COLUMNISTAS
Cambios estructurales

Lecciones del vagón de Compiègne

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Lucha. Rusia bombardea desde gran distancia. Kiev espera ahora armas similares de Occidente. | afp

El final de la Primera Guerra Mundial a favor de la Entente comenzó el 3 de noviembre de 1918 a partir de la rendición del imperio Austro-Húngaro. Con el telón de fondo de la Revolución Rusa y el pánico al comunismo, se aceleraron los procesos y se produce la rendición de Alemania previa renuncia del Káiser Guillermo II.

El armisticio tuvo lugar el 11 de noviembre de 1918, en un vagón de tren en el bosque Compiègne en la comuna francesa de Rethondes.

Luego, el 28 de junio, se firma el Tratado de Versalles de 440 artículos que consta de las cláusulas territoriales (pérdidas para Alemania de 88 mil km y ocho millones de habitantes; militares (el ejército se reduce a 100 mil hombres y queda abolido el servicio militar obligatorio; y financieras (Alemania es considerada responsable moral y se le impone las reparaciones de las pérdidas de la guerra). A esto se le suman las garantías con la ocupación militar del Rhin.

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Se ponía fin a la Gran Guerra dejando una enseñanza: las condiciones que se impusieron a Alemania serían la semilla de la Segunda Guerra Mundial, que tan bien describe Taylor en The Origins of the Second World War. Es sumamente robusta la bibliografía que demuestra el efecto de estas condiciones impuestas y su relación con el surgimiento de los fascismos europeos y la confrontación bélica. Asimismo, muchos han teorizado como Keynes, sobre “Las consecuencias económicas de la Paz”.   

El conflicto actual focalizado en Ucrania, pero de dimensiones globales, ha generado cambios sistémicos estructurales. Por un lado, se ha revitalizado Occidente con el liderazgo de los Estados Unidos a través de la OTAN como organización de seguridad que estaba profundamente cuestionada. Ahora se encuentra fortalecida y con dos nuevos miembros y se une a otras iniciativas como el Aukus y el QUAD. Por otro lado, permitió a China continuar con su expansión económico-comercial y fortalecer su identidad como constructor de un nuevo modelo de gobernanza global –aún en observación.    

Ucrania es la antesala de la “Gran Confrontación Posmoderna”

Esta nueva contención que se ha diseñado contra Rusia –por cierto, muy diferente a la precedente teorizada por George Kennan–, tiene un alto riesgo y consecuencias impredecibles para la humanidad y el final de la guerra parece lejano y se asemeja al título de la historiadora Sally Marks, The Illusion of Peace. Pero es más que eso. Esta política pretende demostrar el poderío militar de los Estados Unidos y su capacidad de influencia en el régimen económico internacional.

La decisión de colocar a Rusia en una situación de máxima presión internacional es una política delicada a los intereses de Occidente y de la humanidad en su conjunto y ha producido un desequilibrio sistémico del orden internacional. Esto se traduce en millones de desplazados y refugiados; inflación de los alimentos y de la energía; falta de granos, fertilizantes y escases de los bienes alimentarios básicos. El resultado será el arribo de inminentes hambrunas y muertes. A su vez, las economías debilitadas por la pandemia se enfrentan a un esfuerzo bélico que traslada recursos al completo militar industrial y quitan financiamiento para el desarrollo y para la recuperación del mundo post-covid.  Se calcula que la ayuda a Ucrania de más de veinte países por motivos de la guerra sumaría la cifra de 100 mil millones de dólares.

Mucho puede teorizarse sobre la semejanza de esta guerra con la Guerra Civil Española, en donde se enfrentaron las coaliciones internacionales que llevarían a la Segunda Guerra Mundial. Se probaron armamentos, se descomprimió el complejo militar industrial y los estados mayores se empoderaron.

Ucrania es solo la antesala de lo que denominamos la “Gran Confrontación Posmoderna”: el conflicto entre los Estados Unidos y China. Este país además de la Iniciativa de la Ruta y de la Seda, ahora construye a fuego lento la Iniciativa para la Seguridad Global.

Quizás sea difícil imaginar el resultado de las fuerzas profundas que vuelven a la superficie como una nueva tragedia. Pero reflexionemos sobre la enseñanza del vagón de Compiègne para que no se repita para el presente el título la obra de Julio Gil Pecharromán, La Gran Guerra. Años de sangre, ruinas y miserias.  

*Politólogo y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor e Investigador de la Universidad de Buenos Aires.