El gobierno de la primera ministra británica, Liz Truss, parece encaminarse hacia el abismo con bajas como la de la ministra del Interior, Suella Braverman, favorita del ala dura y euroescéptica del Partido Conservador, y giros de timón abruptos en la política económica, así como el cambio de ministro del área.
Pocas semanas después de suceder a Boris Johnson, la debilidad política de la primera ministra es cada vez más evidente, más allá de insistir en presentarse como una luchadora y prometer que no se rendirá. El fuego amigo proviene de sus propias filas, con ministros como Braverman que no alcanzaron a completar un mes y medio en el cargo.
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Su renuncia se produce entre crecientes presiones dentro de las filas tories para que Truss abandone Downing Street ante la tormenta financiera y el desplome en las encuestas que provocó su masivo recorte de impuestos, que se vio forzada a retirar. La inflación trepa al 10,1%. Es la mayor en cuatro décadas.
La antigua abogada general del Estado ha sido despedida por orden del nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt, que acaparó buena parte del poder en el gobierno de Truss.
La interna entre los conservadores toma cada vez más fuerza
El diputado conservador William Wragg dijo ante la Cámara de los Comunes que se siente avergonzado por no poder mirar a la cara a los votantes tras el caos económico desatado por las medias de Truss. Ese el sexto que pide públicamente la dimisión de Truss.
Una encuesta publicada por la firma Savanta ComRes sitúa al Partido Laborista con una ventaja de 30 puntos porcentuales respecto a los conservadores: 52% frente a un 22% de los tories.
La libra esterlina se desploma hasta su nivel más bajo desde 1985
En la prensa británica crecen los rumores sobre una salida inmediata de Truss. El Comité 1922, que agrupa a los diputados conservadores y forzó la salida de Johnson, habría conseguido las firmas necesarias para cesar a la primera ministra.
Ahora tendrían que modificar sus estatutos para eliminar el blindaje bajo el que se encuentra. Si Truss cae, la opción sería un tercer primer ministro conservador en menos de un año o elecciones en las que los conservadores parecen destinados a un fracaso estrepitoso.
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