OPINIóN
Columna

El síndrome de la cabaña y la inseguridad

Al conjunto de síntomas relacionados con la ansiedad, cuyas manifestaciones se exteriorizan en la gente que ha pasado mucho tiempo en situaciones de aislamiento, se suma la inseguridad urbana.

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Aislamiento | Jose Antonio Gallego Vázquez / Pexels

En la post pandemia nos depara otra nueva batalla en contra del síndrome de la cabaña y la inseguridad urbana.

El prestigioso catedrático y vocal del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, Óscar Pino, señaló que el síndrome de la cabaña se trata de un conjunto de síntomas relacionados con la ansiedad, cuyas manifestaciones se exteriorizan en la gente que ha pasado mucho tiempo en situaciones de aislamiento.

A raíz de ello, sostiene el experto que: “El hogar es un refugio ante este marco general de incertidumbre, donde se buscan espacios que apelen a la seguridad y al control”, toda vez que el individuo siente miedo de salir a la calle.

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A más de 150 días de encierro, la salud mental de la población de encuentra en jaque. Si a esto le sumamos que desde el propio aparato estatal se adelanta que la crisis por la inseguridad irá en aumento y, a su vez, que los delitos tienden a ser más violentos, entiendo que estamos en presencia de un cóctel explosivo.

En efecto, en plena pandemia la justicia decretó la prisión domiciliaria de miles de presos con la justificación del coronavirus.

A los pocos días, esas personas privadas de la libertad que gozaban de ese beneficio excepcional eran los protagonistas de nuevos delitos. A mi criterio, ha sido la peor decisión político criminal de años, toda vez que, mientras la población se encontraba en cuarentena y era pasible de sanciones si violaba la misma, paradójicamente, los presos salían de su encierro.

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El resultado está a la vista. Existen zonas de Capital Federal y conurbano donde la estadística criminal ha subido exponencialmente y, producto de que existen controles policiales por cuarentena, se viola un viejo código del mundo de la delincuencia, siendo éste que jamás se roba en el barrio donde se vive. Hoy roban y asesinana los propios vecinos.

Ante esto, el ciudadano que padece el encierro, consume noticias dando cuenta de los aberrantes delitos que se cometen a diario, delincuentes sueltos, sumado a ello la incertidumbre de no conocer el final de esta pandemia, o qué sucederá con sus ingresos, etc. Toda esta confluencia de sucesos e interrogantes termina impactando negativamente en la salud mental de la población.

Como consecuencia de ello, se habla del efecto “corona éxodo”.

Las familias que viven en la Capital Federal o en la Provincia de Buenos Aires, hoy evalúan cambiar su calidad de vida, por efecto de esta pandemia.

Un dato no menor es la gran demanda de las clases medias y medias altas de lotes para construir en barrios cerrados del Gran Buenos Aires, alquileres en lugares protegidos o, directamente,se mudan a localidades apartadas de las Provincias o directamente al campo. Pues bien, más allá que todos comprendemos que el hecho de mudarse puede tener su origen en mejorar la calidad de vida, entiendo que en la mayoría de las veces se utiliza este argumento para “huir” motivado en su mayor proporción por el tema de la inseguridad.

Si los delincuentes entran por una puerta giratoria luego de consumado un delito y a las pocas horas salen en libertad, esto constituye un claro mensaje a la ciudadanía dando cuenta que ellos poseerían ciertas prerrogativas, y la sociedad sabe y conoce con certeza que este escenario sucede en la actualidad.

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Esta situación debe revertirse. O cuidamos al ciudadano de bien o le otorgamos beneficios a miles de delincuentes. La elección es entre una u otra opción, ambas son de imposible coexistencia.

Desde el propio Estado se debe bregar por una política criminal acorde a los momentos en que vivimos. Ahora es cuando más se debe preservar la tranquilidad y bienestar de la población, la cual se encuentra devastada, aniquilada y fulminada por la incertidumbre, la economía y la inseguridad.

Como podrá evaluar el lector, síndrome de la cabaña y la inseguridad no son excluyentes sino complementarios uno del otro. El síndrome puede ser superado por la población perdiendo el miedo a salir a la calle luego de más de 150 días de confinamiento, sea mediante sesiones con psicólogos o superación personal, pero, luego, existe un segundo obstáculo.

En efecto, una vez perdió aquel miedo atribuible a la salud mental, esa persona de bien se encontrará batallando con algo superador que es la inseguridad, toda vez que el delincuente la podría estar esperando en la puerta de su casa.

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Si ese delincuente roba, violenta o mutila,conocerá con total certeza que saldrá en libertad antes que al ciudadano de bienle den de alta en el hospital producto de las heridas que le produjo con su accionar delictivo.

¿Se entiende por qué el síndrome de la cabaña e inseguridad son compatibles entre sí y no excluyente uno del otro? Ahora: ¿Se entienden los motivos por los que la gente tiene miedo de salir a la calle?