OPINIóN
Fallecimiento del ex presidente

Menem y la decadencia argentina

La muerte de Carlos Menem trajo recuerdos de una época y la necesidad que, en un año electoral no se repitan ciertos errores.

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Carlos Menem y su vida política. | Cedoc Perfil

Producto y agravante a la vez de nuestra decadencia, la muerte de Carlos Menem nos trae nuevamente este angustiante tema. No vale la pena comenzar por su perfil psicológico: hace años que lo conocemos. Hace mucho, ya en 1910 Roberto Payró pintó en su novela Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira a estos personajes que, con sus variantes, son los oportunistas que buscan el ascenso político y económico sin ningún escrúpulo y sin limitaciones morales. Menem es, con variantes, el Gómez Herrera de Payró.

Un importante diario lo caracterizó a raíz de su fallecimiento como “el político que cambió al peronismo”. No es así; en realidad Menem traicionó al peronismo. De la doctrina de la comunidad organizada, la justicia social, la tercera posición internacional, la economía sin tutelajes y la soberanía política irrenunciable, se pasó al Consenso de Washington con sus recetas neoliberales, al rifado de las empresas públicas, a las “relaciones carnales” con los EE. UU. y al olvido absoluto de la situación de los pobres del país.

Menem no cambió de ideas, en realidad no tenía convicciones firmes, y utilizaba todo lo que pudiera servirle para tener poder y para su lucimiento personal, muy como el pavo real que era, subido a una Ferrari roja.

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Y el grueso de la conducción peronista lo acompañó engrampado en sus manejos económicos con la zanahoria de la convertibilidad, que si bien dio un resuello hundió al país en la pobreza. Hubo “anticuerpos” como el del Grupo de los Ocho allá por 1989, pero no fueron suficiente antiveneno. Grandes figuras del peronismo histórico, Cafiero, Castiñeira de Dios se plegaron al juego menemista.

Un movimiento con la fuerza y la historia de lucha del peronismo no quiso enfrentarlo, lo cual, más allá de las explicaciones por el desgaste del que venía, simplemente mostraron la decadencia del conjunto de la sociedad argentina. Era habilidad de Menem, sin duda, pero también decadencia de los peronistas que aceptaron el cinismo de la afirmación  “si decía lo que iba a  hacer no me votaban”. Con la excepciones de rigor, heroicas incluso, como la de Pino Solanas, a quien le metieron cuatro balazos en las piernas por denunciar la corrupción del sistema. Corrupción que llegó a lo exorbitante con el contrabando de armas a Croacia y Ecuador y la explosión de la fábrica militar de Río Tercero, con víctimas fatales incluidas, para disimular el delito. A ese extremo llegó su corrupción.

Y volvemos al problema de la decadencia, al que se le suma en el período actual la pandemia del covid 19, que agrava todo y dificulta más las posibles salidas. Plantear la absolución de ciertos delitos como uno de los temas centrales del país, es llevarnos a las falsas opciones ante la omnipresencia del virus, el aumento de la pobreza y de la desocupación.

El peronismo tiene que volver a las ideas del general Perón. No hay por ahora otra doctrina nacional a la que podamos acudir

Los neoliberales no supieron sacar el país adelante, y por eso perdieron las elecciones. Este también es un año electoral, y se nos plantea el problema ético de cómo votar, si creemos en las recetas vistosas y lujosas a lo Menem, o si tenemos que ir juntando voluntades y votos por un país esforzado y mejor. No hay recetas salvadoras en medio de toda la confusión.

En etapas de indecisión es cuando debemos recordar que estamos en un proceso histórico, y que la experiencia de Menem nos puede servir para no volver a deslumbrarnos con personajes como él. La gran Argentina de la comunidad organizada existió y está latente, y el peronismo tiene que volver a las ideas del general Perón. No hay por ahora otra doctrina nacional a la que podamos acudir. Perón también previó estos tropiezos derivados de las infiltraciones de la corrupción. No son nuevos, y los personajes son conocidos, hasta la literatura los describió.

Que la muerte de Menem nos lleve a reflexionar si hemos de encandilarnos con caminos brillantes disfrazados de primer mundo, o si retomamos la receta modesta de ir “del trabajo a casa y de casa al trabajo” para reconstruir el país.