OPINIóN
Lenguaje

La metáfora y el loro estocástico

En la vida cotidiana acudimos a las metáforas para ampliar el campo semántico del lenguaje: decimos “sordos a los reclamos” para hablar de las empresas o “luceros que brillan” aludiendo a la mirada. La IA no puede hacerlo, porque sólo repite “lo que escucha”; igual que algunos.

Loro neocelandés
Loro neocelandés | Wikimedia

Estocástico es lo relacionado al azar, a lo random, a lo aleatorio, a la suerte, a la estimación de la probabilidad de que al tirar los dados salga una y otra vez el seis y ganes la partida. El loro, en cambio, ya lo sabemos, sea el pájaro o una persona, es quien aprende a repetir sin saber lo que dice. La lingüista Emily Bender (2021) bautizó como Stochastic Parrot el lenguaje de la Inteligencia Artificial (IA) que teje secuencias de palabras, basándose en la probabilidad y no en su significado.

El loro es un loro, repite lo que dice su dueño, pero también se la pasa masticando semillas de girasol y escupiendo la cáscara. La tesis de este micro ensayo es que el loro estocástico no está solo enjaulado en un ícono de inteligencia artificial en la pantalla, sino también en la corrección política, que mastica las palabras y escupe su sentido.

La palabra incontinente. Hace unos días, Perfil publicó un artículo sobre la dificultad que tenemos de callarnos en los chats de WhatsApp. Ahí decía algo así como que trataba de entender en qué consiste “el goce autista” de martillar el teclado sin ton ni son. Un integrante de los chats en los que compartí el artículo, con claridad y amabilidad, me dijo en mensaje privado que utilizar el mote de autista podía ofender a aquellas personas que tienen esa condición. Como el texto justamente trataba sobre ser conscientes del impacto de lo que escribimos en los otros y aquello no se me había ocurrido, le pedí al paciente editor que sustituyera “autista” por “auto referido”. Sin embargo, me dejó pensando y martillando el teclado.

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Esa tan humana inteligencia artificial

Googleando pude ver que hace más de diez años hubo una movida en España de padres de niños con autismo para que la Real Academia Española cambiara la definición de autista y así evitar el uso peyorativo de la palabra. Hoy, en su diccionario, es posible leer como tercera acepción: “Dicho de una persona: encerrada en su mundo y muy poco comunicativa. Usado como ofensivo o discriminatorio.” Debo decir que el agregado no parece excluir la posibilidad de usar el adjetivo como no-peyorativo. 

Contabilidad racista y no-vegana. No hace mucho leí en Instagram una discusión sobre si la idea de “contabilidad en negro” era una construcción racista. En el contexto del discurso contable o de la prevención de ilícitos financieros, “blanco” hace referencia a lo visible, a lo transparente, a lo que se deja ver, a la contabilidad oficial y “negro” a lo que se oculta en una doble contabilidad. Y, no olvidemos, en la contabilidad puede haber también números en rojo y nada tiene que ver con el torero que azuza con su capa roja al toro para luego matarlo. Las deudas sí pueden hacerlo con nosotros.

Arte poética. Jorge Luis Borges decía que la metáfora es la unión de dos cosas distintas y que las combinaciones no son infinitas, aunque sí innumerables. Pero también subrayaba lo curioso de que en la literatura casi siempre se recurre a las mismas metáforas. Por ejemplo, la analogía entre los ojos y las estrellas, entre el tiempo y el río, entre las flores y las mujeres o entre el fuego y la batalla. Borges decía, también, que la clave es que la metáfora sea reconocida, que sea accesible, que sea percibida y que lo que realza o eleva una metáfora es el contexto -el texto que da sentido a las palabras.

El meme le ganó a la metáfora

Emily Bender en su paper unió dos cosas distintas: un pájaro y la probabilidad estadística y creó la metáfora del loro estocástico para simbolizar el lenguaje de la inteligencia artificial; yo uní el placer con la falta de registro del otro y dije algo que nada tiene de novedoso: el goce que no conecta con el otro.

Por otra parte, la lingüística cognitiva nos dice que para todo aquello difícil de conceptualizar utilizamos imágenes de experiencias corporales, como cuando decimos que estamos “ciegos” a la envidia que sentimos o que una empresa está “sorda” a los reclamos de sus clientes. O también, la lógica clásica nos recuerda que cuando analogamos dos cosas diferentes, estas se dicen similares, es decir, en parte son iguales y en parte son diferentes. Distinguir en qué se igualan y en qué difieren es lo que el loro estocástico no puede realizar.

Entonces, así como el loro estocástico se deglute la metáfora -aunque él mismo sea una metáfora- la susceptibilidad de la corrección política saca las palabras del contexto, las mastica y escupe su significado.

En la arena pública, la metáfora recibió la estocada, no el toro. La susceptibilidad mató la analogía. Y el loro estocástico se escapó de la pantalla y nos encerró en la jaula de la palabra desencajada. Literalidad: uno; pensamiento analógico: cero.