El Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, conmemorado hace algunas semanas, nos habilita a preguntarnos por la importancia de la Memoria como un hecho concreto y activo para evitar que se sigan cometiendo atrocidades. A pocos días del comienzo de un nuevo ciclo lectivo, es imprescindible tener presente que la construcción de otredades negativas se puede desarticular desde las escuelas. Educar desde la Memoria y la Pedagogía de la Shoá: reflexiones alrededor del Holocausto.
Cada 27 de enero implica hacer una pausa activa: es el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. Tal y como informa la página de la UNESCO, “se conmemora la liberación en 1945 por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau”.
El ejercicio de la memoria para el mayor genocidio del Siglo XX tiene dos ejes claves: por un lado, saber que el Holocausto, o la Shoá, nos involucra a todos; por el otro, entender que se hace memoria del pasado para que el presente que transitamos sea mejor, y en pos de la construcción de un futuro más justo. A pocos días de que comience el ciclo lectivo escolar 2023, es importante traer estas temáticas a las currículas escolares.
Me encuentro, en estos momentos, aguardando la fecha para la defensa oral y pública para obtener el Doctorado en Diversidad Cultural. Realicé la Especialización en Estudios Judaicos y Judeoamericanos; trabajé, en específico, con la figura de una mujer prácticamente desconocida en nuestro país y a quien quisiera introducir, al menos un poco, hoy.
Memoria del Holocausto
Cordelia Edvardson fue una periodista sueca nacida en Alemania, criada como católica hasta los 14 años de edad, momento en el que fue catalogada por los nazis como “tres cuartas partes judía” por su ascendencia paterna.
La llevaron primero a Theresienstadt y, después, a Auschwitz. Sobrevivió: es una víctima que pudo legarnos escritos y testimonios en primera persona. Se convirtió en periodista y vivió durante más de 30 años en Israel, cubriendo (para un periódico sueco) el conflicto entre este país y Palestina.
La memoria, entre tantos recursos que encuentra para hacerse presente, funciona además como un lenguaje universal. Cordelia Edvardson explicaba en un documental sueco que la tiene por protagonista, Flickan från Auschwitz (“La chica de Auschwitz”, de Stefan Jarl) que aquella persona que no posee un lenguaje no es poderosa: ella sintió que le “robaron” el alemán, porque fue una lengua a la que no quiso volver luego de su cautiverio como prisionera de los nazis.
Cordelia Edvardson tuvo que aprender, recién salida de la cruel adolescencia que le tocó, el idioma sueco; asimismo, se convirtió al judaísmo y supo hallarse, también, en el hebreo (que era un desafío doble, porque el alfabeto es distinto).
¡Qué importante es el hecho de tener las herramientas lingüísticas y las posibilidades idiomáticas! Sirve para poder expresar algo que, en realidad, es muy difícil poner en palabras. ¿Cómo se comunica un horror tan espeluznante?
Si lenguaje e identidad –sabemos- van de la mano, ¿no es la Memoria un punto de encuentro para los colectivos que defienden los derechos humanos?
Hace 45 años, las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a caminar
Tuve la posibilidad de encontrarme con muchos y muy variados documentos escritos por Cordelia Edvardson (una autobiografía que lleva por título Testimonio desde el infierno, poemas y más de cinco mil artículos periodísticos…) que me permitieron acercarme al horror por el que tantos seres humanos tuvieron que pasar.
El Holocausto, o la Shoá, no fue un hecho histórico para repasar en los manuales y nada más: muy por el contrario, el hincapié en la memoria es una herramienta de resistencia. Porque, como afirma Enzo Traverso, los campos nazis no eran únicamente cárceles perfeccionadas con un porcentaje extra de crueldad, sino que representaron un nuevo fenómeno que sintetizaba la lógica de la tecnología de poder que fue ese genocidio.
Los campos nazis no eran únicamente cárceles perfeccionadas con un porcentaje extra de crueldad
El ejercicio de recordar (conceptual y concretamente: elegir una fecha conmemorativa unificada en todo el mundo) es el que nos permite entretejer pasado, presente y futuro; somos las generaciones actuales las encargadas de que las próximas continúen levantando los nombres (y, a través de ellos, las vidas) de las víctimas del genocidio. Ahondar y reafirmar el compromiso permanente con las causas justas son dos maneras de decir que no permitiremos nuevos hechos atroces.
Creo –para que sea viable la construcción de una sociedad que vele por los derechos humanos- que el camino es educar a partir de y entendiendo a la diversidad como riqueza cultural; es el único modo en el que podremos desandar los conceptos y juicios axiomáticos de las ‘otredades negativas’, sea cual sea el lugar de enunciación desde el que nos posicionemos.
Holocausto y memoria
La Pedagogía de la Memoria, entonces, debe ser un punto inalienable en las escuelas: los hechos históricos tienen que ser abordados transversalmente, con criterio y seriedad (poniendo en valor las vidas que los genocidios se llevaron por delante), y –sobre todo- como decía Primo Levi: sin eufemismos.
Los derechos humanos, como sabemos, son inherentes a todos los habitantes del planeta Tierra; así, entonces, se hace incluso más válida la pregunta alrededor de la Shoá y de la educación desde la memoria. El antes y el después de este hecho paradigmático para la humanidad toda tuvo que ver con la planificación sostenida de segregación, exclusión y exterminio.
Es la base de la que debemos partir para ejercitar la memoria activa, con prácticas concretas que nos recuerden que la construcción sólida de una sociedad más justa nos compete a todos quienes la integramos.
Fechas como el 27 de enero, Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, ayudan a que la memoria perdure y esté siempre viva. La escritora y periodista francesa Anne-Marie de Vilaine se preguntaba permanentemente por la pedagogía de la Shoá: tal y como sostenía la autora, coincidimos en que debería aconsejarse e implementarse en las instituciones educativas, porque el Holocausto nos pasó a todos como sociedad íntegra. Hacer memoria es fundamental porque la consecuencia de la negación es la repetición.
*Especialista en Diversidad Cultural