OPINIóN
CRISIS EN EL GOBIERNO

Juan Manzur, entre la Nación y Tucumán

Hoy la jefatura de Gabinete la ejerce un hombre que sabe lo que quiere. Pero que lanza su jugada, hasta ahora más audaz, en tiempos que parecen poco fértiles para grandes planes.

Jura de los nuevos ministros del gabinete 202100920
Jura de los nuevos ministros del gabinete | PABLO CUARTEROLO

La mañana del lunes en Tucumán arrancó con dosis de suspenso propias de un thriller y la posibilidad de un papelón de una comedia de enredos. No sabíamos si la “novia” se presentaría en el “altar”. El gobernador Juan Manzur estaba en la provincia y circulaban versiones de que podía pegar el “faltazo” a la asunción del gabinete, prevista para la tarde de ese día, ante la imposibilidad de resolver sus problemas con su vice, Osvaldo Jaldo.

Poco antes de las 9 de la mañana, Jaldo se presentó en la sede del gobierno provincial. Una hora más tarde, mientras Manzur salía apresurado a tomar un avión para llegar con tiempo a la Casa Rosada, Jaldo hacía declaraciones públicas, anunciando un acuerdo. 

El hombre que mantuvo en vilo al gobierno nacional durante todo un fin de semana, se encuentra finalmente a cargo del Ejecutivo provincial, ante el pedido de licencia de Manzur. Jaldo está hoy sentado en el sillón que fue objeto de una feroz disputa que duró seis meses. El nombramiento de un funcionario marcó el inicio de un conflicto generado por aspiraciones encontradas para 2023. La Constitución provincial traza el límite de una sola reelección. Cuando promediaba el segundo período de Manzur, Jaldo se preparaba para sucederlo. Bastó que sobrevolara la idea de una reforma constitucional, en las charlas informales de la política, para que se iniciaran acciones bélicas que derivaron en la presentación de listas enfrentadas en las últimas PASO. La lista de Manzur ganó por 100.000 votos pero Jaldo, con un 40% del voto peronista, obtuvo un resultado que lo mantenía dentro del juego.

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En el análisis del significado de esos guarismos estaba el peronismo tucumano cuando estalló la crisis nacional. Llegó el ofrecimiento del asiento en el Gabinete y con él los
movimientos contra reloj para convencer a Jaldo que aceptara un cargo en Buenos Aires, dejando la gobernación en manos manzuristas

El acuerdo del lunes implica, en primer término, un enroque de fuerzas. Deja el poder legislativo provincial bajo la conducción de un miembro de la cámara leal a Manzur. También implica un aterrizaje suave de Jaldo en la Casa de Gobierno, manteniendo el gabinete existente y con línea abierta con Manzur. Es solo el primer capítulo de un experimento derivado de una tregua improvisada. Hay muchos heridos en las filas de los dos contendientes principales.

El gobernador tucumano en uso de licencia aterrizó en Buenos Aires con planes de vuelo paralelos. Uno a nivel nacional y otro a nivel provincial. El primero tiene como misión inicial coordinar la campaña. Manzur trae las credenciales de su reciente victoria electoral en su tierra, apoyada en altos niveles de participación. Movilizar a los que no votaron en septiembre, en todo el país, será uno de los objetivos. Otro, imponer la agenda. Al día siguiente de su debut se hicieron anuncios abolicionistas en materia de restricciones sanitarias y hubo anticipos de medidas que atenderán el reproche de la vicepresidenta sobre la subejecución presupuestaria. Si los resultados de noviembre fueran dignos, el tucumano buscará hacerse fuerte desde su cargo, apuntando a un 2023 que podría ofrecerle un lugar en una fórmula presidencial. 

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Manzur llega a esta instancia con 52 años y una larga trayectoria que encontró un techo prematuro a nivel provincial. Su currículum político comienza en La Matanza de Alberto Balestrini, etapa de la que mantiene relaciones significativas que se ramifican por todo el conurbano. En esa hoja de vida figuran sus cargos de ministro provincial, vicegobernador, ministro nacional y gobernador doblemente electo sin reelección. Trae, además, una nómina de conexiones que llegan hasta las más altas esferas de la comunidad judía en Nueva York, el despacho de la secretaría general de la OEA, el Departamento de Estado norteamericano y el Vaticano, junto con una serie de aceitados vínculos con algunos de los más poderosos empresarios argentinos. El propio Manzur es un empresario con uno de los patrimonios más nutridos de la política nacional. 

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El nuevo cargo puede ser una plataforma para subir un escalón político más o la base para una pirueta que puede terminar en porrazo. Para este último caso, Manzur puede acudir a un plan B, viable en la medida en que pueda mantener altas cuotas de poder en su provincia. Si fracasa en Buenos Aires podría recuperar la gobernación y desde allí intentar imponer a un delfín. Conociendo los peligros que esos cetáceos representan para sus progenitores, una medida para atenuarlos sería integrar la fórmula como vice, aunque eso reedite las anomalías que aceleraron la última crisis del oficialismo nacional. Una reforma constitucional, para tener la carta de la reelección, hoy luce improbable. También habría plan C, ya que Manzur es candidato a senador suplente acompañando a un binomio integrado por quien podría ser su candidato a gobernador. 

Pero el plan A todavía está en su fase inicial. El flamante jefe de Gabinete se presenta como un articulador de los gobernadores peronistas, fuerte nexo con el sindicalismo, impulsor de una agenda productiva y especialista en cuestiones sanitarias en un tramo calmo de una pandemia que puede recrudecer.

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Su nombre apareció en la carta de Cristina Kirchner de la semana pasada y eso hizo que muchos analistas leyeran esa mención como una imposición. Pero no hay que olvidar que fue quien tempranamente dio por finalizado el ciclo cristinista y el primer promotor del albertismo. También debe destacarse que es un dirigente con una orientación ideológica que preanuncia rispideces en su nuevo entorno. Su posición frente al aborto, que lo enfrenta a su compañera de gabinete Elizabeth Gómez Alcorta, es solo una de muchas otras que lo separan del ala izquierda de la coalición gobernante. Jorge Asís suele llamarlo Menemcito

Alberto Fernández, por experiencia propia, conoce el potencial y las limitaciones de un jefe de Gabinete. Uno de los que ocuparon ese cargo, Sergio Massa, concibió allí sus planes presidenciales. Alberto, en cambio, llegó a la presidencia sin planearlo y luego sufrió la debilidad de esa falta de planificación y de la estructura que la respalde. Hoy
esa jefatura la ejerce un hombre que sabe lo que quiere
. Pero que lanza su jugada, hasta ahora más audaz, en tiempos que parecen poco fértiles para grandes planes.

(*) El autor es Presidente del diario La Gaceta de Tucumán y miembro de la Academia Nacional de Periodismo.