Si, como sostiene William James en A Pluralistic Universe, “ninguna filosofía puede ser otra cosa que un esbozo resumido, una imagen del mundo abreviada, un escorzo de la perspectiva de los acontecimientos”, entonces, aquello que está a nuestra disposición para hacernos una idea de “mundo” es lo nos proporcionan las distintas partes de ese mundo que hemos experimentado.
La interpretación de “mundo” adquiere una significación icónica que deriva en una suerte conceptualizaciones caleidoscópicas en superposición, estructuradas temporalmente en constante metamorfosis, una metáfora de imágenes espaciales, un pensamiento expresado en forma gramatical, una “apariencia estadística”, todas subordinadas al hecho de que somos parte de un universo, una lectura palimpséstica, de la palabra que ya tiene un significado propio.
Ya en el Timeose abre un capítulo del relato mítico a fin de vertebrar complejas relaciones metafísicas relativas a la generación y a la constitución del universo, asimilado a una manufactura artesanal. La metáfora de “mundo” proyecta las varias maneras de existir de los objetos, estados, y eventos que constituyen el dominio semántico, una colección de mundos “posibles” entramados unos con otros, en una especie de empotramiento recursivo.
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En OnthePluralityofWorlds, David Lewis sostiene que existen “incontables mundos distintos” donde un “mundo” es una entidad concreta de tal naturaleza que cualquier objeto con una ubicación espacio-temporal, relacionado de alguna manera a ella, constituye una de sus partes, es decir, está incluido por ella…Nada es de un tipo tan extraño como para no formar parte de nuestro mundo, bajo la condición de que exista en algún tiempo y a alguna distancia de aquí, o en algún tiempo anterior o posterior o simultáneo con el ahora”.
Entonces, ¿Cuántos mundos hay? ¿En qué aspectos varían, y qué tienen todos ellos en común?¿Es posible concebir un diálogo entre estas concepciones que atienda precisamente a los aspectos formales y descriptivos de la teoría de los mundos que acepte una visión de corte hermenéutico? ¿Cuál podría ser el punto de partida, más allá del ficcional o virtual, que presente una respuesta posible a una pregunta enunciada desde su exterior, es decir, desde un mundo o muchos mundos cuyas propiedades son diferentes? La estructuración de los mundos incluiría en su constitución interna los rastros semióticos de esa divergencia, donde cada elemento es recreado por fuera de la veta narratológica.
Si bien diferentes líneas argumentativas abordan discusiones respecto de la Interpretación de los Mundos Múltiples (Healey, 1984; Deutsch, 1985; Barret, 1999 y Wallace, 2002), la tesis doctoral de Everett III (1956), representa la génesis del “multiverso” y propone dejar que la mecánica cuántica “encuentre su propia interpretación”. Desde esta perspectiva, “mundo” significa un universo completo con propiedades bien definidas determinadas por la configuración clásica de sus partículas y campos. Así, cada vez que medimos algo, el universo se desdobla en otros universos en los que se realizan cada uno de los posibles resultados de esa medida. Se produce así un número infinito de líneas de tiempo en las que ocurren cada una de las alternativas del experimento. Esta sería una manera de entender cómo la mecánica cuántica da cuenta de la existencia de dos estados al mismo tiempo.
A partir de esta teorización podríamos afirmar que nuestro mundo “real” es sólo un mundo entre otros, un universo total de posibilidades que contendría una infinidad de sub-universos, cada uno organizando sus mundos constitutivos de un sistema de realidad diferente. Esta noción de mundo nos invita a pensar en universos alternativos que se definen en términos de cambios específicos a partir de este universo.
Naturalmente, si realizamos una revisión de diferentes obras literarias, estas darían cuenta del topo “multiverso” o “mundos múltiples” que describen con fruición el sentido mismo, sin caer en reduccionismos fragmentarios e inestables contribuyendo a la comprensión de las interrelaciones entre diferentes versiones de “mundo”. En la medida que existe una pluralidad de versiones de mundo, tal vez se buscaríamos la afinidad de las temáticas que niegan un único mundo. Como afirma Goodman “los universos que están hechos de muchos mundos, pueden construirse de diversas maneras”.
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En la escritura borgiana, una invitación sutil a la teoría de Everett, el universo se ramifica en incontables mundos con historias distintas y versiones diferentes de nosotros mismos, dando lugar a tantos mundos como opciones, existiendo todas ellas de forma paralela, cada una en su mundo correspondiente. Son senderos que se bifurcan en el tiempo y no en el espacio donde Ts'uiPên inextricablemente opta por todas las alternativas, “una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos (…) que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades”.
Esta multitud infinita de universos también la encontramos en AlltheMyriadWaysde Larry Niven que explora las implicaciones morales de estos universos cuánticos. Con el multiverso, hay escenarios paralelos, donde cada escenario da lugar a otros escenarios, en un proceso interminable de génesis y donde nuestros “alter egos” en esos otros universos cuánticos comparten exactamente el mismo código genético, nuestros recuerdos, nuestras oportunidades nos conducen a historias de vida y destinos diferentes.
Con todo esto, los mundos múltiples podrían ser el resultado racional de una invención basada en admitir que a nuestro mundo real pueden atribuírsele nuevas posibilidades, esto es, si se actualiza en función de nuestro conocimiento de la realidad lo cual restringe su autonomía. Al fin y al cabo, pareciera que “No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos.”
RdC / MCP