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Arizona: la clave para entender la derrota de Donald Trump

La única victoria demócrata en este Estado tuvo lugar durante la reelección de Clinton en 1996. Pasaron 24 años para que se repitiera la hazaña.

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Discurso de Donald Trump | AFP

En el ardid del recuento de votos, los discursos victoriosos demócratas y los tweets furiosos de Donald Trump, la atención post electoral se cierne sobre los llamados “swing states” que generalmente son los que definen la elección, pero en esta ocasión puede que la clave para comprender el resultado esté en un bastión republicano: Arizona.

En la historia moderna de Estados Unidos, la única victoria demócrata en este Estado tuvo lugar durante la reelección de Bill Clinton en 1996. Pasaron 24 años para que se repitiera la hazaña, esta vez en manos de Joe Biden.

Tomando en cuenta que Trump siempre se proyectó como el emblema de la ”América profunda”, se pensó que los Estados tradicionalmente republicanos respaldarían sin titubeos la reelección, pero Arizona es una excepción, y al mirar qué ocurrió, el nombre de John McCain aparece en todas partes.

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John McCain fue uno de los mayores símbolos del Great Old Party (GOP) en los últimos cuarenta años. Veterano de la guerra de Vietnam, donde fue capturado y torturado durante cinco años, McCain sirvió al Estado de Arizona desde 1987 como Senador, cargo que ocupó hasta su fallecimiento en 2018.

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Reconocido como un héroe de guerra y político de gran trayectoria, McCain lideró a los republicanos en la contienda electoral de 2008, donde resultó ganador Barack Obama. En 2016 no tardó en ser crítico de la candidatura de Trump.

Cuando asumió, el presidente sostuvo diferentes enfrentamientos con McCain, especialmente cuando este último dio un voto negativo en el Senado contra la reforma de salud que derogaría Obamacare. Trump puso en tela de juicio el prestigio de McCain manifestando que solo era un héroe de guerra por haber sido capturado, y que él prefiere a “aquellos que no son capturados”.

Esta ocasional disputa con McCain, en abstracto, forma parte de la manera sistemática con la que la administración Trump trató y gestionó sus relaciones con prácticamente todo el orden político americano. Lejos de tender puentes siquiera con los sectores políticos que lo rodeaban, Trump sostuvo una imagen disruptiva hasta límites contraproducentes.

Su postura antipolítica no solamente lo llevaba a despreciar a sus opositores, sino a gran parte de su propio partido, dejando a su stock de colaboradores en niveles cada vez más bajos a m4edida que se desarrollaba su gobierno. El presidente pensó que su nombre bastaría para ganar.

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En 2016, Donald Trump sacó 5% de ventaja a Hillary Clinton en Arizona. En las pasadas elecciones Biden ganó dicho Estado con casi 1% de diferencia. Es difícil pensar que este giro en Arizona no tenga relación con la disputa Trump-McCain.

La derrota republicana en este Estado no solo se debe al voto castigo, ya que en septiembre de este año, la esposa de McCain expresó públicamente su apoyo a Biden, quien tomó parte en su funeral en 2018, expresando un emotivo discurso, propio de la conocida amistad que tuvo con McCain durante varios años. En cambio, el presidente solo expresó sus condolencias vía Twitter.

Al analizar otros bastiones como Texas, donde Trump sacó ventaja de 10% en 2016, y este año sólo logró una ventaja de 5%, podemos ver que esta conducta irreverente para con su mismo partido, diezmó el empeño que el GOP pusiera en la reelección. Por otro lado, al mirar los Estados que conquistaron los republicanos en 2016, como Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, podemos ver que todos resultaron en victorias demócratas este año.

Esto último deja en evidencia que Trump no sólo fracasó en la conquista de nuevos votantes, sino que falló en sostener el apoyo electoral en sus propias bases tradicionalmente republicanas. Su carácter no sólo avivó a sus contrincantes sino que alejó a sus potenciales aliados.

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Arizona brinda once electores que matemáticamente no resultan decisivos para la derrota de Trump, pero sí representan el efecto de sostener un discurso antipolítico que pudo resultar repulsivo incluso para su propio electorado.

La derrota republicana de este año refleja que la imagen disruptiva e irreverente quizás sirve para cosechar grandes éxitos electorales, pero una vez que se asumen las riendas del gobierno, esta forma de hacer política puede resultar insostenible para conservar el poder.

Esta es una alerta para los líderes que buscan sostenerse sobre el discurso de la antipolítica. La derrota de Trump los obligará a repensar la estrategia para manejar con cuidado un discurso que se ha convertido en un arma de doble filo.

 

* José Manuel Rodríguez. Responsable de Comunicación y Desarrollo de la Fundación Federalismo y Libertad. Estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad del CEMA.