MODO FONTEVECCHIA
Educación

Ricardo Forster: “Hay un goce de la ignorancia en los dichos de Milei”

El filósofo rechazó que hubiera adoctrinamiento en las universidades y dijo que considera la ignorancia de Milei como "construída y sistemática". "Una de las particularidades de Argentina a partir del retorno de la democracia fue que las universidades se convirtieron en cajas de resonancias de la multiplicidad de ideas", afirmó.

Ricardo Forster
Ricardo Forster | NA

Ricardo Foster sostuvo que Milei representa una regresión en casi todos los campos, una “neobarbarie” que está “asolando a la sociedad argentina”. “Estamos ante un pensamiento único, con aspiraciones totalitarias, porque detrás de la idea de que en las universidades se adoctrina está la idea de eliminar la educación pública gratuita”, denunció en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).

Ricardo Forster es doctor en Filosofía, investigador, profesor universitario y uno de los intelectuales más respetados del país. Fue fundador del espacio Carta Abierta, y se desempeñó como titular de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional en 2014 y 2015.

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Es un viaje a mi pubertad adolescente escuchar The Wall de Pink Floyd, el tema con el que me recibieron. La paradoja es que Pink Floyd, en aquellos años, mostraba cómo un sistema arcaico-reaccionario, generaba, en el mapa educativo de Inglaterra de aquellos años, el adoctrinamiento de quienes iban a ser futuros trabajadores y masas consumidoras. 

Ahora, en cambio, se trata de otro tipo de dispositivo. Javier Milei, el presidente de la Nación, que proviene de una tradición anarcocapitalista, paleoliberal, seguidor de la escuela austríaca, dice que el conjunto de la historia educativa argentina ha sido el producto del adoctrinamiento, pero lo fija claramente en el presente.

Digo que es una paradoja, porque cuando nosotros éramos chicos, la educación, luego de sucesivos golpes militares y un manejo ultra conservador, tenía algo de repetición doctrinaria. Sólo se veía una perspectiva, la diversidad no existía, el pluralismo era un valor inexistente en términos educativos en cualquier área, en historia, lengua, o lo que fuere.

Uno podría decir que si hay un logro de lo mejor de las tradiciones de las democracias occidentales es, precisamente, la pluralidad, la diversidad, y ni hablar en el campo de nuestras universidades públicas.

Yo he desarrollado toda mi carrera como docente universitario en la Universidad de Buenos Aires, pero también he tenido la oportunidad de enseñar en muchas de las universidades públicas de la Argentina y también de otras partes del mundo. Una de las particularidades de Argentina a partir del retorno de la democracia fue que las universidades se convirtieron en cajas de resonancias de la multiplicidad de ideas, de perspectivas, teorías, ideologías, en cualquier campo, desde la biología molecular a la filosofía contemporánea o el área que sea.

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Que el Presidente de la Nación diga algo de ese nivel de ignorancia, que yo considero una ignorancia construída y sistemática, resulta terriblemente problemático, porque daña el corazón de uno de los grandes logros de la democracia argentina, que no tiene muchos. Su trama educativa, que viene de los tiempos sarmientinos. Sarmiento, que no es santo de la devoción de toda una parte del mundo ideológico argentino, sin embargo ha sido, junto con hombres claves de la generación del ‘80, los que construyeron la educación pública, laica y gratuita en la Argentina. 

Si a eso le agregamos lo que fue la reforma del ‘18, que nació en Córdoba, permitió la libertad de cátedra y la autonomía de las universidades, nos encontramos con que desde 1984 las universidades han sido un ámbito de enseñanza extraordinaria. Los profesores se someten a concursos permanentemente. Yo he tenido que concursar varias veces a lo largo de mi carrera universitaria, y los jurados han sido, en la mayoría de los casos, externos a la facultad de pertenencia de cada uno de los que concursan. A su vez, cualquiera que conozca la universidad pública, en este caso la Universidad de Buenos Aires, y revise los programas, va a ver que han pasado todos. En mi asignatura, por ejemplo, Principales Corrientes del Pensamiento Contemporáneo, se pueden leer pensadores de la tradición de las derechas conservadoras del siglo XIX, algunos de los grandes pensadores de las derechas clásicas del siglo XX, junto con, por supuesto, Hobbes, Maquiavelo, Marx, Foucault.

Además, lo que es algo extraordinario en la experiencia pedagógica es que los profesores son seres humanos, con su sensibilidad, con su pensamiento, con su posicionamiento frente al mundo, y transmiten parte de ese posicionamiento a sus estudiantes, pero a la vez se abren a otras perspectivas y sensibilidades. Por eso digo que es una política ex profeso, una neobarbarie, una lógica de la ignorancia, plantear que en el campo educativo argentino, que además se lo presenta como si fuera una totalidad, hay una lógica del adoctrinamiento.

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No tengo experiencia en la educación primaria, muy lejana y perdida en el tiempo ya en la secundaria, pero sí conozco docentes de primaria y secundaria que hacen un esfuerzo colosal en tiempos muy difíciles para ser docente a esos niveles, sobre todo en la escuela pública, que está sometida a presiones muy grandes, y que han sido personajes claves en el frente de batalla para mejorar la posibilidad de una parte muy postergada de la sociedad argentina de llegar a una movilidad social ascendente. Podríamos dar mil ejemplos de gente que tiene sus abuelos en un país como el nuestro, que fueron trabajadores, gente muy humilde, y que sus hijos o nietos, gracias a la universidad pública y a la gratuidad de la enseñanza universitaria, pudieron progresar. También hay que recordar que fue una decisión muy importante del primer gobierno de Perón. Gracias a eso se logró que una parte de la sociedad pudiera no quedar siempre circunscrita a un destino fijado de una vez y para siempre.

Para cualquier ser humano, sobre todo en su juventud, la experiencia universitaria es una experiencia extraordinaria de socialización, de apertura de mundo, de capacidad reflexiva. Todo esto no solo que no lo quiere ver, sino que lo rechaza y lo injuria el discurso presidencial, y esto es gravísimo. Es una de las cosas más graves que están pasando, junto con el desfinanciamiento, tanto de las universidades como del Conicet, que es una institución fundamental para el desarrollo de la ciencia, no sólo en Argentina, sino también en América Latina. Todo va de la mano. Somos testigos de una neobarbarie muy profunda que hoy está asolando a la sociedad argentina.

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Ricardo, vos conoces el respeto que tengo por tu tarea y tu trayectoria, ¿pero no creés que el hecho de que existiera una Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, de alguna manera, no puede generar suspicacias de que se busca instalar un pensamiento único?

Está muy buena tu pregunta, te la agradezco. A mí ese nombre siempre me pareció tonto. Sin embargo, la experiencia de la Secretaría fue una experiencia extraordinaria.

Hicimos seis foros que recorrieron el país. Por ejemplo, uno que hicimos en Cuyo estuvo dedicado a Sarmiento. Buscamos hacer un encuentro donde el tema fueran “los Frondizi”. Arturo, Ruggeri, Silvio, una familia extraordinaria que marcaba la diversidad ideológica de la Argentina. Publicamos dos tomos, el tercero quedó sin publicar, pero está en PDF, de manifiestos políticos argentinos, que abarcaron, desde 1890 a la actualidad, todas las tradiciones políticas. Los diversos liberalismos, conservadurismos, izquierdas, los nacionalismos, manifiestos, programas, grandes debates intelectuales.

Hicimos un foro que se llamó “Por la emancipación y la igualdad”, donde se invitaron, con Noam Chomsky a la cabeza, a figuras claves de la vida intelectual contemporánea de toda América y Europa. Vino Gianni Vattimo, vino, quien en ese momento era el rector de la universidad de Ciencias Sociales del Vaticano. En cada uno de los encuentros, que abarcaron la cultura en su diversidad, literatura, artes, hicimos un encuentro sobre Leopoldo Lugones, sobre la experiencia de las grandes vanguardias estéticas de la Argentina. Sacamos un libro sobre los manifiestos estéticos de la tradición artística argentina, y así podríamos seguir.

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Mi espíritu, estando como titular de la Secretaría, proviene de alguien que se formó en la tradición de la Escuela de Frankfurt, Walter Benjamin, Adorno, que ha escrito una parte de su obra en relación al antisemitismo. La verdad es que, cuando uno analiza algún acontecimiento, junto con el nombre de una secretaría, habría que indagar mínimamente qué es lo que se hizo para poder luego decir “esta era una secretaría de pensamiento único, fascistoide, orwelliana”, o algo por el estilo. Fue todo lo contrario, plural. Se invitó a gran parte de lo que ha sido y es el campo intelectual de la Argentina, algunos aceptaron y otros no. Yo he tenido muy buena relación con intelectuales que no comulgan con mis ideas y que en su momento he invitado para que sean parte de actividades de la Secretaría, como Beatriz Sarlo. 

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Si algo nunca me preocupó es tener que explicitar la pluralidad, porque yo creo que una de las claves de una vida democrática genuina es la diversidad, que lo interesante de un debate no es la univocidad, el juego narcisista donde el otro piensa como vos, sino la posibilidad de debatir. Vivimos tiempos indigentes, complicados, para justamente defender concepciones de esta naturaleza, porque hoy estamos ante un pensamiento único, con aspiraciones totalitarias, porque detrás de la idea de que en las universidades se adoctrina está la idea de eliminar la educación pública gratuita, a través de una utopía de los sectores ultraliberales, que es que cada padre o madre tenga el derecho a elegir si es que quiere que sus hijos se eduquen en su casa o que no vayan a la escuela, como escuchamos decir al señor este que pareciera representar un arquetipo de un cómic de Argentina antediluviana, que dijo que si un padre quiere que su hijo se quede trabajando con él en el taller, no tenga obligatoriedad de mandarlo a la escuela. Estos son los discursos del libertarianismo radicalizado.

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A mi no me molesta, y son experiencias interesantes incluso, que haya padres que elijan educar a sus hijos en el ambiente de sus casas porque piensan que es más abierto, más libre o lo que fuera. Pero esas decisiones no pueden ser colocadas como centro de una construcción de lo que debiera ser la educación “libre” en Argentina.

En un país que tuvo un rol destacadísimo en lo que tiene que ver con la educación en América Latina, y no sólo en América Lationa. La educación y la investigación científica en Argentina, con todas las dificultades que tuvimos, dictaduras, penuria económica, inflación, persecusión ideológica, exilio de grandes científicos, como la Noche de los Bastones Largos, que representó una sangría que nunca se pudo reponer del todo, particularmente de la UBA, y ni hablar lo que significó el terrorismo de Estado sobre le mundo educativo. 

Me parece que, a esta altura, tener que estar recordando todo esto, es increíble. De la misma manera que Argentina, donde la justicia tuvo un rol clave para juzgar a los responsables del terrorismo de Estado, y a lo largo del tiempo esos juicios se han hecho con todas las formalidades jurídicas que garantizan los derechos de los acusados, hoy tengamos que volver a poner en discusión algo que es ya cosa juzgada en la Argentina, y que es parte de una tradición que nos ha vuelto virtuosos de cara al mundo. Me parece que eso muestra gran parte de la regresión que estamos viviendo en casi todos los planos.

FM