OPINIóN

El gen izquierdista del fascismo

Frente al escenario de una crisis sanitaria conviene estar alerta sobre las figuras políticas emergentes que prometen seguridad y soluciones mágicas.

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Coronavirus | Rottonara / Pixabay

Frente al escenario de una crisis sanitaria con su correlato económico devastador, alto desempleo y creciente desigualdad social, conviene estar alerta sobre las figuras políticas emergentes que prometen seguridad y soluciones mágicas.

La pandemia COVID-19 está acarreando un gran debate sobre sus consecuencias y el peligro que supone a las democracias liberales el incremento de las medidas de seguridad para garantizar la vuelta a una vida relativamente normal.

La sombra del fascismo es una de las que oscurecen los escenarios que se vislumbran para los próximos meses. Uno de los problemas para no dar cuenta de esta amenaza pasa por la incomprensión acerca de la raíz ideológica y social de esta derecha plebeya.

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Lenguajes y temores: las trampas de la sutileza

El término extrema derecha es un rótulo que dificulta comprender al fascismo como un movimiento donde sectores obreros y los marginados cobran un lugar de relevancia.

Benito Mussolini, el fundador del fascismo, era un maestro de la Romagna que ocupaba uno de los puestos de liderazgo dentro del ala revolucionaria del Partido Socialista Italiano. Director de Avanti!, el diario socialista, había apoyado movilizaciones radicalizadas, como la “Semana Roja” de Ancona en 1914. Su giro en favor de la guerra contra Austria-Hungría motivó su expulsión del partido socialista. Mussolini se llevó a varios camaradas para formar primero los Fasci Autonomi d’Azione Rivoluzionaria y, luego de la guerra, los Fasci Italiani di Combattimento. Ambos fueron el germen del fascismo italiano.

Ahora bien, ¿cuáles eran algunas propuestas originales de los Fasci contenidas en su primer programa de 1919? Van las siguientes: sufragio universal con lista de representación proporcional y voto igualitario para las mujeres; ley que limite la jornada laboral a ocho horas; salario mínimo; participación de los trabajadores en la dirección de la industria; concesión de industrias a organizaciones proletarias; pensiones para a vejez e invalidez; impuesto progresivo sobre las riquezas que represente una expropiación parcial; confiscación de los bienes eclesiásticos. ¿Quiénes se sentirían atraídos hoy por estos puntos? ¿Izquierda, derecha?

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El hijo predilecto del fascismo comprendió rápidamente este sesgo fundacional. Fue el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei), cuyos miembros fueron rotulados como nazis para no tener que repetir la extensión interminable de nationalsozialisten.

El brazo social del partido liderado por Adolf Hitler se hizo más fuerte luego de la caída de Wall Street en 1929. Las SA (Sturmabteilung), los cuerpos de choque “marrones” dirigidos por Ernst Roehm, fueron una de las ramas del partido que contuvo e incorporó decenas de miles de alemanes tirados a las calles por el desempleo y la crisis social.

Roehm fue uno de los líderes del ala radicalizada del partido nazi que pretendía llevar adelante una revolución nacional que acabara con los privilegios de la clase alta alemana y la propiedad privada en los medios de producción para dar lugar a un socialismo alemán.

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A estos sectores radicalizados del “campo popular” (völkisch) se les llamaba entonces  “la gente de izquierda de la derecha” (“Die linke Leute von Rechts”). En términos de sus propios miembros, la bandera nazi contenía ese elemento fundacional socialista: “Nuestra bandera porta la esvástica, pero es y permanece roja” (“Unsere Fahne trägt das Hakenkreuz, aber ist und bleibt rot”).  Este lema era  común en la escuela de formación nazi de Altona, en las cercanías de Hamburgo. Curiosamente, o no tanto, esta escuela y su perfil más “socialista”tuvo una presencia muy fuerte en la comunidad alemana de la Argentina que adhirió al nazismo.

Frente a un escenario de crisis económica devastadora, alto desempleo y creciente desigualdad social, fenómeno que ya fue anticipado por autores como Thomas Piketty o Branko Milanovic, hay que estar atentos a las figuras políticas emergentes. Que un reclamo de Big Government no encalle en costas no deseadas depende el futuro de la democracia tal como la conocemos.

 

* Dr. en Sociología (UCA).Docente UCA, UCES, UNTREF.