MODO FONTEVECCHIA
Derechos Humanos

Martín Balza: "Los prisioneros de guerra deben ser tratados con humanidad, no con violaciones sexuales"

El ex jefe del Ejército y veterano de Malvinas criticó las visiones que plantean que durante los 70 hubo una guerra y cuestionan el número de desaparecidos. “Durante la dictadura la palabra ‘guerra’ estaba prohibida en los documentos oficiales”, afirmó.

Martín Balza
Martín Balza | NA

Martín Balza fue prisionero de guerra durante el conflicto de Malvinas. El militar ejemplificó con su experiencia las diferencias entre una guerra y lo que ocurrió en los 70 en nuestro país durante la dictadura militar. Además, se manifestó en contra de que el Ejército sea utilizado en la lucha contra el narcotráfico. “En los países que emplearon a sus fuerzas armadas en la lucha contra este flagelo del narcotráfico los resultados fueron negativos, letales y desmoralizadores”, expresó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).

El general Martín Balza fue jefe del Estado Mayor entre 1991 y 1999. Había sido embajador argentino en Costa Rica en 2012 y en Colombia en 2013. Además, fue el único jefe militar que combatió frente a su tropa en la guerra de Malvinas, y el primero de alto rango que reconoció públicamente las violaciones a los derechos humanos.

El último 24 de marzo se reavivaron discusiones respecto a si lo que ocurrió durante la dictadura militar fue una guerra o no. Creo que nadie tiene más credenciales que usted para aclarar este asunto…

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He seguido mediáticamente la conmemoración del 24 de marzo en nuestro país. Voy a responder remitiéndome a lo que he dicho desde hace 40 años. Reiteradamente se hace hincapié en que, como consecuencia de una agresión que hubo por fuerzas armadas irregulares terroristas en las décadas del 60 y el 70, que constituyó un terrorismo contra el Estado, que cometió deleznables crímenes. Pero la respuesta que se dio fue un golpe de Estado innecesario. Ese golpe de Estado respondió con un terrorismo de Estado, que se marginó de todo el orden jurídico, pero también de conceptos elementales morales y hasta religiosos.

Otra cosa que se repite es que se cumplieron órdenes del poder constitucional. Que el poder constitucional dispuso que alguien hiciera frente a la guerrilla y que fue una guerra. Estos argumentos se materializaron sobre todo a partir de los juicios.

Mi respuesta es la siguiente: Con respecto a que cumplimos órdenes, es curioso, porque el golpe de Estado expulsó a las autoridades constitucionales del poder, entonces, me parece los jerarcas del proceso, Videla, Diaz Bessone, Vignone, Massera, Galtieri, Menéndez, Rivero, etc., eran tan subordinados que cumplieron órdenes del poder que echaron. ¡Es ridículo! No cumplieron órdenes del poder que echaron.

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Dicen que el poder que echaron les había ordenado aniquilar a la subversión mediante dos decretos, uno que firmó la señora Isabel Martínez de Perón y otro el doctor Luder, uno focalizado en Tucumán y otro para todo el país. Esos decretos ordenaban claramente que las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad tenían que neutralizar o aniquilar el accionar de la subversión. El accionar. 

El término aniquilar, militarmente, y estos jerarcas del proceso no lo podían desconocer, se refiere a quebrar la capacidad del adversario. Hay muchos autores que coinciden en que no se vence al enemigo destruyéndolo, sino quitándole la esperanza de la victoria. No es reducir a la nada, sino quebrar al adversario la capacidad de victoria.

Pongo un ejemplo. En Malvinas, nosotros fuimos totalmente aniquilados en una de las batallas de cerco más precisas de la historia. Se conformó un cerco naval, un cerco aéreo y luego terrestre. Fue una batalla de aniquilamiento perfecta. Sin embargo, yo estoy conversando con ustedes al igual que muchos veteranos que están trabajando en Buenos Aires y en el interior. No nos hicieron desaparecer. Nadie nos ordenó hacer desaparecer personas. 

Con respecto al concepto de guerra, quiero puntualizar que durante la dictadura cívico-militar la palabra guerra estaba prohibida en los documentos oficiales y cualquier declaración que uno hiciera. Porque si se dice la palabra guerra hay que reconocer al adversario, y como no se le quería dar estatus beligerante a las fuerzas guerrilleras subversivas, no se aplicaba la palabra guerra. 

Pero aún en el supuesto caso que aceptemos que hubo una guerra, que yo no lo acepto, se olvidan que en la guerra no vale todo. Yo estuve en una guerra, y vi otras guerras en el Medio Oriente cuando era capitán. 

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Yo fui prisionero de guerra. En la guerra, los prisioneros de guerra deben ser protegidos de todo acto de violencia. En los Convenios de Ginebra, que es la esencia del derecho internacional humanitario, en 1949, se establece esto. Nosotros lo comentábamos bastante cuando fuimos prisioneros de guerra. Se les debe respetar el derecho a practicar su religión. Especifica también que la alimentación del prisionero de guerra debe ser idéntica a la ración que come la tropa. Se prohíbe cualquier forma de crueldad, específicamente daños superfluos. Se prohíben los medios de lucha pérfidos que atentan contra el honor militar.

De manera que si fue una guerra, hay cosas que no se pueden aceptar. O yo me pregunto, ¿quién ordenó las violaciones sexuales que se cometieron en este lamentable periodo? Hombres de uniforme cometieron relaciones sexuales, robos de propiedades, de bebés, han torturado prisioneros, han lanzado gente al río y al mar, se ha generado la desaparición forzada de miles de personas. En Alemania, en una oportunidad, me comentaban que le decían al desaparecido “la muerte argentina”. ¿Quién ordenó estas aberraciones?

Hay una frase de nuestro libertador conocida por todos. San Martín dijo que la Patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes. También enfatiza que la Patria no le da armas al soldado para que cometa la bajeza de atacar a los propios, porque con ello ofende a los ciudadanos con cuyo sacrificio se sostiene. De manera que no pueden decir que cumplieron órdenes. Es una vergüenza y una falta de respeto a la sociedad decir que cumplimos órdenes para cometer estos aberrantes delitos.

Es muy claro lo que usted está explicando. La pregunta que quisiera hacerle es por qué cree que hay negacionismo de esto. ¿Por qué personas inteligentes, a veces incluso hasta bienintencionadas, caen en el negacionismo o el relativismo, comparando la dictadura con las fuerzas guerrilleras? ¿Puede ocurrir que personas como la Vicepresidenta, cuyo padre y tío resultan implicados en estos hechos, por amor a ellos desarrolle la negación como forma de mantener su identidad?

Es difícil la respuesta. Me hace acordar que no podemos desconocer que los que concibieron el terrorismo de Estado, como Videla, por ejemplo, decían que “deben morir todas las personas necesarias para lograr la paz”. “Deben morir”, decía, no “deben ser juzgadas”. Massera decía “todos obramos a partir del amor”.

No voy a hacer referencia concreta a declaraciones, porque lo que conozco de lo que usted me dice es mediático, pero quiero decir que nosotros hablamos de justicia, verdad y memoria. Los unos y los otros. Yo agregaría también un poquito de historia. Cuando eso está contaminado con algo ideológico partidista empieza a desvirtuarse o a analizarse con otra óptica.

Yo soy católico, apostólico romano. La bofetada que me va a dar Dios, nuestro señor, el día que me reciba… me va a rechazar, estoy seguro. Pero quiero referirme a los que no valoran esto. Yo respeto todas las ideas. El disenso debe enriquecernos, pero me parece que no podemos defender lo que no es defendible, y no podemos alterar la verdad. La verdad solo la tiene Dios. Acá son relatos, pero aún el relato tiene que aproximarse lo más posible a la verdad.

Recuerdo que Bergoglio, cuando era cardenal, escribió un libro con el rabino Abraham Skorka. Ahí dice que matar en nombre de Dios es ideologizar la experiencia religiosa, y también agrega que es una blasfemia. Skorka agrega que cuando se mata en nombre de Dios, como fue en el autodeterminado Proceso de Reorganización Nacional, duele mucho más, porque es un crimen perverso que destruye la dignidad humana. Eso pasó. Yo como católico me pregunto cómo podemos llegar a eso, justificar lo que no es justificable. Tenemos que avanzar. 

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El problema del negacionismo

Volviendo a lo que le decía de la necesidad de negarse a algo que duele. Quizás aquel que está haciendo algo que no corresponde necesita tener una justificación, entonces se construye un relato propio para poder soportar lo que están haciendo, y aquellos que son familiares necesitan, para continuar manteniendo el amor a esas personas, negarse a ciertas realidades para poder mantener su identidad. Me parece hasta comprensible desde el punto de vista psicológico, pero no para aquellos que tienen responsabilidades públicas. 

Usted hizo un comentario sobre un comentario del coronel Carlos Sanmillán, que expresó: “Nos pareció inapropiado y una provocación que pintaran la vereda con un símbolo que representa a una minoría, pues la vereda es pública y de todos. Hay que unir a la sociedad, no dividir”. ¿Le parece bien que un jefe de Brigada se manifieste públicamente?

Quiero ser muy prudente porque el conocimiento que tengo sobre esto es mediático. Me llegó una expresión atribuida al coronel Sanmillán, que no lo conozco, y me llegó también una fotografía en la que había soldados tapando los pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo con la escarapela.

El caso, así como está planteado, es para tener en cuenta. Me sorprendió, pero la medida la tiene que tomar el Ejército y el Ministerio de Defensa, desconozco qué medida se ha tomado.

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Yo respeto a quienes no están de acuerdo conmigo. Siempre digo que el negacionismo, de un lado o del otro, no nos va a llevar a nada. El decir “son pequeñas cosas que ocurren en las guerras”, tampoco. Tenemos que aceptar lo que fue.

Yo he tenido, durante ocho años, la responsabilidad de ser jefe del Ejército. Cuando recorría el colegio militar y veía a esos Cadetes, que algún día alguno iba a ser jefes de Estado Mayor, y pensaba, estos jóvenes no pueden cargar con una mochila de un pasado que no vivieron y no tuvieron nada que ver.

A mi me han parado en la calle madres de Plaza de Mayo. Quien ha perdido un hijo en circunstancias que no se pueden ignorar, torturado o tirado vivo o muerto desde un avión, que no tiene respuestas, hay que comprender también su dolor. Digo todo esto con todo el respeto que me merecen las Madres de Plaza de Mayo, a pesar de que una señora, que en paz descanse, que me decía asesino reiteradamente, igual la perdono, y entiendo el dolor de muchas que sienten, de no saber dónde poner una flor.

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No podemos negar eso. Si hay negacionismo, creo que eso va a demorar mucho lo que está en el frontispicio de la Catedral. Llevamos más de 40 años de democracia y no hemos logrado la reconciliación. Con negaciones y esas cosas que he visto no la vamos a lograr.

Ese frontispicio de la Catedral Federal representa el encuentro de José con sus hermanos. Después de décadas de desencuentros, José se encuentra con sus hermanos. Ese encuentro fue puesto ahí en tiempos de nuestra organización nacional, como anhelo del reencuentro de los argentinos. No nos vamos a reencontrar discutiendo cosas como si son o no son 30 mil. El número de desaparecidos varía. El proceso habló de 22 mil, el doctor Sábato dijo que denuncias había 8 mil, pero por cada denuncia es posible que una o dos no se hayan hecho. Solo Dios sabe el número exacto, pero un desaparecido es un drama, y miles y miles, madres que lloran, huérfanos, hermanos, hay que comprender el dolor de esa gente y no asuzarlo ni negar lo que pasó.

Yo tomé conocimiento de lo que pasó muchos años después, porque el conocimiento se fue tomando luego incluso en el ejército, porque la inmensa mayoría no participaron en eso, fueron muy pocos, que hicieron mucho daño. 

Ayer estaba viendo en televisión a una importante funcionaria a quien respeto, pero que dijo “las Fuerzas Armadas deben entrar de pie en la democracia”. Me sentí triste y con bronca. ¿Ahora tienen que entrar en la democracia? Yo creí que eso había ocurrido hace 34 años, un 3 de diciembre de 1990, cuando quedó marcada la subordinación de las Fuerzas Armadas al orden constitucional, a la esencia de los valores republicanos y a las autoridades civiles. Parece que todo comienza ahora. Sentí tristeza cuando vi por televisión, y obviamente escuché, esta sentencia.

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El uso del ejército contra el narcotráfico

Esa funcionaria, al mismo tiempo, plantea que las Fuerzas Armadas tienen que intervenir en Santa Fe  en apoyo a la lucha contra el narcotráfico. ¿Cuál es su opinión sobre esto?

Con respecto a la lucha contra el narcotráfico, he dicho lo mismo cuando fui jefe del Estado Mayor. En mi opinión, y por lo que ha ocurrido en México, Colombia y otros países, pienso que las Fuerzas Armadas no tienen, ni por misión, ni por estructura, ni por despliegue, instrucción, adiestramiento, ni armamento, la capacidad de operar contra el narcotráfico. Esa es mi experiencia, fundamentalmente, como jefe de Estado Mayor y luego en casi 12 años como embajador.

Yo puedo estar equivocado, pero en todo lo que a mí me consta, en los países que emplearon a sus fuerzas armadas en la lucha contra este flagelo del narcotráfico los resultados fueron negativos, letales y desmoralizadores, porque el hombre entra para ser militar y no para otra cosa. Afectaron la moral y la profesionalidad de las fuerzas, esa es mi experiencia.

FM