Nuestro siglo comenzó con una sensación de optimismo que, desde las grandes capitales occidentales, hacía ilusionar con otra ola de progreso tecnológico sin límite que llevaría, a su vez, a un desarrollo económico globalizado y que, inevitablemente, consolidaría los sistemas democráticos en todo el mundo.
El pronóstico se quedó corto con la carrera tecnológica, pero el mundo entró en tensiones políticas, económicas y sociales que inspiran comparaciones con la crisis de 1930. En el centro del remolino quedó el mismo Occidente que marcaba el paso global y que ahora parece incapaz de sostener el orden multilateral creado en 1945.
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En ese contexto, una respuesta -de características complejas y futuro igualmente incierto- empieza a surgir, pero esta vez desde el llamado Sur Global, y con una fuerte impronta de Oriente: el Grupo de los BRICS, que incluye regímenes como China y Rusia, pero también grandes democracias como Brasil, India e Indonesia.
“El dominio de dos siglos de Occidente se ha diluido. Y esos países que estaban muy rezagados, que habían sido grandes culturas que habían marcado la Humanidad, ahora están recuperando su lugar histórico”, nos dice Hugo Javier Gobbi, un estudioso de los BRICS y ex embajador argentino en India y Australia.
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Recientemente, el presidente Donald J. Trump advirtió que impondría aranceles comerciales extra a los países que se acercaran al Grupo BRICS, que se ha puesto como meta dejar de depender -sin reemplazarlo totalmente- el dólar estadounidense como moneda de sus intercambios comerciales.
Los BRICS ya representan el 50% de la población mundial y el 40% del PIB medido por paridad de poder de compra, una estadística que deja atrás al Grupo de los 7, el foro de países desarrollados que, con fuerte impronta occidental, era el núcleo de poder global económico, militar y diplomático casi excluyente.
La pregunta aquí es, ahora, si esta emergencia de potencias y países del llamado Sur Global, muy diversos entre sí y que no ven en los BRICS un “sistema” sino un foro donde articular sus intereses, será fuente de más conflictos, o si permitirá -esta vez con sello oriental, recuperar el optimismo que perdimos tan rápidamente.