OPINIóN
Otra mirada

“El régimen de Kiev no es una democracia”

El diplomático ruso sostiene que en Ucrania se discriminan a las minorías raciales y que los nacidos a partir de 1991 fueron educados en la “rusofobia”. Hay sólo un canal de televisión, se prohibieron doce partidos políticos opositores y se intenta cancelar las elecciones presidenciales de marzo 2024.

Este domingo se notaba más movimiento de peatones y automóviles en la ciudad de Kiev, la capital de Ucrania.
Este domingo se notaba más movimiento de peatones y automóviles en la ciudad de Kiev, la capital de Ucrania. | HB

A partir del inicio de la operación militar especial de Rusia en febrero de 2022 el Occidente trataba diligentemente de presentar a Ucrania como una víctima y un puesto avanzado de democracia, que fue sometido a la agresión de un vecino más grande con rasgos autoritarios. 

Formalmente, esta versión de los acontecimientos fue lanzada al espacio mediático internacional por el presidente estadounidense Joseph Biden, quien calificó el conflicto ucraniano como un elemento de la confrontación global entre democracias y autocracias. Luego esta interpretación fue promovida por muchos medios internacionales y políticos extranjeros. No obstante, de hecho, Ucrania no es lo primero, tampoco es lo segundo.

Si la población ucraniana se convirtió en una “víctima”, entonces las autoridades de Kiev tienen la culpa. Después del colapso de la URSS, ellos lanzaron un experimento de gran magnitud para reformatear la conciencia de los ucranianos. Al principio, tímidamente e insidiosamente, luego cada vez más groseramente se modificaban los sucesos históricos clave. En lugar de los hechos objetivos se implantaban mitos creados artificialmente.

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Hoy en día, muchos en Ucrania prefieren no recordar que durante siglos vivieron al lado de los rusos como un pueblo unido. La razón de este “olvido” es que casi todos los nacidos después de 1991 fueron criados bajo la ideología del "ucranismo", basada en un rechazo absoluto de todo lo relacionado con Rusia. Los clichés antirrusos se metían en cabezas desde una edad temprana. Los manuales escolares ucranianos literalmente están impregnados de ellos, a propósito, muchos de los mismos llevan etiquetas de editoriales occidentales. En el país se fundaron los campamentos infantiles paramilitares, donde a los adolescentes les enseñaron a manejar armas y les inculcaron la idea de que Rusia era un enemigo.

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La rusofobia alcanzó un nuevo nivel después del golpe de estado en Kiev, en febrero de 2014. Casi de inmediato, se lanzó en los medios una campaña masiva de la deshumanización de la población rusoparlante del país. Cabe recordar la terrible tragedia en Odessa del 2 de mayo de 2014, cuando los partidarios de la "nueva democracia ucraniana" incendiaron la Casa de los Sindicatos con las personas que se refugiaron adentro, a quienes los periodistas llamaron burlonamente "asados". Cuarenta y ocho personas fueron quemadas vivas. No es sorprendente que el odio hacia los rusos inculcado por las autoridades se convirtiera posteriormente en una sangrienta campaña militar y un genocidio contra los habitantes de las regiones orientales de Ucrania.

Mientras Moscú persuadía con paciencia a Kiev para resolver el conflicto con su propia población de manera pacífica conforme a los acuerdos de Minsk aprobados por el Consejo de Seguridad de la ONU, el régimen metódicamente metía en las cabezas de los ucranianos que el país estaba en guerra contra Rusia. Al mismo tiempo, con la ayuda de los patrocinadores y asesores de los Estados de la OTAN, Ucrania lanzó una reorganización y reequipamiento a gran escala de sus fuerzas armadas, convirtiendo su territorio en un trampolín para crear amenazas a la seguridad de la Federación de Rusia.

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Ucrania nunca ha sido un ejemplo de democracia. Pero después del inicio de la operación militar especial, el país comenzó a convertirse de manera acelerada en una formación cada vez más corrupta y totalitaria. La persecución de quienes no están de acuerdo con las políticas de las autoridades del país ha alcanzado un nuevo nivel. Se prohibieron doce partidos políticos de oposición y, de hecho, se introdujo un sistema de partido único. Ahora, bajo el pretexto de una acción militar, las autoridades tratan de cancelar las elecciones presidenciales previstas en marzo de 2024, privando a los ucranianos del derecho constitucional más importante: elegir y ser elegido.

Cualquier crítica al régimen de Kiev es sistemáticamente erradicada del espacio informativo ucraniano. En febrero de 2022 se aprobó una ley que permite cerrar los medios sin decisión judicial. La Unión de Periodistas de Ucrania y los observadores extranjeros intentaron oponerse a esto, pero sin éxito. 

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Se bloquearon varios canales de televisión y se impusieron sanciones contra el mayor portal online de noticias– “Страна.ua”. Se conocen casos de represalias físicas contra representantes de la prensa no deseados. De hecho, en Ucrania existe solo una plataforma de transmisión de televisión (estrictamente censurada), que limita el libre acceso de la población a la información, transmitiendo solamente la propaganda oficial.

Bajo el pretexto de la lucha por la “independencia espiritual”, comenzó una ofensiva a la libertad de religión. La ortodoxia rusa se encontró prácticamente en una posición ilegal. Las autoridades detuvieron clérigos, efectuaron registros en parroquias y monasterios, expropiaron los bienes de la iglesia. 

Según los datos disponibles, el Servicio de Seguridad de Ucrania inició 65 investigaciones penales contra sacerdotes, 17 clérigos fueron sancionados, 19 jerarcas fueron privados de la ciudadanía por acusaciones de vínculos con la Iglesia Ortodoxa Rusa. 

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Incluso los principales medios de comunicación estadounidenses no pueden guardar silencio sobre la corrupción en Ucrania hoy. Ellos publican que los funcionarios del Ministerio de Defensa de Ucrania se benefician de la compra de alimentos, combustible y uniformes para las fuerzas armadas. Hay información de que las armas occidentales suministradas a Kiev aparecen en el mercado negro, incluso en Medio Oriente. 

El soborno está muy extendido en el reclutamiento al ejército. Miles de jóvenes intentan comprar permisos para salir del país o para obtener la exención del servicio militar por motivos médicos. No es difícil entenderlos, teniendo en cuenta los informes de que los soldados ucranianos heridos a menudo se utilizan como biomaterial para extraer sus órganos y trasplantarlos después.  

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En Ucrania persiguen no sólo a los rusos. Las minorías nacionales que representan más del 22% de la población del país, incluyendo los húngaros transcarpacianos, búlgaros y polacos, enfrentan varios obstáculos para preservar su patrimonio cultural e identidad lingüística. Los observadores extranjeros han señalado reiteradamente que las disposiciones de las leyes ucranianas sobre educación, lengua y minorías contradicen los acuerdos internacionales en el ámbito de los derechos humanos.

Hoy en día es obvio que Kiev, charlando sobre la defensa de los valores democráticos, de hecho ha degenerado en un régimen militarizado, represivo y comprador, basado sobre la rusofobia y la corrupción. Se ha convertido en un peligroso laboratorio para el resurgimiento de la ideología nazi. En una pseudodemocracia, donde los que están en el poder intercambian las vidas de sus conciudadanos por servir a los patrones occidentales, quienes esperan infligir una derrota estratégica a Rusia en el campo de batalla por manos ajenas.

Es triste observar que los ucranianos se han convertido en rehenes del odio, la propaganda y las ambiciones geopolíticas. Hoy no estamos en guerra con Ucrania, sino que liberamos a su pueblo de la ocupación. Todas las tareas de la operación militar especial serán alcanzadas. Cuanto antes lo comprendan los Estados Unidos y sus aliados, más pronto terminará el derramamiento de sangre.

* Embajador de Rusia en Argentina.