OPINIóN
Argentina y el mundo

El reto del desarrollo ante un mundo en transición

Ante el nuevo orden mundial que se avecina, es necesario plantear una política exterior desde una nueva perspectiva multilateral, regional, con cooperación pragmática y desarrollo sustentable, sostenible e inclusivo.

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Planeta tierra. La atmósfera empeora y el clima se hace más extremo. | Nataliya Vaitkevich

El mundo de la posglobalización, como podría caracterizarse desde una perspectiva histórica este cuarto inicial del siglo XXI, se encuentra en un momento de transición hacia un nuevo orden internacional producto de la pugna creciente entre una potencia reinante (Estados Unidos) y una potencia desafiante (China) que se libra prácticamente en todos los terrenos: la cultura, la geopolítica, la economía, la tecnología, la ciberseguridad, extendiéndose incluso hasta el espacio exterior del globo terráqueo.

Simultáneamente, en esta postmodernidad delicuescente, la humanidad está frente a un cambio de paradigma impulsado por la revolución tecno-digital que se difundió por todos los ámbitos de la vida social afectando las identidades, los valores, las percepciones, los estilos de vida, los modos de relacionamiento, las experiencias, los horizontes, y las expectativas de cada uno de los sujetos devenidos sin más en repentinos cibernautas.

La complejidad de la realidad fenoménica, como expresa el filósofo francés Edgar Morin, presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple, y asume los rasgos inquietantes de lo inextricable, lo ambiguo, lo imprevisible, lo caótico, lo contingente. 

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La política destinada  a transformar la realidad vivencial y gestionar la convivencia social está compelida a la acción prudente y responsable que supone la conciencia y reconocimiento de sus derivas, sus posibilidades, sus limitaciones y sus riesgos.

 

El reto del desarrollo ante un mundo en transición 

En el marco de una hegemonía compartida y de un equilibrio dinámico de poder, distante tanto de la interdependencia compleja expuesta por Robert Keohane y Joseph Nye en Power and Interdependence (1977) como de la estabilidad hegemónica defendida por Robert Gilpin en The Challenge of Global Capitalism (2002), en razón de sus posturas excesivamente optimista o excesivamente pesimista en relación a la cooperación internacional, respectivamente, y ante el sobreviniente cambio de paradigma en la ciencia, es necesario plantear una política exterior desde una nueva perspectiva epistemológica y ontológica que abarque una comprensión sistémica, un abordaje multidisciplinar y una prospectiva integral.

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Esta política exterior de carácter estratégica, multidimensional y multinivel debe estar orientada a cinco objetivos prioritarios y fundamentales: 

 

  1. Vinculación multilateral, especialmente con las potencias líderes; 
  2. Integración regional, consistente, abierta y plural; 
  3. Reservación de espacios de autonomía, especialmente sobre temas sensibles de  interés nacional; 
  4. Cooperación diferenciada, de índole pragmática en áreas estratégicas y/o prioritarias; 
  5. Consecución de un estándar de desarrollo sustentable, sostenible e inclusivo.


La vinculación multilateral se asienta en una relación de confianza y reciprocidad y se construye con la presencia activa y permanente del país en los diversos ámbitos institucionales, foros internacionales y organizaciones multilaterales donde se definen las líneas centrales de la gobernanza mundial y se establecen los issues de la agenda global, en aras de acordar con los países líderes oportunidades de intercambio, inversión y financiamiento en infraestructura crítica, ciencia aplicada y tecnología avanzada.

La integración regional se funda en valores, intereses, expectativas y aversiones comunes y se consolida mediante acuerdos de corto, mediano y largo plazo, compromisos mutuos y responsabilidades compartidas entre los países miembros dispuestos a enfrentar los desafíos de la cooperación y la competencia en el tablero internacional.

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La integración regional es especial en este espacio regional que tiene el menor grado de conflictividad bélica relativa y mayor reservorio de recursos naturales renovables del planeta.

La estrategia política del país tiene que acoplarse a una acción colectiva regional orientada hacia fines y acciones de alta cooperación y baja conflictividad con las potencias en liza, especialmente en aquellos campos y asuntos que no asumen para ellas relevancia estratégica ni importancia crítica, y aprovechar las ventanas entornadas que deja la competencia por la hegemonía para mantener y negociar espacios de autonomía en temas de interés nacional.

En lo atingente al cuarto objetivo y en estrecha relación con el punto anterior, la política a seguir debiera asumir un carácter diferenciado, pragmático y flexible en función de las prioridades nacionales y considerando el campo de fuerzas tensionales presentes, siendo este equilibrio dinámico tanto más fructífero y menos costoso en la medida que haya entendimientos regionales sobre problemáticas comunes y esquemas de cooperación de suma positiva.

El último objetivo constituye una aspiración compartida desde antaño por los países latinoamericanos pero que no ha podido plasmarse en una Política de Estado con un propósito trascendente que se constituya por su centralidad e importancia en un elemento catalizador de las expectativas e intereses de sus sociedades y en el leitmotiv de sus políticas exteriores.

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La argamasa fundamental para la construcción de ese destino colectivo es el desarrollo genuino y duradero. Sin embargo, para superar las limitaciones estructurales e históricas de un hábitat continental acosado crecientemente por la división política y el atraso económico, la pobreza estructural y la desigualdad social, el narcotráfico y la marginalidad, entre varios factores que llevaron paulatinamente a la región a una pérdida de relevancia en el mundo, se torna urgente e imperativo diseñar y poner en práctica una  estrategia conjunta, una acción colectiva regional y una política instrumental orientada e impulsada por un vector de realización.

La política exterior, en tanto política pública específica que articula y coordina la política interior y la política internacional, es el instrumento idóneo para aunar voluntades y consensuar acciones entre los gobiernos y los diversos actores de la política internacional. 

El desarrollo sustentable, sostenible e inclusivo debe ser el objetivo prioritario de la región en este siglo XXI, toda vez que es un reaseguro de paz, motor de progreso y condición de libertad.


* Doctor por la Universidad Complutense de Madrid;  Magíster en Relaciones Internacionales; Docente de la Universidad Nacional de La Rioja; Miembro del COFEI y del Instituto de Investigación Ortega y Gasset