OPINIóN
Efemérides 7 de octubre

Jerusalén, el Tercer Templo y el Mesías

El Libro de Ezequiel profetiza que la paz terminará de ligar fuertemente las historias del Monte Moriá, la Cúpula de Oro, la Mezquita de Al-Aqsa y la llegada de un Salvador. Al fin de cuentas las tres grandes religiones monoteístas de la humanidad pasaron -y pasan- por el exacto mismo lugar.

Monte del Templo, Jerusalén 20250929
Monte del Templo, Jerusalén. | Gentileza Matías Wiszniewer

Faltaban algo más de ocho meses para los trágicos acontecimientos del 7 octubre 2023 cuando, el 26 de enero de 2023, el Ejército Israelí ingresó al campo de refugiados de Yenin, en la Cisjordania ocupada, masacrando a nueve palestinos.

El 27 de enero, como venganza, un joven musulmán abrió fuego frente a la sinagoga de Neve Yaakov (enclave judío en el Este palestino de Jerusalén) matando a siete hebreos e hiriendo a cinco antes de caer acribillado a balazos: fueron los incidentes más graves en años.
En la madrugada del sábado 28, en El Cairo, cuando con mi mujer estábamos a punto de salir rumbo al aeropuerto, las pavorosas noticias nos obligaron a discutir la continuidad del plan, pero decidimos seguir adelante: aterrizamos en Tel Aviv y nos dirigimos al destino previsto, en una Jerusalén desierta por la omnipresencia del Shabat.

Esa misma mañana, mientras sobrevolábamos la ruta del Éxodo, un niño palestino de solo 13 años hirió a dos israelíes judíos en Jerusalén Este y, al día siguiente, el primer ministro Benjamín Netanyahu, lejos de apaciguar los ánimos, llamó a la población a “armarse contra el terrorismo”.

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Monte del Templo, Jerusalén 20250929

Este líder implacable -que ya había gobernado más de 15 años desde 1996- acababa de asumir su tercer mandato y no perdió el tiempo: enseguida volvió a fomentar las espirales de sangre y venganza que durante décadas venían mortificando a la Tierra de Israel.

En Jerusalén hay una Roca (así, con mayúscula). Sobre ella -según narra el Génesis- el Eterno puso a prueba al patriarca Abraham: le ordenó ascender al Monte Moriá y sacrificar a su amado hijo Isaac. Pero en el instante fatal un ángel detuvo la mano filicida, y reemplazó al hijo por un carnero.

Según la interpretación de Diana Sperling -que suscribo- la escena expresa el mandato de que, a diferencia de lo que se acostumbraba en tiempos antiguos, los padres ya no se apropiarán de sus retoños: lo que se decreta en cambio es “sacrificar” la omnipotencia de ese padre que podía disponer de la vida y del destino de la prole (según Freud, son este tipo de restricciones bíblicas las que colocan al judaísmo como “un progreso en la espiritualidad”).

En la fresca y soleada mañana del lunes 30 de enero, en medio de la tensión provocada por los sucesos mencionados, y entre destacamentos de soldados armados hasta los dientes, nos pusimos a disposición de Itamar, nuestro guía israelí. Atravesamos la muralla por la Puerta de la Basura, cruzamos el jolgorio de música y globos multicolores de un Bar Mitzvá callejero y alcanzamos, en el corazón de la Ciudad Vieja, el precario puente de madera que permite a los no musulmanes, en determinado horario, el ascenso al Monte Moriá, o Monte del Templo, o Explanada de las Mezquitas. Pasamos un control policial y contemplamos, abajo a nuestra izquierda, la muchedumbre de religiosos israelitas orando frente al Muro de los Lamentos.

¿Por qué no pensar el momento de la eventual aceptación de que el Tercer Templo forma parte de la historia de un otro, ese mismo otro con el que se deberá compartir una Parte de Palestina"

Surcamos la Puerta del Magreb, y allí el espectáculo se desplegó imponente: entre minaretes, vastos revestimientos de colores celestiales e innumerables formas geométricas, estaba el supuesto lugar de la Creación del Mundo, el mismo en que yace la Roca sobre la que Abraham no sacrificó a Isaac.

Estaban el núcleo de la “Tierra Prometida” (que hace tres milenios vio a Salomón edificar el Templo de David), y el sitio donde ese mismo santuario, aniquilado por los ejércitos babilónicos, fuera reconstruido bajo el auspicio de Darío el persa; y estaba también el lugar donde Jesús expulsó a los mercaderes, y donde el Templo volvió a ser cenizas bajo la ocupación romana (quedó como último resto el Muro Occidental, el “de los Lamentos”).

Después de Roma vino Bizancio y después -cuenta la historia-Mahoma experimentó un “Viaje Nocturno” desde La Meca a esa misma Roca, y desde ella hasta los cielos"

¿Cómo no experimentar algún tipo de epifanía o de éxtasis bajo la fuerza de aquel cielo y sobre la potencia de ese Monte?
Después de Roma vino Bizancio y después -cuenta la historia-Mahoma experimentó un “Viaje Nocturno” desde La Meca a esa misma Roca, y desde ella hasta los cielos, y luego de recibir allí las instrucciones de Alá, volvió a sus desiertos y procedió a la fundación del islam.

En las décadas posteriores, los primeros califas edificaron, sobre la Roca, el imponente oro de la “Cúpula de la Roca”, y frente a ella, la Mezquita de Al-Aqsa, otorgando a la Explanada el grado de tercer lugar más santo de la nueva religión.

En cuanto al pueblo judío, a pesar de su amplia diáspora alrededor del mundo, siguió teniendo habitantes en Jerusalén: perseguidos por los cruzados, fueron rehabilitados cuando el sultán Saladino (que contaba entre sus cortesanos al médico y filósofo hebreo Maimónides) reconquistó la ciudad para los musulmanes.

Entonces Jerusalén permaneció en manos islámicas hasta bien entrado el siglo XX, cuando los avatares del sionismo, del Holocausto nazi y de la Guerra de los Seis Días de 1967, la colocaron bajo control del nuevo Estado de Israel.

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Al ascender aquella mañana hacia la Explanada, el guía Itamar mencionó las actuales disputas entre judíos ortodoxos que polemizan sobre si entrar o no a tan santo espacio físico: muchos se oponen, y otros, los más extremistas y nacionalistas, no solo llaman a ingresar, sino también a rezar allí (en abierta violación de los acuerdos de 1967, que prohíben tal accionar a los no musulmanes). Pero fue cuando Itamar aludió a las controversias sobre un eventual Tercer Templo en la Explanada que algo se conmovió dentro de mí.

En el bíblico Libro de Ezequiel, así como en textos posteriores de la tradición judía, la promesa de un Tercer Templo aparece estrechamente ligada a la de la llegada del Mesías, y a la consecuente instauración de una Era Mesiánica en tanto nuevo tiempo de paz y armonía universal.

Además, algunas tradiciones judaicas mencionan al Tercer Templo como el lugar donde, retomando un ritual archivado desde antaño, volverán a realizarse sacrificios.

En la Torá el sacrificio pasa por la aceptación de una pérdida"

Mientras salíamos del Monte del Templo, por detrás de la Cúpula de la Roca, hacia un frugal almuerzo de humus y kebab en el barrio musulmán, revoloteaban por mi cabeza las palabras “Mesías”, “Era Mesiánica” y “Sacrificio”. Y de pronto me pregunté yo, heredero de sobrevivientes de la Shoá, si el Tercer Templo no estaría ya construido, si acaso el deseado santuario no sería esa magnífica combinación de mezquitas y cúpulas levantada en los albores del islam, a la vista del Muro judaico y del Sepulcro de Jesús.

En la Torá el sacrificio pasa por la aceptación de una pérdida, como la que se marca en la limitación de Abraham frente al hijo, o en el listado de restricciones que la Ley de Moisés prescribió en el desierto, así como en la entrega de una parte del propio cuerpo mencionada en el Pacto que ordena la circuncisión (Génesis XVII), o en el “abandonar la casa de tus padres” (Génesis XII), o incluso en la resignación a la que se somete el mismísimo Eterno cuando, en Génesis IX, se compromete a “no enviar más diluvios a la tierra”.

Dado este espíritu de la letra bíblica, ¿por qué no pensar, en tanto signo del advenimiento de la Era Mesiánica, el momento de la eventual aceptación de que el Tercer Templo forma parte de la historia de un otro (de ese mismo otro con el que se deberá compartir una Parte de Palestina), y el de celebrar entonces como propio el esplendor ya erigido por los vecinos musulmanes en la Explanada de Abraham, de Salomón, de Jesús, de Mahoma y de Maimónides?

* Escritor y filósofo; autor de "Vericuetos del Espanto" e "Invierno sueco. El último viaje de René Descartes"