Un nuevo relato ficcional se ha generado en la comunicación social a partir de la llegada, el 6 de junio 2022,de un avión Boeing 747-Jumbo, de bandera venezolana, propiedad de la empresa EMTRASUR, máquina adquirida a una empresa iraní, propietaria de origen.
El avión tenía plan de vuelo autorizado por la autoridad aeronáutica argentina y previo una escala técnica, por razones climáticas, en la Prov. de Córdoba, llega a su destino, Aeropuerto de Ezeiza, para proceder a la descarga de la mercadería que transportaba para la empresa automotriz Volkswagen, la que afortunadamente y para evitar mayores daños, pudo recibir las piezas para los rodados de su fabricación en la Argentina.
No vamos a detenernos en el relato, suficientemente cubierto por el periodismo, en todas sus formas, sobre las idas y vueltas, trámites, revisiones y examen de la situación de la tripulación y técnicos que viajaban en la aeronave, venezolanos e iraníes, encargados estos últimos de capacitar al personal venezolano y de prestarles asistencia técnica para la operatoria de la aeronave.
Avión sospechado y argentinidad al palo
Nos centraremos en la trama de la actividad judicial desplegada en la sede nacional y de la intrusión de la política y de la comunicación social que ha condicionado y sigue dirigiendo, marcándole camino y qué debe hacer la investigación judicial y la actividad del poder político/administrador.
Como enseñara M. Foucault, hay una historia externa de la verdad y es la que marca la intrusión del poder en toda práctica cognoscitiva. Recordemos que la función judicial es “conocer y decidir” (art. 116, C.N.).
Y aquí es donde introducimos la analogía con el conocido juego de “policías y ladrones” que amenizó nuestra infancia, con particular deleite en los días de lluvia.
Como todo juego, el de policías y ladrones es una ficción, por tanto, que los jugadores obran “como si” fueran efectivamente policías y ladrones, alternando los papeles tras cada juego. Desde luego, desde niños sabemos que estamos interpretando un rol que no incide en la realidad; esto es, que nada de lo que transcurre en el juego se corresponde con un hecho de la vida real, pasada, presente o futura. Antes bien, que el juego se inspiró o puede coincidir con hechos ocurridos en la vida real.
En el juego los roles están bien definidos, y no es de buen jugador quebrantar esa regla del juego: los ladrones, ladrones; los policías, policías.
Ahora bien, en esta pretendida investigación sobre el vuelo, lo que involucra a la nacionalidad de la aeronave, de sus tripulantes y de la asistencia técnica para todos los roles de esa tripulación, está perfectamente aclarado en el contrato de compraventa de la aeronave y de prestación de asistencia técnica e instructoria a cargo del vendedor (Iraní). Agreguemos a ello que la aeronave ya sufrió todo tipo de investigaciones, en territorio argentino, por personal y auxiliares (los perros), estos últimos altamente capacitados, tal vez más que los bípedos.
Ahora quieren investigar la caja negra, que podrá aportarles interesantes datos sobre el vuelo, pero es ficcional pensar que pueda aportarles algún relato o evidencia sobre actividades terroristas, de narcotráfico o contrabando; esto es, alguna materia de interés penal.
El cuadro del absurdo se completa con tener presente que la Argentina mantiene relaciones diplomáticas con los países involucrados y, muy especialmente, que INTERPOL ya ha manifestado categóricamente que ningún miembro de la tripulación, iraní o venezolano, registra pedido de captura o investigación por autoridad alguna.
Pero, sobre la otra mano, en esa historia externa de la verdad, los “amigos”, estadounidenses e israelíes, imparten “felicitaciones” por la actividad de las autoridades argentinas y que se realicen todo tipo de medidas, por disparatadas o ridículas que sean.
Mientras, el avión de bandera venezolana permanece secuestrado provocando un enérgico repudio de la empresa propietaria.
Bien vale pensar, anticiparnos, al reclamo económico que esta mal llamada investigación penal puede provocar. Y decimos mal llamada porque no expresa cuál es el hecho, posiblemente penal, que se está investigando.
"Los iraníes eran instructores": la hipótesis de Agustín Rossi sobre el avión venezolano
Llega el momento de pensar, retornando al juego de policías y ladrones, si no se están invirtiendo los roles y ahora los policías pasan, con prisa, a convertirse en ladrones. Roban los daños y perjuicios, el lucro cesante y la pérdida de expectativas económicas que se le infieren a la empresa propietaria, que tenía un plan de vuelo autorizado, pero enfrenta un proceso judicial indeterminado e indeterminable, sin tiempos de resolución previsible, con el consecuente deterioro de la aeronave estaqueada en algún lugar del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, tremendo perjuicio económico por cierto. No hablemos siquiera de las consecuencias en el plano de las relaciones internacionales, pensemos solamente en las económicas…además del previsible papelón.
Si bien toda comparación, según el gracejo popular, puede resultar odiosa, basta cotejar la idoneidad y presteza con que el Juez Federal D. Rafecas desestimó la también absurda causa promovida por los cultores nativos del “lawfare”, relativa a la licitación de caños para el gasoducto que unirá Vaca Muerta con Buenos Aires, y esta otra llevada adelante por la investigación federal de no se sabe bien qué, para derivar, sin hesitación, de qué lado está la dignidad del discurso jurídico y de las prácticas jurisdiccionales.-
Un distinguido Profesor de Filosofía del Derecho (Dr. A. Mendoca), provocó una espontanea carcajada en los asistentes a una conferencia sobre la materia, donde tras examinar la jurisprudencia de nuestra CSJN sobre el concepto de equidad, y sin poder trazar una directriz unívoca en esa jurisprudencia, aportó una reflexión bismarquiana: “…si a Ud. le gustan las salchichas, o le interesa el derecho, mejor no trate de averiguar cómo se hacen…”.
* Eduardo S. Barcesat. Profesor Titular Consulto; Fac. de Derecho; UBA. Convencional Nacional Constituyente; año 1994.