gobierno. No sé de quién de los dos, y lo atribuyo más a razones ideológicas.
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¿Imaginás alguna posibilidad de cambio de política económica después de las elecciones? ¿Esa ideología puede afectar de una u otra manera en las decisiones que se podrían tomar y permitirnos pronosticar cuáles serán más probables?
Creo que la realidad va a llevar a cambios. Obviamente, ahí sí el resultado electoral va a jugar, porque un mínimo de gobernabilidad se va a necesitar. Va a ser el momento donde se tenga que discutir el presupuesto. Hace dos años que no tenemos presupuesto aprobado por el Congreso y va a ser un tema central. Ya sabemos que va a ser un presupuesto con un superávit fiscal igual o mayor al superávit primario que tenemos hasta ahora.
Pero van a necesitar decir: “La proyección de inflación es tanto, y del dólar es tanto”.
Sí, por supuesto. Porque después la realidad se termina imponiendo. Pero, sobre todo, las indicaciones de cuánto pretendés recaudar y cuánto pretendés gastar, y demostrar que la rebaja de impuestos va a venir muy modeladita y que todavía hace falta seguir metiendo cirugía, por lo menos en algunos lugares del gasto donde hay sobrantes. Porque cuando vas a buscar excesos de gasto público estamos hablando de los subsidios a la energía y el transporte. No los encontrás en otro lado. Hoy la obra pública ya está todo licuado, “motocerrado”. Ahora, la discusión es la cuestión cambiaria y la tasa de interés, que van las dos de la mano. La tasa de interés, durante los primeros seis meses de gobierno fue negativa en términos reales.
La inflación fue el doble que la tasa de interés, por un objetivo a propósito, explícito, de licuar los pasivos. Después tuvimos un periodo bastante largo, de 6 a 8 meses, donde eran neutras. La tasa de inflación y la tasa de interés iban de la mano: no perdía el depositante, pero tampoco era expropiatoria. Lo que pasa es que hoy tenemos una tasa de interés exorbitante. O sea, la tasa de interés al cinco mensual o al cuatro y pico contra dos de inflación no aguanta: por las buenas o por las malas cambia. Por las malas sería que suba la inflación. Por las buenas sería que baje la tasa de interés. O alguna combinación intermedia. La tasa de interés produce tres fenómenos, donde, si me preguntás cuál de los tres es peor, no lo sé, porque los tres son graves.
Primero, la cadena de pagos. El sector privado ya empieza a tener cheques rechazados. Vos pensás que la gallina de los huevos de oro de estos últimos 12 meses fue el crédito: el crédito para comprar en 12 cuotas artículos del hogar, bienes durables, etcétera. Hoy eso no sé si desaparece, pero cae. Segundo, el sistema bancario. Contrariamente a la creencia popular de que los bancos se llenan de plata con estas tasas de interés, a los bancos les complica enormemente esta situación. Ya hoy el tesorero de un banco tiene que manejar una tasa de interés del 5% mensual cuando los depósitos no suben. Es muy difícil ese manejo. Hay colchones, pero es difícil. Y tercero, el propio sector público. El sector público es deudor en pesos. Aumenta el déficit cuasifiscal y ya fiscal, sacá la palabra “cuasi”, porque ahora es de la Tesorería, pero es el déficit de la deuda, los intereses de la deuda. Cuando la tasa de interés era negativa, a mí no me interesaba ese déficit, porque era nominal, no real. Pero con la tasa de interés positiva es un problemón. Entonces, por las buenas o por las malas, esto cambia sí o sí. No sé cuándo, pero el primero de enero del 26 cambia. Y ahí viene la repercusión sobre el mercado cambiario.
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El mercado cambiario, si nos manejáramos exclusivamente por razones ideológicas, sería bueno que el tipo de cambio lo determine el mercado. Vaya a saber cuánto es eso. Y hay riesgos. O alguna anestesia, para que eso sea más manejable, que tendrá que coexistir con cosas más heterodoxas, más pragmáticas, que no sé si será un impuesto país, si será un impuesto al turismo, si será un límite al atesoramiento. Salvo que el equipo económico tenga razón y, por el resultado electoral, cambie, que no es mi escenario.
Entonces necesitan dar menos crédito para poder tener el dinero. Necesitan recuperar el dinero. Al mismo tiempo, para competir, para que los depositantes le pongan en el banco A y no en el banco B, tienen que poner tasas positivas para juntar dinero. Entonces tienen que cancelar los créditos a las empresas, necesitan aumentar la tasa para conquistar a los depositantes que se queden en su banco, y le aumentan la cantidad de dinero indisponible, muchos de ellos no remunerado, que le pide con los encajes, como si fuera un gobierno, podríamos decir, de los más estatistas de todos, porque estos encajes representan casualmente una doctrina contraria al liberalismo. Los bancos saben que si prestan a estas tasas de interés sobre la inflación que hay, los deudores no le van a poder pagar.
Durante este último año y pico hubo un hecho positivo en el sistema bancario, que es que bajó la exposición al sector público y aumentó la exposición al sector privado. O sea, los bancos jugaron de banqueros, se dice: prestaron al sector privado y menos al sector público. Ahora, el problema es que con este nivel de préstamos más alto que antes, el deudor va a tener un problema para pagar porque esta tasa de interés es real.
Pero vos creés más que por las malas que por las buenas, porque las buenas sería que le ganan las elecciones y se produce un milagro y las tasas bajan y el dólar baja.
La óptima no viene. Va a ser una combinación. El tema son las magnitudes. Si vos me preguntás si algunos aumentos de precio va a haber, sí, va a haber algunos aumentos de precio. O sea, Argentina lo que tiene que evitar es que los aumentos de precio sean generalizados, como fue en diciembre-enero del año pasado, del inicio. Aumentos de precio va a haber. Si te obsesionas con el IPC, tenés un problema, porque ahí vas a volver al crawling peg, uno, y eso no es. Ahora, la tasa de interés va a tener que bajar sin lugar a dudas. La tasa de interés baja cuando emitís moneda. Para emitir moneda tendrá que comprar dólares el gobierno, que es otro tema ahí, porque es cómo equilibrar el mercado cambiario con el gobierno comprando. Pero la tasa de interés real va a tener que bajar de vuelta, por las buenas o por las malas.
Ayer a Juan Carlos de Pablo le preguntamos: “Dígame, profesor, ¿me endeudo o no me endeudo?” El ejemplo que él colocó obviamente era el famoso de las tarjetas de crédito, de las personas que no llegan a fin de mes y se endudan con las tarjetas de crédito. El planteo es: si me voy a morir hoy, me voy a morir dentro de un mes o dentro de dos meses. Este gobierno decía que el gobierno anterior pagaba tasas gigantescas, y el gobierno decía: “No pagamos ninguna tasa gigantesca, porque finalmente la cantidad de interés no es superior a la tasa de inflación”. Entonces, de manera constante, finalmente, la tasa de interés es neutra. Este gobierno ahora está pagando tasas de interés. Es lo opuesto a lo que había. O sea, endeudarse es malo hoy para el que tiene la tarjeta de crédito, para la pyme y para el Estado.
Lo leés bien. Donde todavía hay un colchón, porque como la licuación inicial fue tan grande, todavía lo que está pasando hoy no compensa lo que pasó. Una cuestión de paso del tiempo. Lo que pasa que ahí vino el experimento cambiario, digamos, porque si el tipo de cambio llegaba al techo de la banda. Entonces acá el origen del problema es el tipo de cambio iba al techo de la banda y el Banco Central iba a tener que intervenir. Lo que anunciaron hoy lo tenían que haber hecho hace tres meses. Entonces esa fue la frasada corta en la que quedaron. La tasa de interés, para mí, si vos me vas a elegir, ¿qué preferiría? Tener hoy una brecha cambiaria del 40%, una tasa de interés del 40%... prefiero la brecha del 40. Total, no es un problema. No estoy defendiendo ni el control de cambio ni nada, pero es el mal menor. Cuanto más dure esto, más tu escenario de la dificultad de la deuda pública, y la necesidad de cortar este “taxi”, porque el superávit fiscal, si vos tenés esta tasa de interés, se evapora. Ya no alcanza para los intereses de la deuda pública.
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Entonces, la duración del tiempo es crucial. Decir “de acá a octubre no pasa nada”, son dos, tres meses, cuatro, se maneja. Habrá subido un poquito la deuda, bajarás por otro lado. El tema es su mantenimiento en el tiempo y, obviamente, en el interín hay costos, porque quien estaba endeudado sufre, la tarjeta de crédito sufre, el que cambia cheque sufre, la venta de bienes durables sufre. Y aparece lo que nosotros llamamos el “síndrome del tercer año”: los tres últimos terceros años de gobierno fueron malos. Cristina Fernández 2014 venía de perder una elección: Fábrega, devalúa, inflación, recesión. 2018, Mauricio Macri venía de ganar una elección muy satisfactoriamente: salida de capitales, llama al Fondo, inflación devaluación, recesión. Alberto Fernández, levemente cambiado por el tema de la pandemia, 2022, la inflación se va a tres dígitos anuales. Entonces, el tercer año, la verdad, si vos mirás las últimas tres administraciones, el año crítico fue el tercero. El primero se hace lo que se puede, el segundo mejora y el tercero.
O tiene una lógica física. Porque la persona recién que triunfa goza de un capital importante por el triunfo, le permite hacer una cantidad de medidas que luego van a dar un resultado posterior y luego de eso, el tercer año se le agotó esa capacidad de crédito. Que finalmente parece que hay una lógica. Pare ser, yo no sé si hay una lógica o se dio, pero fue así. Si vos seguís la aprobación de los presidentes, los tres presidentes en el tercer año eran la peor. O sea, hay una lógica en que se diría que la economía sigue a la política.
O la política sigue a la economía. Porque yo también podría decir que, por ejemplo, el tercer año del primer mandato de Cristina Fernández perdió la elección y el 2010 fue brillante, y después el 2015, el 2011 fue brillante económicamente y vino el cepo. Siempre se mezclan. O sea, que yo discuto con mis socios para escanearnos entre ellos quién es más importante, si la política y la economía. Estamos 51 a 49, no es que discutimos 100 a cero, pero no son las dos cosas, pero la economía juega un rol político.
El síndrome del tercer año es muy interesante como concepto económico y político, porque lo que vos decís demuestra una regularidad que hace suponer que los pronósticos de que, para mí, se acabó la luna de miel y que el tercer año va a ser difícil, resulta un pronóstico por lo menos plausible.
Hasta abril, los desafíos eran manejables. El síndrome del tercer año esta vez se puede encarar. No digo ni estaba ganado ni estaba perdido, se puede encarar. Había desafíos manejables. El más importante era el acuerdo con el Fondo. Se logró. Nos sorprendieron con la grata noticia de que el Fondo ponía 15.000 millones de dólares. Era un desembolso impresionante, sobre los 42, siempre sabiendo que te dan 20, 15 ahora. O sea, prepárate porque te van a dar cinco en los restantes tres años y medio.Hacé las cuentas bien. Y que a cambio de eso tenía que venir una nueva organización cambiaria, lo estuvimos hablando: que le facilitara al sector público la compra de dólares, ya sea para pagar la deuda, para acumular reservas, porque el efecto del blanqueo había terminado. El blanqueo fue el puente que lo hizo todo eso. Y sin embargo, a partir de esto, está la dicotomía, que es las medidas de abril o la incertidumbre política. Lo vamos a saber en noviembre. Tampoco me considero el dueño de la verdad. Si en noviembre veo que pasa lo que dice el gobierno, me invitas y digo: “Me equivoqué.”
LT