OPINIóN
Educación

Más que a aprobar, necesitamos que los alumnos que vayan a la escuela ¡a probar!

Nuestro sistema educativo enfatiza las calificaciones por sobre el aprender. Más que “a aprobar”, necesitamos que vayan “a probar”, y que de ese probar surja la curiosidad y las ganas de saber. Lo que necesitamos es que vayan a aprender.

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Escuela. Es clave la confianza en los otros para desarrollar relaciones positivas. | cedoc

Tristemente, nuestro sistema educativo enfatiza las calificaciones por sobre el aprender, por lo que muchos alumnos van a la escuela a aprobar. Más que “a aprobar”, necesitamos que vayan “a probar”, y que de ese probar surja la curiosidad y las ganas de saber. Lo que necesitamos es que vayan a aprender. 

Los chicos nacen con una motivación natural. ¿Qué niño no abría cajones y daba vuelta carteras o bolsas de chiquito? Sin embargo, la triste realidad, es que a medida que los chicos  avanzan en sus estudios en la escuela, esa misma curiosidad se va achicando hasta, en muchos casos, desaparecer, y convertirse en indiferencia y apatía.

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Y tiene sentido. Después de todo, el mensaje en muchas escuelas y hogares sigue siendo “sentate derecho y prestá atención”. A algunas personas les sigue costando entender que los chicos aprenden mucho más cuando se involucran cognitiva y emocionalmente. Es decir, cuando lo que pasa en la clase es interesante, relevante y significativo.
Por otro lado, esta sobre-estimulación tecnológica, a la que han estado expuestos nuestros alumnos, producto de la pandemia del Covid, ha generado fallas en el desarrollo cognitivo, lo que se traduce en poca atención, pobre concentración,  poca memoria, poca curiosidad y poca tolerancia al aburrimiento, entre otras cuestiones no menores. Claramente un alumno hoy representa nuevos desafíos. Y claro, el problema se profundiza cuando intentamos enseñarles a los alumnos de hoy como se enseñaba décadas atrás. 
Algunos alumnos parecieran estar anestesiados. Un alumno anestesiado que se limita a acatar lo que dice el docente sin pensar en qué, para qué o por qué está aprendiendo lo que está aprendiendo desarrolla un conformismo que hace que no pueda desarrollar la creatividad, o la motivación intrínseca para aprender. Una clase relevante es aquella que combina lo que el docente cree que es importante que los alumnos aprendan, con lo que es interesante para ellos.

Cuando la clase es interesante y los alumnos están tan absortos en la actividad que pareciera que nada más importara, entran en un estado de flujo (o flow). Este flow es lo que los mantiene motivados y comprometidos con lo que están haciendo. El alumno que logra este estado de flow puede estar involucrado en una actividad por mucho tiempo sin siquiera darse cuenta del paso del tiempo. Son los que dicen: “Uy, ¡qué rápido pasó la clase!”.

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El flow es el estilo de aprendizaje metacognitivo más alto. No hay mejor recompensa que la propia actividad. Ahora bien, para lograr este estado de flow, la propuesta pedagógica debe ofrecer un desafío. No muy alto para no frustrarlos, ni demasiado bajo para aburrirlos. Ajustar el nivel de desafío es crucial para que los alumnos puedan mantenerse motivados y entrar en el estado de flow.

La contracara del flow es el aburrimiento. El aburrimiento es la mejor invitación para que un alumno se distraiga. Es decir, si deseamos que los alumnos se involucren cognitiva y emocionalmente, vamos a tener que potenciar sus sentidos.
Una de los factores decisivos de la nueva educación, es incorporar una cultura del pensamiento en las aulas. Ya lo decía Sócrates: “No puedo enseñarles nada a nadie. Sólo puedo hacerlos pensar”. 

La metacognición es pensar acerca de qué y cómo pensamos. La metacognición tiene que ver con el aprendizaje activo y comienza con la curiosidad. 

Más que repetir conceptos, lo que necesitamos es que los alumnos piensen. Buscamos que aprendan a aprender y que sean autónomos; que puedan auto gestionar sus propios aprendizajes, y además, que sean capaces de aprender durante toda la vida.
En un mundo en donde la tecnología avanza a pasos acelerados, y en donde, cada vez más, todo lo que se pueda automatizar a través de las máquinas, se automatizará, sobresaldrán las mentes más brillantes, las que puedan pensar, resolver, crear…

El sistema educativo debe implosionar

No ha existido otro momento en la historia en el que los alumnos hayan estado expuestos a tanto estímulo . Son chicos inquietos, curiosos y con recursos de todo tipo. Sin embargo, en muchas escuelas se sigue pregonando el mismo discurso de siempre: “sentados y en silencio

Con la llegada de la pandemia y el intempestivo viraje al  home office, muchas empresas ya han decidido que sus colaboradores sigan trabajando desde sus casas sin ir a la oficina, o yendo muy poco. Esto, claramente, demandará nuevas habilidades por parte de sus colaboradores.

Las normas que gobiernan el mundo laboral han cambiado. Ya no sólo se nos juzga por nuestra formación o experiencia únicamente, sino también por el modo en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás, por la manera en que resolvemos situaciones, por si podemos adaptarnos, ser parte de la solución y no del problema, si podemos mantenernos motivados a pesar de los desafíos, y por si somos o no creativos e innovadores.  

Hoy, más que nunca, el valor agregado pasa por aquellas personas que hayan logrado desarrollar la autonomía, la auto disciplina, la toma de decisiones, el poder resolver situaciones por uno mismo, el poder adaptarse, ser resiliente y la auto gestión de resultados. 
Esperamos que nuestros alumnos sean innovadores, autónomos, que piensen de manera creativa y crítica, que sean empáticos, y solidarios en un sistema que los pone en una cubetera de hielo- todos iguales y sin sobresalir. ¡Qué paradoja!

Para preparar a los alumnos para el mañana, necesitamos transformar su educación hoy, y eso implica enseñarles  a pensar de diferentes maneras, y a desafiar nuevas inteligencias. Y además…enseñarles a aprender dentro y fuera de las aulas.

Los mejores alumnos son metacognitivos; maravillosamente, han aprendido a nadar solos. Llevado a un escenario áulico, esto se traduce en un alumno que frente a una consigna entiende qué se le pide, qué herramientas tiene para resolverla, qué estrategias puede utilizar y una vez devuelto el trabajo, pueda ver qué hizo bien, qué no, y aprender de ello, es decir capitalizar la experiencia. 
Pero atención: para poder enseñarles a nuestros alumnos a pensar, debemos nosotros, los docentes, desarrollar nuestra propia capacidad metacognitiva. Esto es, ser conscientes de las habilidades cognitivas que promovemos en nuestras clases. Docentes más metacognitivos = alumnos más metacognitivos. 

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De la misma manera que una torre de control en un aeropuerto coordina de manera efectiva las llegadas, las partidas y el tráfico de los aviones, evitando accidentes, nuestros alumnos necesitan desarrollar habilidades cognitivas que cumplan con el mismo objetivo que la torre de control:  evitar distracciones, priorizar tareas, inhibir los impulsos negativos y lograr los objetivos que se proponen. La autorregulación le permite al alumno activar su aprendizaje y lograr sus objetivos.

Un alumno autónomo impulsa su propia experiencia en el aprendizaje y desarrolla su responsabilidad . Es decir que el alumno está a cargo de su experiencia académica. 

Nadie puede garantizar que aquello que se aprende en la universidad le sirva a una persona para toda la vida. Estamos frente a un mundo cambiante en donde no sabemos qué información vamos a necesitar en el futuro. Sin embargo, al ofrecerles a los alumnos una experiencia de aprendizaje centrada en ellos, a través de aprendizajes activos, involucrándolos cognitiva y emocionalmente, enfatizando el desarrollo de la autonomía y la auto regulación de los aprendizajes, el alumno asume la responsabilidad de su propia trayectoria, tiene más oportunidades de desarrollar la creatividad y el pensamiento crítico, y aumenta la posibilidad de trabajar en grupo, todas habilidades esenciales para moverse en un nuevo escenario laboral o profesional.

Las habilidades que se ponen en juego a través de esta autonomía no solo les servirán para el aprendizaje en el aula sino que los acompañarán para siempre

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No se trata solo de enseñarles a los alumnos a soñar, crear, inventar y a pensar, necesitan también de la disciplina que los ayudará concretar eso que sueñan. La escuela debe darles a los alumnos alas para soñar, pero también raíces para que la implicancia, la auto disciplina, el autocontrol y el desarrollo del esfuerzo y la perseverancia ayuden a desarrollar el propio talento