El 11 de septiembre de 2018, al cumplirse 130 años del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, el presidente de la Academia Nacional de Educación, Dr. Guillermo Jaim Etcheverry, en un homenaje llevado a cabo frente a su tumba en la Recoleta, recordó aquella frase que Sarmiento pronunció en 1849: “¿No queréis educar a los niños por caridad? ¡Pero hacedlo por miedo, por precaución, por egoísmo! Moveos, el tiempo urge; mañana será tarde.”
En su alocución, Guillermo Jaim Etcheverry señaló que Sarmiento, “trataba de promover la urgencia de educar enfrentando a la sociedad con los riesgos de no hacerlo. Había comprendido la imperiosa necesidad de afrontar el desafío de la igualación de oportunidades mediante la educación ante el peligro que para todos tenía el mantener ese abismo.”
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Lamentablemente aquella célebre frase hoy no puede ser más oportuna frente a la realidad que vivimos. Vamos camino a dos años sin clases presenciales, dos años con un inmenso costo, cuya magnitud ni siquiera pasa por la mente de quienes hoy consideran que el riesgo que genera un niño, por ejemplo, que concurre a un jardín de infantes o a una escuela primaria, usualmente a pocas cuadras de su casa, supera al costo de mantener la virtualidad. Es claro que la educación virtual en la práctica es tan sólo una fantasía para muchos niños y jóvenes que viven en situaciones difíciles, para quienes la escuela es el lugar más seguro de su vecindario y es también su única posibilidad de cambiar un destino que parece escrito.
Por eso, esta nota, siguiendo el espíritu de aquella célebre frase, intenta advertir sobre el hecho que aún si privilegiamos el beneficio de reducir la circulación al mantener las escuelas cerradas, y si no tomamos en cuenta el daño que les estamos haciendo a miles de chicos y jóvenes en términos de sus posibilidades de vida futuras, tomemos en cuenta el costo para la sociedad que ello implica y tengamos miedo.
No hagamos como el avestruz, admitamos que no es casualidad que una amplia mayoría de los ciudadanos que se encuentran bajos regímenes carcelarios no han terminado sus estudios secundarios y muchos tampoco la primaria. En virtud de ello, no es difícil intuir las potenciales consecuencias de la deserción que hoy se está generando en zonas humildes de nuestro país.
Al fin y al cabo, un delincuente es un ser humano tan racional como Ud. o yo, y calcula costos y beneficios, como en cualquier otra actividad. Más efectivos policiales calificados y un cumplimiento riguroso de las leyes son indispensables para incrementar el costo de la actividad. Sin embargo, hay otro costo de relevancia que pocas veces se toma en cuenta, pero que al reducirse incrementará considerablemente el nivel de inseguridad que afronta nuestra sociedad. ¿Cuál otro sino el costo de oportunidad para un potencial delincuente de ejercer su ilegal actividad, representado por el ingreso potencial que podría obtener realizando actividades lícitas?
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¿Me imagina Ud., sustrayendo celulares con un arma en la mano? Seguramente no. Más allá de consideraciones éticas, el costo de oportunidad de renunciar a mi profesión para dedicarme a dicha actividad es ridículamente alto, en virtud de mi capital humano.
Si queremos incrementar el costo para un delincuente de llevar a cabo ilícitos, educación es la respuesta y, por cierto, nada novedosa. Sin ir más lejos, se le atribuye a Pitágoras haber afirmado “educad a los niños y no será preciso castigar a los hombres.” Más directo, imposible.
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Hoy, frente al COVID, no lo estamos haciendo, tomémoslo en cuenta pues, de lo contrario, de aquí a unos pocos años veremos los resultados de ello y tengamos miedo. Moveos, el tiempo urge; mañana será tarde, como bien nos advertía Sarmiento.
* Edgardo Zablotsky. Rector de la Universidad del CEMA. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA.