OPINIóN
Vivir con la pandemia

Modesto elogio de la serenidad

Se podrá volver a vivir juntos en esta nueva normalidad o son solo ilusiones

agentes de transito porteño 20200929
agentes de transito porteño | Noticias Argentinas

Andamos todas y todos bastante perplejos, inquietos, meditabundos y hasta cabizbajos tratando de adaptarnos lo antes posible a la que hemos tenido a bien denominar “la nueva normalidad”, quizás un poco de manera entusiasta y al mismo tiempo inconsciente, irreflexiva y, sobre todo, tan acelerada como prematura. Porque “la nueva normalidad” no es sino el modo eufemístico de decir lo que tantos años antes había afirmado Ortega y Gasset en uno de sus más famosos aforismos: “lo que (nos) pasa es precisa y justamente que no sabemos qué es lo que (nos) anda pasando”.

Son éstos tiempos inciertos y, por paradójico que resulte, y por más difícil aun que nos cueste aceptarlo y asumirlo libremente, ésa es la única certeza con la que podemos contar de verdad, la certeza de que el universo entero se nos ha tornado definitivamente incierto, probablemente improbable, racionalmente impensable, emocionalmente inestable y muy seguramente inseguro.

"La nueva normalidad” no es sino el modo eufemístico de decir lo que tantos años antes había afirmado Ortega y Gasset en uno de sus más famosos aforismos: “lo que (nos) pasa es precisa y justamente que no sabemos qué es lo que (nos) anda pasando”.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

 Escribía T.S. Eliot en uno de sus mejores poemas que “la especie humana no puede soportar demasiada realidad” y lo concluía diciendo que “tal vez el mundo no se termine con un estallido, sino con apenas un quejido”. Nuestro mundo, si es que puede llamárselo nuestro con alguna propiedad, el mundo que alguna vez tuvimos en común se ha desvanecido en la nada y con el discretísimo “quejido” de Eliot, vaga y remotamente, penosa y modestamente, triste, humilde y silenciosamente también. Así, se nos ha desvanecido raudo y fugaz entre los dedos y ante los ojos, con el vértigo de un rayo, como la arena que quieren atrapar en sus manos los niños en la playa.

Hace muchísimo tiempo, en el que fue uno de sus últimos libros, el pensador francés Alain Touraine se hacía una pregunta que ahora y más que nunca antes debiera interpelarnos de una manera intensamente radical: “¿Podremos vivir juntos?”. Con estar al menos un poco al tanto de las noticias de los últimos casi diez meses podría aventurarse una respuesta: sí, podemos sobre-vivir juntos, aunque con esfuerzo, pero vivir, lo que se dice vivir juntos y de verdad, tal vez sean palabras mayores para nuestra actual (sobreabundante) escasez de ánimos, entusiasmos y energías.

Quizás resulte de alguna pertinencia volver un poco más intensa la pregunta de Touraine para decir lo siguiente: “¿Podremos ser felices juntos?” o, mejor aun, “¿podremos volver a serlo algún día, en algún momento?”. Las posibles respuestas, al menos las esperanzadas, nos sugieren que son momentos más de “proyectos” que de reiteración de los imprescindibles y prudentes “protocolos” de emergencia, aunque también.

Podemos sobre-vivir juntos, aunque con esfuerzo, pero vivir, lo que se dice vivir juntos y de verdad, tal vez sean palabras mayores 

 Efectivamente, “proyectar” es la manera propiamente humana de conquistar el futuro antes de que el futuro nos alcance irremisible y precipitadamente a nosotros, por eso “proyectar” es también y un poco “prometer”, “prometerse” y, sobre todo, “comprometerse” con lo que hubo, lo que hay y lo que habrá. Quien promete asegura que “allí y entonces” estará, allí y entonces, cuando sobrevenga el futuro, y que allí y entonces estará y siempre disponible para hacer cuanto sea necesario para que al menos el porvenir no desmerezca al presente sino que lo mejore y mucho más que un apenas.

Los filósofos estoicos griegos defendían la así llamada “ataraxia”, la imperturbabilidad ante todo cuanto acontece. Es una opción vital, sin duda, con el nada menor inconveniente de que nos “arranca” del mundo al preservarnos de su influjo, presuntamente maldito. Como un milagro inesperado, tal vez exista algo más sabio y más fecundo que ese modo de ser imperturbables: la serenidad. La secreta y modesta serenidad ante lo que no podemos cambiar y la esforzada confianza común de que al mismo tiempo seremos capaces de lograrlo juntos.

 

*Profesor de Ética de la comunicación, Escuela de Posgrados en Comunicación, Universidad Austral.