La provincia de Entre Ríos es una provincia de contrastes. Desde su llanura a sus cuchillas y desde la tranquilidad de su costa hasta los carnavales, la provincia y su gente ofrecen una heterogeneidad de virtudes acaso poco habitual en nuestro país.
Sin embargo, y acá el verdadero fin de esta nota, las prácticas políticas de sus gobiernos vienen manteniendo, al menos desde los años posteriores a la crisis de 2001, una homogeneidad digna de un feudo: siempre trabajaron para sí mismos, para su impunidad y para su beneficio.
No es la primera vez en estos últimos tiempos, además, que desde el ejecutivo provincial se meten con el Poder Judicial. El caso conocido de la destitución de la fiscal Goyeneche, que llevó adelante las investigaciones que terminaron con la condena del ex gobernador Urribarri, es el antecedente más próximo de esta manera lamentable de hacer política.
El caso saliente del momento, y que me interpela en mi condición de consejera de la Magistratura de la Nación, es precisamente el escándalo difícil de describir en el que está envuelto el Consejo de la Magistratura de la provincia litoraleña.
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Es que en el contexto de la condena de Urribarri, el gobernador actual promulgó la ley que crea la Fiscalía Anticorrupción y modificó el Consejo de la Magistratura que debía designar a los flamantes fiscales. Sugestivamente, la reforma del Consejo permitía dirigir esos nombramientos para que no hubiera sorpresas y cuando el río suena…
La reforma del Consejo ya cuenta con dos acciones de inconstitucionalidad y el concurso para elegir los fiscales viene generando un escándalo tras otro, con renuncias de los jurados técnicos de los concursos, designaciones inexplicables como la del ex Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Eugenio Zaffaroni y todo tipo de reclamos por la falta de transparencia con que se pretende proceder.
En Entre Ríos, cuando el río suena, agua lleva
Son personas las que diseñan y conducen las instituciones, y por eso es tan fundamental que las normas que las estructuran sean robustas y se sostengan por sí mismas. Que el propio diseño legal las aleje de los caprichos de los hombres.
Es por este tipo de maniobras por las que nunca podemos dar por sentada nuestra república, nuestra democracia ni las libertades que disfrutamos cada día. Así como la vida se gana todos los días, también se pelea todos los días por la forma en la que queremos vivir, por las leyes que queremos que nos rijan y por la manera en la que elegimos organizarnos.
Ni nuestra libertad, ni la justicia, ni el derecho a expresarnos, ni ninguno de los beneficios de vivir en una república democrática están asegurados si no estamos atentos a que nadie se pase de los límites.
Este escándalo constitucional y jurídico que vemos en Entre Ríos es una prueba de ello. Y también es la muestra de una manera de ejercer el poder que se va. Que sabe que le queda poco y necesita cubrirse en todas sus líneas porque sabe que van a tener que responder en los tribunales.
Aún con la crisis que estamos viviendo los argentinos y con lo difícil que se nos está haciendo todo, tener la certeza de que estamos viviendo el final de una época donde la corrupción impune y el abuso de poder fueron la regla, nos llena de esperanza y nos ayuda a arrancar cada mañana sabiendo que falta un día menos.
*Abogada, Consejera de la Magistratura Nacional