El ataque de Hamás contraIsrael, cuya respuesta potenció la etapa más sangrienta del conflicto de Medio Oriente en los últimos años, fue tan dañino e inesperado que el gobierno de Benjamín Netanyahu lo calificó como “nuestro 11 de septiembre”.
Las imágenes de los comandos paramilitares palestinos burlando barreras de separación, aterrizando en parapente o sorteando sensores de seguridad en una de las zonas más vigiladas del planeta, sorprendieron dentro y fuera del estado judío, que todavía dormía en pleno sabbat.
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Hamásatacó con drones el centro de cámaras de la principal base del ejército israelí de Gaza, en la granja colectiva de Reim, para después matar a los soldados a cargo.
A continuación, y acompañados por el disparo de cohetes, los milicianos avanzaron hacia las comunidades cercanas, hasta controlar unos 600 kilómetros cuadrados: el 2% de la extensión del país.
Mientras el mundo se pregunta cómo pudo el ejército más poderoso de la región ser humillado de esa manera, las consecuencias dentro del sector tecnológico -el mayor fuera de Silicon Valley- también son difíciles de prever. Se trata de un área que representa el 14% de los puestos de trabajo del país y casi una quinta parte de su producto bruto interno.
Frente a la posible invasión a gran escala de la Franja de Gaza, se espera que esas empresas refuercen su seguridad, ya que muchas están vinculadas al ejército y podrían sufrir nuevos ataques. Pero las perturbaciones prometen ser incluso mayores.
Ante la escalada del conflicto, el gobierno israelí convocará a un número inédito de 300.000 reservistas. Nadie duda de que muchos provendrán del sector tecnológico. Más que un temor, la posibilidad de que no todos regresen es casi una certeza.
