OPINIóN
Lógica de funcionamiento

Política exterior y occidentalidad

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Revolución industrial. Iniciada a finales del siglo XVII, condujo al ocaso de las monarquía. | cedoc

Muchos autores han comenzado a teorizar sobre un mundo posoccidental. Esto nos motiva a comprender qué es Occidente, y en qué valores se sustenta. Pero más importante es analizar cuál es la lógica de su funcionamiento sistémico para enunciar que en realidad el mundo se ha occidentalizado estructuralmente por completo.

En un libro clásico de José Luis Romero, La cultura occidental, podemos encontrar una hoja de ruta histórico-conceptual para esta tarea. Para el autor, este “mundo occidental” se define por una dimensión geográfica de oposición y por un legado cultural, ideológico y político. Lo primero lo diferencia del mundo oriental, que incluye a Rusia y Asia. Lo segundo es más complejo y requiere de una historización.

Para comenzar, tres tradiciones culturales y de poder constituyen la matriz de Occidente: la tradición romana, la hebreo-cristiana y la germánica. Estas conforman una identidad universalizante que permea y conquista los pilares del orden global contemporáneo: el poder político y la riqueza material.

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El sistema mundo se sustenta en un poder consolidado y una economía en crecimiento

La cultura romana deja como legado un andamiaje institucional de organización del poder con un fuerte realismo político y un individualismo social. El Estado moderno tiene sus raíces en esta configuración: un fisco destinado a sostener el poder institucional y un ejército para consolidar y ampliar las fronteras. El judaísmo le da las raíces al cristianismo, que aporta la concepción trascendental de la vida y el origen divino del poder. La tradición germánica brinda a Occidente un anclaje de naturalidad, heroicidad, y un sentido aristocratizante de lo político.

La burguesía moderna protestante fue heredera de este triple legado y el capitalismo, su interdependiente criatura, según teorizara Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Ambos –burguesía y capitalismo–, surgidos de la doble revolución, Francesa e Industrial, se transforman en las dos vías de la locomotora del mundo.

Estos dos andariveles de la política y la economía configuran a Occidente. Si bien el pensamiento político moderno –Locke, Rousseau, Montesquieu y Hobbes– le dan el sustento al diseño institucional, es Tomás Maquiavelo en El príncipe y Los discursos sobre la primera década de Tito Livio, quien instala la definitiva dinámica del poder por sobre la ética y la religión. En el ámbito económico, los clásicos como Smith y Ricardo comienzan a entender la lógica del mercado. Pero es Karl Marx, en El capital, quien profundiza la dinámica dialéctica de la estructura económica por sobre las demás dimensiones de la existencia social.

Estos dos pilares –poder político y capitalismo– se expandieron al resto del planeta a través de la colonización y el contundente imperialismo global y sistémico. Ambas dinámicas ingresaron en culturas antitéticas y transformaron sus estructuras sociopolíticas. El mundo se hizo unívoco, con centro primeramente en Europa, luego en los Estados Unidos y finalmente en el eje trilateral Washington-Londres-Tokio.

Política exterior, autonomía y desarrollo

Esta dinámica del poder y la economía, en sus dimensiones industrial, bancaria y financiera, construyeron el Asia-Pacífico, cuyo primer pilar geográfico fuera del escenario noratlántico fue Japón. Luego, China se transformó, gracias a esta dinámica político-económica, en la potencia emergente. Sobre sus milenarios valores –taoísmo, confucionismo y budismo– ha construido una economía capitalista liderada por el Partido Comunista.

El mundo se ha transformado en globalmente occidental. La lógica del poder político y la dinámica del capital han conquistado su dual estructura de funcionamiento. Solo hay un cambio de timón político. El liderazgo de la gobernanza mundial es compartido con Estados Unidos dentro de esa doble sistematicidad.

El desafío de la política exterior argentina es comprender que nada ha cambiado en la manera que debemos desarrollarnos. El sistema mundo se sustenta en un poder político consolidado y una economía en crecimiento. El diseño de un patrón de inserción internacional debe comprender finalmente que la construcción de una autonomía estratégica debe pasar de un romanticismo endogámico a una inteligente estrategia de inserción internacional.

*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.