El 18 de junio de 2015 fue presentada públicamente la segunda Carta Encíclica del Papa Francisco Laudato Si' (Alabado Seas) denominada “Sobre el cuidado de la casa común”. Allí advierte que los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde prima una especulación y una búsqueda de la renta financiera, ignorando los efectos que producen sobre el ambiente.
El Papa Francisco (1936-2025), el argentino Jorge Mario Bergoglio (“el Papa del fin del mundo"), ungido en 2013, primer Pontífice jesuita e hispanoamericano, proclamó varias Encíclicas: Lumen Fidei, “Sobre la fe” (2013); Laudato Si', “Sobre el cuidado de la Casa Común” (2015); Fratelli Tutti, “Sobre la fraternidad y la amistad social” (2020); y Dilexit Nos, “Sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo” (2024).
Se cumple una década de aquel de la encíclica Laudato Si', donde advertía sobre el cuidado de la casa común. Se trata de un documento que marcó un hito en el pensamiento social y en el debate global sobre la crisis ecológica. Una encíclica, en el contexto de la Iglesia Católica, es una carta solemne que el Papa dirige a los fieles de todo el mundo como pronunciamiento ante cambios sociales, para ofrecer prescripciones sobre el camino a seguir. No solo denuncia los males que aquejan al planeta, sino que plantea un programa ético, educativo y político de transformación de nuestras formas de habitar.
Lejos de circunscribirse a la comunidad eclesiástica, se dirigió a toda la humanidad y logró interpelar, con una potencia poco frecuente, a científicos, políticos, urbanistas, activistas, ecólogos y ciudadanos de todo el mundo. En un contexto de agravamiento de las consecuencias del cambio climático, el aumento de las desigualdades sociales y el agotamiento de recursos naturales propone un nuevo paradigma basado en la ecología integral, una visión que vincula lo ambiental con lo social, lo económico, lo cultural y lo espiritual.
Todo está interconectado: hacia una ecología integral
La encíclica propone superar las miradas fragmentarias del mundo para adoptar una visión holística, donde lo ambiental, lo social, lo económico, lo político, lo cultural y lo espiritual se entienden como dimensiones inseparables de una misma realidad. Esta noción de ecología integral se erige como el núcleo conceptual del documento. El deterioro ecológico afecta con mayor crudeza a los más pobres y vulnerables. El cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad acrecientan las injusticias estructurales. Por tanto, no puede haber una solución ecológica sin una transformación social y ética.
La entrevista de Jorge Fontevecchia con el Papa Francisco
La encíclica cuestiona el dominio absoluto de la lógica técnica y el consumismo desenfrenado, que han reducido la naturaleza a un mero recurso explotable. Esta cosmovisión ha generado un modelo de desarrollo insostenible y alienante. Para lo cual, proponerecuperar el sentido de límite, la austeridad y la reciprocidad. Llama a una transformación interior y cultural, a una nueva forma de mirar el mundo y de vivir en él, basada en la compasión, el cuidado y la justicia intergeneracional. Esta conversión debe ser comunitaria e institucional.
De tal modo, se invita a pensar el planeta no como propiedad del ser humano, sino como casa común y bien compartido, con derecho a existir por sí mismo. Esta mirada antropológica y espiritual recupera nociones de fraternidad cósmica y respeto por todas las formas de vida. La crisis ecológica no puede resolverse de manera local o aislada. Se necesita una cooperación internacional efectiva, nuevos acuerdos globales y políticas públicas que promuevan modelos económicos sostenibles, con justicia distributiva y respeto por los límites del planeta.
Uno de los aportes más fecundos de esta encíclica para el pensamiento urbano contemporáneo es su llamada a reconfigurar las formas de habitar el territorio desde un enfoque de justicia ambiental, inclusión social y participación comunitaria. Aunque no se ocupa específicamente del urbanismo, sus principios ofrecen claves fundamentales para repensar las ciudades como espacios de dignidad, equidad y sostenibilidad. Alienta el rediseño de las ciudades y territorios, promoviendo modelos de urbanismo inclusivo, verde y participativo.
Planificación urbana, derecho a la ciudad y justicia territorial
En su diagnóstico del mundo actual, destaca que el deterioro ambiental está íntimamente relacionado con la degradación de la calidad de vida urbana. Denuncia con claridad los efectos del hacinamiento, la contaminación, la segregación espacial, la falta de espacios verdes, la especulación inmobiliaria y la pérdida del sentido de comunidad. Señala también que las periferias urbanas concentran múltiples formas de vulnerabilidad y que la urbanización salvaje suele producir exclusión en lugar de integración.
El legado ambientalista del papa Francisco
Esto implica recuperar el derecho a la ciudad como derecho colectivo a transformar y ser transformados por el entorno urbano, garantizando condiciones de habitabilidad digna, acceso equitativo a bienes comunes urbanos y reconocimiento de las diferencias culturales y territoriales.La ecología integral plantea una visión de ciudad en la que el ambiente construido no se oponga a la naturaleza, sino que se articule con ella en términos de armonía, resiliencia y regeneración. Esto supone integrar políticas de movilidad sostenible, protección de cuencas, vivienda adecuada, infraestructura verde, espacios de encuentro y planificación participativa.
Implica superar el paradigma fragmentado y tecnocrático de las intervenciones urbanas, reconociendo la complejidad de los procesos territoriales y la diversidad de actores involucrados. E implica también cuestionar la idea de desarrollo mediante una concepción alternativa basada en la sostenibilidad integral, la equidad intergeneracional y la valorización de las culturas locales. Las ciudades, en este marco, deben ser laboratorios de nuevas formas de vida urbana, orientadas a la inclusión, la cooperación y la creatividad social.
En síntesis, la encíclica ofrece una base ética y política para repensar la planificación urbana como herramienta de justicia territorial, reconociendo que los problemas ambientales no pueden desvincularse de los modelos de ciudad, ni las soluciones sustentables de los derechos colectivos a habitar el territorio en condiciones de dignidad y plenitud.Desde esta perspectiva, convoca a una conversión ecológica, una transformación profunda de nuestras formas de pensar, consumir y organizar la vida colectiva.