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Estanflación y tecnología: una oportunidad oculta para la Argentina

La creación de un entorno favorable para las inversiones, mediante la desregulación y la reducción de impuestos, puede impulsar el crecimiento económico y mitigar la estanflación.

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Economía. Volvió a lograr superávit primario en febrero. | Néstor Grassi

El gobierno asumió el cargo en una de las situaciones más críticas que enfrentaba nuestro país en términos socioeconómicos: estábamos al borde de la hiperinflación, con una fuerte caída en la demanda del peso, una deuda pública completamente insostenible, una actividad económica estancada desde 2011, altos niveles de pobreza y desempleo, y una grave erosión del tejido social que generaba una igualación hacia abajo de todos los estratos de ingresos.

En términos generales, el gobierno se enfrentó a cuatro desafíos urgentes a lo largo de 2024: la distorsión de los precios relativos, el riesgo de hiperinflación, un abultado déficit fiscal y el pago de la deuda.

Una forma de describir la hiperinflación es mediante un proxy de la velocidad de circulación del dinero, que mide la cantidad de días en promedio que la gente guarda pesos en sus bolsillos. Este indicador se había reducido a 14 días, mientras que durante la hiperinflación de 1989 había sido de solo 7 días. Esto indicaba que estábamos al borde de una hiperinflación. Recordemos que el año pasado, Argentina enfrentó una escalada preocupante en la inflación, alcanzando niveles no vistos en décadas. En diciembre, la inflación se disparó a un 25,5% mensual, el doble en comparación con el mes anterior, marcando así el índice más alto en 33 años.

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La distorsión de los precios relativos era tan significativa que ya no existía una forma precisa de medir el valor de los bienes y servicios en la economía. Una señal clara era la remarcación de precios cada vez que el dólar subía. Era el único parámetro que tenía la economía para medir el resto de los precios. Esta distorsión provocaba una retracción en las inversiones, una asignación ineficiente de recursos y la exacerbación de desequilibrios macroeconómicos, lo que alimentaba un círculo vicioso de mayor estancamiento económico y empobrecimiento social.

Pago de deuda y reservas en fuga

Por otro lado, durante los primeros cuatro meses, el país enfrentaba la presión de pagar más de 17,000 millones de dólares en deuda, con el mes de abril solo acercándose a los 3 mil millones de dólares. La deuda de este mes con el Fondo Monetario Internacional rondaba los 2 mil millones de dólares, y además se sumaba la deuda acumulada con los importadores de casi 60,000 millones de dólares. Con una economía que no mostraba crecimiento, resultaba aún más difícil hacer frente a una deuda de tal magnitud.

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Por su parte, el déficit fiscal obligaba a emitir más pesos en la economía, lo que aumentaba los riesgos de hiperinflación y, asimismo, elevaba los niveles de deuda pública, sometiendo al país a un modelo explosivo. Cada año el presupuesto asigna una parte significativa de los recursos para cubrir el servicio de deuda, lo que implica que una porción considerable del presupuesto se destina a pagar intereses y amortizaciones en lugar de que esos recursos permanezcan en sectores productivos. Esta orientación hacia el servicio de deuda termina extrayendo recursos del sector privado a través de mayores impuestos, lo que fuerza al estancamiento económico. Si todos los años el gobierno destina cada vez más recursos al pago de deuda, necesita recaudar más dinero a través de impuestos para cubrir esos pagos, lo que reduce cada vez más la cantidad de dinero disponible para inversión privada. Como resultado, las empresas tienen menos capital disponible para invertir en expansión y crecimiento, lo que puede llevar y profundizar el estancamiento económico.

Es por eso que, antes de implementar un plan de estabilización, el gobierno optó por trazar un camino para evitar la debacle. A lo largo del año, se propuso reducir el gasto público. Aunque una gran parte de esa contracción se debió a la licuación, esto es la congelación de partidas del gasto ante un contexto de alta inflación, generaba una caída en términos reales. Esto evitó la necesidad de seguir emitiendo para financiar al tesoro y comenzó a tener un impacto a la baja en la inflación.

Por supuesto, una parte de la disminución del gasto se dio a través de ajustes en los subsidios económicos, como en el caso de las tarifas, y recortes en obras públicas. En resumen, se comenzó a aplicar una política fiscal y monetaria contractiva con el objetivo de reducir los altos niveles de inflación. Sin embargo, esta medida tuvo como contrapartida una caída en la actividad económica, un fenómeno conocido como estanflación, que es muy temido a nivel internacional. Esto se debe a que las políticas dirigidas a resolver un problema pueden ser contraproducentes entre sí: por ejemplo, reducir la inflación implica una caída en la actividad económica y viceversa. De esta manera, la estrategia del gobierno anterior de fomentar la actividad local generaba un aumento en la inflación.

Un camino audaz para salir rápido de la estanflación

En mi reciente libro, 'La Guía secreta sobre el liberalismo argentino que el sistema quiere ocultar', explico de manera sencilla un camino audaz para salir rápidamente de la estanflación.

La clave, siguiendo el modelo de desarrollo asiático, reside en crear un entorno propicio para las inversiones, lo cual es fundamental para impulsar el crecimiento económico, especialmente si no se basa únicamente en la demanda interna. Aunque una política monetaria más restrictiva puede reducir el gasto y la producción, la entrada de capitales en sectores exportadores puede contrarrestar estos efectos. Específicamente, los sectores de tecnología y software pueden aprovechar las condiciones favorables en Argentina, como impuestos bajos y regulaciones flexibles, para atraer inversores y generar empleo. Una desregulación y reducción impositiva podrían tener un impacto positivo en la actividad económica, incluso evitando la estanflación. Al fomentar la inversión extranjera y promover sectores estratégicos, se puede crear un escenario donde el crecimiento económico y la estabilización monetaria se complementen, ofreciendo una perspectiva optimista para el futuro económico del país.

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Por ejemplo, consideremos una empresa de software de capitales chilenos que decide expandir sus operaciones en Argentina gracias a las políticas de desregulación en el sector. Al desarrollar una plataforma innovadora de gestión empresarial en el país, esta empresa no solo beneficia a sí misma, sino que también crea un efecto multiplicador en la economía local. Este software proporciona a las empresas argentinas la capacidad de optimizar sus procesos internos, mejorar la gestión de recursos y aumentar su eficiencia operativa. Como resultado, estas empresas pueden ofrecer productos y servicios de mayor calidad a precios competitivos en el mercado global, lo que les permite aumentar su participación en el mercado internacional.

Además, la expansión de la empresa de software chilena genera un impulso en el empleo y la creación de nuevas oportunidades laborales tanto directa como indirectamente. Otros sectores de la economía, como el de servicios de tecnología, logística y marketing, también pueden experimentar un crecimiento a medida que estas empresas expanden sus operaciones y buscan colaboradores locales. Esto crea un efecto dinámico en la economía, donde el éxito de una empresa en particular estimula el crecimiento de todo un ecosistema empresarial.

Con este ejemplo muy simple vemos cómo la creación de un entorno favorable para las inversiones, mediante la desregulación y la reducción de impuestos, puede impulsar el crecimiento económico y mitigar la estanflación.

En conclusión, enfrentamos desafíos económicos significativos que requieren soluciones prácticas y creativas. La historia nos muestra que políticas de ajuste pueden tener efectos adversos en la economía, pero también podemos pensar caminos inteligentes de cómo podemos mitigar estos impactos. Es fundamental pensar en términos dinámicos y considerar medidas que impulsen la inversión y el crecimiento económico de manera sostenible.

 

(*) Economista UBA, Directora de Candormap, Directora de Fundación Libertad Humana de Chile y Escritora