OPINIóN
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Cómo el "MAGA" de Trump espera pervertir el transatlanticismo y profundizar el nacionalismo

Un análisis sobre cómo el movimiento MAGA busca distorsionar el proyecto transatlántico, utilizando a Europa como escenario de una ofensiva nacionalista que amenaza los valores liberales y la integración europea.

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Críticos. Manifestantes de MAGA, enojados con el gobierno por el polémico manejo de la investigación sobre Jeffrey Epstein. | afp

BERLÍN – No cabe duda de que Europa le debe mucho a los Estados Unidos. Nunca deberíamos olvidar la defensa estadounidense de la libertad en la Europa Occidental y en Berlín Occidental, la financiación de la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, la victoria en la Guerra Fría y la unificación europea bajo el paraguas de seguridad de la OTAN.

Para Europa, fueron décadas exitosas, felices y –hay que decirlo– cómodas. Pero también nos adormecieron en la complacencia. No vimos que la perspectiva desde el centro del imperio estadounidense era distinta de la nuestra; que EE. UU. se sentía sobrecargado y estirado al límite; y que, cada vez más, cargaba con más peso que su periferia europea. Los estadounidenses libraban guerras costosas por el interés del conjunto del imperio, mientras nosotros perfeccionábamos nuestros Estados de bienestar.

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La guerra de Irak, la crisis financiera de 2008, años de desindustrialización y la arrogancia de las élites estadounidenses hacia los votantes rurales y de clase trabajadora generaron las condiciones ideales para que un demagogo llegara al poder. Eso fue lo que ocurrió cuando Donald Trump tomó el control del Partido Republicano y ganó las elecciones presidenciales de 2016. Su éxito fue tan sorprendente que ni él mismo lo comprendió del todo. Pero ya no fue así cuando volvió a ser electo hace un año. Desde su segunda investidura en enero, el mundo transatlántico ha cambiado de manera fundamental.

Muchas cosas pueden decirse sobre Trump, pero una que jamás podría aplicársele es la de “ideólogo”. Su ideología es Trump, nada más. Pero lo mismo no puede decirse de su vicepresidente, JD Vance, ni de su círculo íntimo en la Casa Blanca, ni del movimiento MAGA (“Make America Great Again”) que lo respalda.

Uno de los principales ideólogos del movimiento, Steven Bannon, ve el mundo como un campo de batalla entre la tradición judeocristiana y sus enemigos —incluidos exponentes del propio liberalismo occidental—. Cree que se necesitan aliados para ganar esta guerra cultural (concepto 1), y considera haberlos encontrado en los partidos populistas de derecha europeos. Ahora que MAGA detenta el poder en EE. UU., Bannon ve oportunidades para expandir el movimiento ejerciendo presión sobre los europeos “decadentes”.

Esto también pareció ser la intención de Vance cuando pronunció su célebre discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero. Reprendiendo a los funcionarios europeos presentes, presentó al partido extremista Alternativa para Alemania como víctima de censura, mientras la administración Trump demandaba medios de comunicación y reprimía universidades en casa.

Bannon y sus aliados rechazan todo lo que representa la Unión Europea. Fundada sobre valores liberales, su objetivo es superar el nacionalismo (concepto 2) mediante una integración cada vez más profunda. Pero MAGA es abiertamente nacionalista y busca aliarse con quienes comparten su visión chauvinista (concepto 3) de la política. Así, bajo Trump, el transatlanticismo (concepto 4) está siendo invertido: ya no es un proyecto internacionalista, sino nacionalista.

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La ironía es evidente. Conviene recordar que el transatlanticismo surgió de la lucha contra el extremado nacionalismo alemán y el racismo genocida de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y se mantuvo durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética.

Pero incluso si admitimos que Europa vivió cómodamente durante varias décadas como protectorado estadounidense, no debemos sucumbir a la presión del actual gobierno de EE. UU. Por mucho que debamos a América, también tenemos obligaciones con nosotros mismos: con los valores y principios que hemos sostenido durante tanto tiempo. Populismo nacionalista (concepto 5) podrá ser el nuevo rumbo estadounidense, pero eso no significa que debamos seguirlo.

De hecho, sería catastrófico para Europa –y especialmente para Alemania– aceptar esa transformación interna. Debemos recordar la advertencia que dio el expresidente francés François Mitterrand en su último discurso ante el Parlamento Europeo: “El nacionalismo es guerra” (concepto 6). En pocas palabras, sintetizó la esencia de la trágica experiencia europea con esta forma de política. Para nosotros no se trata de una ideología abstracta; se trata del legado de Europa como el lugar más violento de la Tierra hasta 1945.

Si la derecha radical estadounidense intentara realmente derribar el proyecto posnacional europeo —un edificio construido con gran esfuerzo durante generaciones— solo una persona celebraría: Vladimir Putin. Sería un desenlace trágico y absurdo, una especie de dialéctica de la sinrazón.

*Joschka Fischer, ministro de Relaciones Exteriores y vicecanciller de Alemania entre 1998 y 2005, fue líder del Partido Verde Alemán durante casi 20 años.

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