Nació el 22 de julio de 1966 en Girardot (Cundinamarca), Colombia. Periodista, guionista y escritor, honrado con el Produ Awards como el mejor del año, otorgado por la revista más importante de la industria de la televisión en habla hispana (2017); en la actualidad senador nacional.
Se define como un hombre positivo y al que le gusta estar en paz con Dios “A Dios lo respeto bastante y no cuestiono su existencia porque no me interesa saber si aquello que me da tanta calma y tanta felicidad existe o no. Por lo único que puedo llegar a sentir odio es por el odio mismo. Ese sentimiento no tiene cabida en mi corazón".
“El amor es el eje fundamental de todos mis actos. Me disgustan bastante las injusticias. Puedo llegar a transformarme ante la escena de una persona pegándole a un animal, un adulto castigando físicamente a un niño, un hombre golpeando a una mujer o un policía agrediendo a un estudiante”.
Autor de las siguientes novelas: “El candidato” (1997); “Sin tetas no hay paraíso” (2005); El Suicidiario del Monte Venir (2007); “El capo” (2009); “Al amanecer entenderás la vida” (2013); “Sin tetas sí hay paraíso” (2016); ensayos: “El cacique y la reina: La verdad sobre la muerte de Doris Adriana Niño” (1998); “Historia Electoral de Colombia” (2000); “Así se roban las elecciones en Colombia” (2002) “Código de ética para infieles” (2008); obras de teatro: “Verdades que matan… De la risa” (2005) y “Los Monólogos del Pene” (2006); poesía: “Versos de Medianoche”; y de guiones de cine y televisión.
Bautizado por la crítica como el creador del «realismo trágico», Bolívar Moreno es el primer sorprendido por la difusión de la novela que hoy presento, la que fue llevada al cine en el 2010, estando a su cargo el guión y la dirección.
Catalina, la protagonista de la historia, es una jovencita que vive en un barrio pobre de una ciudad. Ella maldice haber nacido con unos senos tan pequeños; ella ve como sus amigas, que lograron convertirse en “amigas” de narcos, ganan mucho dinero, pueden comprarse toda la ropa del mundo y ayudar a sus familias y todo por tener un busto llamativo.
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“Es una historia dramática sobre el daño moral y cultural que han hecho los narcotraficantes a toda una generación de niñas y jóvenes que no ven otra salida que la inmersión en un mundo que, tarde o temprano, les termina cobrando un precio demasiado alto”… comenta la editorial “El tercer nombre”.
A continuación, el comienzo de la novela “Sin tetas no hay paraíso”, el libro que llevó a la fama a Gustavo García Moreno y que ha sido traducido a varios idiomas, en la sexta edición de Quintero Editores, Bogotá. Colombia, 2006:
“Catalina nunca imaginó que la prosperidad y la felicidad de las niñas de su generación quedaban supeditadas a la talla de su brasier. Lo entendió aquella tarde en que Yésica le explicó, sin misericordia alguna, porqué el hombre que ella esperaba con tanta ilusión la dejó plantada en la puerta de su casa:
-¡Por las tetas! ¡”El Titi” prefirió llevarse a Paola, porque usted las tiene muy pequeñas, parcera!
Con estas agraviantes palabras Yésica puso al primer intento de Catalina por prostituirse, mientras Paola ascendía sonriente a la lujosa camioneta que la conduciría a una hacienda de Cartago donde, por 500 mil pesos, haría el amor y posaría desnuda para un narcotraficante en ascenso con ínfulas de Pablo Escobar apodado “El Titu” en la playa de una descomunal piscina, al lado de otras mujeres igual de ignorantes y ambiciosas (…).
A pesar de su corta edad, acababa de cumplir los catorce años, Catalina quería pertenecer a la nómina de Yésica, una pequeña proxeneta, apenas un año mayor, que vivía de cobrar comisiones a la mafia, por reclutar para sus harenes las niñas más lindas y protuberantes de los barrios populares de Pereira.
El descarnado desplante de “El Titi” frustró para siempre a Catalina quien nada pudo hacer para evitar que de sus ojos brotaran ráfagas mojadas de odio y de autocompasión. (…) Pero Yésica no la quería engañar. Escueta y crudamente diagnosticó la situación con honestidad aún sabiendo que cada palabra suya le taladraba el orgullo y el ego, pero sobre todo el alma a su pequeña amiga:
-Paola las tiene más grande y ante eso, no hay nada que hacer, amiga.
En un segundo intento por reivindicar su naturaleza y su orgullo Catalina llevó sus manos a los senos y se defendió de una nueva humillación replicando que “las tetas” de Paola eran de caucho y que las suyas, aunque muy pequeñas, eran de verdad. Cansada de la pataleta de su vecina de infancia, Yésica sepultó su rabieta con el mismo, único y contundente argumento:
-No importa, hermana, las de Paola pueden ser de caucho, de madera o de piedra, pueden ser de mentiras, pero son más grandes y eso es lo que les importa!
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Catalina aceptó con rabia y resignación la despiadada explicación de Yésica y maldijo con odio a “El Titi” por haberla privado de obtener sus primeros 500 mil pesos con los que pensaba hacer un gran mercado para mitigar el hambre de su familia a cambio de que su madre le permitiera abandonar para siempre el colegio.
(…)
Catalina quería ingresar al sórdido mundo de las esclavas sexuales de los narcotraficantes, no tanto porque quisiera disfrutar de los deleites del sexo, porque entre otras cosas aún era virgen y ni siquiera imaginaba lo que podría llegar a sentir con un hombre encima, sino porque no soportaba que sus amigas de la cuadra se pavonearan a diario con distinta ropa, zapatos, relojes y perfumes, que sus casas fueran las más bonitas del barrio y que albergaran en sus garajes una moto nueva. La envidia le carcomía el corazón y le causaba angustia y preocupación. No podía resistir la prosperidad de sus vecinas y menos que el auge de las mismas estuviera representado en un par de tetas, pues hasta ese día cayó en la cuenta de que sólo las casas de las cuatro niñas que tenían los senos más grandes de la cuadra, tenían terraza y estaban pintadas.”