OPINIóN
Neuropolítica

La ira que entusiasma

Las emociones sesgan nuestra comprensión de la realidad. Es decir, pensamos lo que sentimos: y esto también vale para la política. Tenemos 6 emociones básicas, pero la ira es la que más impulsa a la acción, sobre todo en los jóvenes, hiper estimulados por las redes sociales. Sin embargo, incluso la ira se encauza.

Javier Milei banda
Javier Milei. | NA (archivo)

El rostro reproduce la “mirada de Kubrick”, en la cual la cabeza esta inclinada hacia adelante, la mirada se fija en un modo desafiante y se frunce el ceño. Los rostros y rasgos faciales a los cuales nos enfrentamos abren nuestros prejuicios sesgando nuestras decisiones. Nuestro cerebro procesa una imagen más rápido que una palabra leída o escuchada. Es el lenguaje no verbal. Es la palabra comunicada a través de la imagen corporal. La “mirada de Kubrick” transmite enojo y desafío

Ante esa imagen, la palabra se entona con insolencia en un nivel elevado de la voz. El grito desmesurado y con bronca despierta a la audiencia y la pone en alerta. El orador tiene toda la atención. Se escucha “¡No la ven!”

El conjunto de la escena hace que el público despierte con entusiasmo su ira. La bronca se siente. La furia se contagia

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El discurso continúa con insultos, descalificaciones y agravios. Este se reproduce por toda la sociedad. Se viraliza por memes, audios y videos a los grupos de WhatsApp, en los “estados” de Facebook o Instagram, en reposteos de “X”, o por TikTok. Partes del mismo se adaptan para escucharlo con música en Spotify. En Tinder habrá alusiones al mismo. Las redes sociales comunican lo que sentimos.  

La efectividad del mensaje descansa en su simplicidad. La trama hace descargar la culpa en el “otro”: la casta, los comunistas, el Estado, etc. No se necesita argumentar nada. La ira reduce la complejidad de la realidad: la culpa la tiene el otro. 

Somos seres emocionalmente racionales. Las emociones constituyen los procesos cerebrales inconscientes que desencadenan respuestas en el cuerpo, en función del nivel de afecto que representan las acciones, imágenes y palabras que provienen de nuestro entorno.

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Así lo hizo saber Antonio Damásio, el reconocido neurocientífico, autor del libro El error de Descartes, en el cual dejaba en claro cómo las emociones sesgan nuestra comprensión de la realidad. Es decir, pensamos lo que sentimos: las emociones condicionan nuestra cognición política al intervenir en el procesamiento de la información que recibimos. 

Como seres sociales que somos, la comunicación entre nosotros activa nuestra mente a través de compartir significados. Por ello, las emociones son elementos fundamentales en la comunicación interpersonal: hay que hablar al corazón, para accionar la mente. 

Pero, no todas las emociones nos llevan a la acción. El psicólogo Paul Ekman identifico 6 emociones primarias básicas: sorpresa, alegría, tristeza, miedo, ira y asco. Estas surgieron del instinto de supervivencia del ser humano en su evolución, y son respuestas inconscientes ante los estímulos externos. La ira es la emoción que nos hace reaccionar más impulsivamente. 

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La ira surge como respuesta a eventos negativos que contradicen nuestros deseos, y cuya culpa descargamos en otros. La ira se contagia: es la bronca hacia quien culpamos. Y ello se manifiesta con violencia, a través de insultos, descalificaciones o agresiones. Así, la ira funciona como un impulso inconsciente hacia la acción, enfocando nuestra atención en quien nos ha provocado la situación no deseada. 

De esta manera, la ira puede llevarnos a tomar decisiones imprudentes, puesto que, al desviar el foco de nuestra atención, se interrumpe el proceso cognitivo, y se minimizan los riesgos de nuestras decisiones. La bronca que deviene de la ira nos enceguece, y actuamos sin pensar. 

En Argentina, a más de 100 días de la presidencia de Milei, esta ira y bronca se viraliza con entusiasmo, sobre todo entre los jóvenes. Aquí es posible esgrimir dos explicaciones.

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Por un lado, desde la ciencia política, se explica que los jóvenes son los más desilusionados con la democracia, puesto que sus expectativas no fueron cumplidas. El desencanto e indiferencia hacia el sistema de gobierno democrático entre los jóvenes es un dato general a todos los países occidentales.

Por otro lado, desde las neurociencias, se entiende que los adolescentes y jóvenes están más predispuestos a recepcionar mensajes radicalizados. La propensión a tomar riesgos excesivos se manifiesta por la necesidad de reafirmación y reconocimiento que tienen ante sus semejantes, como forma de recompensa. Lo anterior encuentra su correspondencia en el hecho de que el desarrollo de las áreas cerebrales responsables por la regulación de las emociones se produce cerca de los 25 años

El libro Neurociencias para presidentes. Todo lo que debe saber un líder sobre cómo funciona el cerebro y así manejar mejor un país, un club, una empresa, un centro de estudiantes o su propia vida (Siglo XXI) incluye varios capítulos que corroboran estos datos. Los presidentes también son economistas, escrito por Martin Tetaz, aclara que 'las áreas del cerebro que más tardan en madurar son aquellas que regulan las capacidades de autocontrol que podrían permitir el conocimiento de información sobre las consecuencias futuras de nuestros actos, las cuales están desarrolladas plenamente a los 25 años"(pag 128). Asimismo, en el capítulo Los presidentes también arriesgan, de Pablo Loli, se consigna: "existen cambios cerebrales a partir de los 20 años que pueden estar relacionados con la tendencia a tomar menos riesgos. Uno de esos cambios es el desarrollo de circuitos neuronales que tienden a regular nuestras áreas emocionales (pág. 146).

"El desarrollo de las áreas cerebrales responsables por la regulación de las emociones se produce cerca de los 25 años"

Ambas explicaciones son complementarias. Y se ven potenciadas porque son los jóvenes quienes pasan más tiempo en las redes sociales (con un promedio de casi 9 horas diarias). Y por ello, son los más sobreexcitados por contenidos diseñados con el objetivo de intensificar la ira y acentuar su rol de víctimas. En un entorno virtual saturado de subjetividades, la ira es el medio más eficiente para captar la atención.

Los jóvenes son más impulsivos y entusiastas. El entusiasmo es la valoración positiva de una propuesta. Es un estado de ánimo que impulsa a la acción, caracterizado por un intenso interés, pasión y energía. Sin embargo, por sí solo, el entusiasmo no implica idea de cambio social. No necesitamos ver hacia donde vamos para estar entusiasmados. 

En Argentina, la gestión del presidente Milei termina su “luna de miel” con altos niveles de aceptación a pesar de la grave situación económica del país. Su gestión, hasta aquí, se ha sustentado en un discurso de confrontación constante que exalta la ira. La militancia política proselitista de campaña dio paso a un activismo comunicacional gubernamental agresivo con el uso de las mismas herramientas: las redes sociales. Su relato está plagado de insultos y descrédito, con el objetivo de mantener el mismo entusiasmo que la ira contra el “culpable” despertó durante las elecciones del año pasado. 

El gobierno de Javier Milei carece de resortes de poder político genuinos, como ser mayorías parlamentarias, gobernadores, movimientos sociales, sindicatos o asociaciones civiles relevantes. Su gestión depende enteramente del entusiasmo que logre mantener en la ciudadanía.      

La pregunta es ¿cuánto durará ese entusiasmo? El entusiasmo es efímero, se sostiene en la excitación inicial que despierta la “épica” de gobierno. Después, sin aciertos válidos, acontece la desilusión, la decepción y el desencanto, que pueden reconducir la ira.   

En 1992, los estrategas políticos de Bill Clinton repetían: “es la economía, estúpido”. En 2024, en Emocracia, son las emociones.

*Profesor Superior Universitario por la UCA sede Rosario, Licenciado en Ciencia Política por la UNR y Diplomado en Gestión Pública por la Universidad Católica de Córdoba.