Vengadores o justicieros. Víctimas o victimarios. Dejarse robar o defenderse, aun matando al delincuente.
No son buenos tiempos para la discusión de ideas. Entre la polarización política, las fakenews -esas noticias falsas que proliferan- y las redes sociales con su efecto burbuja -que hacen que uno hable sólo con los que está de acuerdo-, la discusión de los problemas comunes se convirtió en algo más parecido a la guerra que al intercambio, en un sitio al que uno va a ganar más que a escuchar y ser escuchado.
No es un problema puramente argentino. En todas las democracias occidentales, o en casi todas con sus más y sus menos, vemos aparecer estos problemas. Pero aquí, por supuesto, toman color local. En estos días, la polarización gira en torno de la violencia y la inseguridad, como siempre un tema adecuado en la Argentina para ubicarse en la trinchera, tomar posición y disparar contra los otros. El interés de comprender se disuelve entre los gritos. Ya no importa lo que ocurre. Importa lo que cada uno dice sobre lo que ocurre.
La inseguridad revela un estado de cosas. Sin agotar la lista, menciono:
- Las condiciones de vida en la pobreza de la mitad de la población argentina.
- El colapso de todo horizonte de expectativas -sobre todo para jóvenes que no ven delante suyo ningún futuro-, agravado en estos días por la crisis.
- La obscena desigualdad y la no menos obscena exhibición que los poderosos hacen de sus bienes.
- La degradación del Estado, que no sólo incumple sus obligaciones, sino que además es cómplice -en la mayor parte de los casos- de las situaciones delincuenciales que se observan, liberando territorios o, incluso, organizando la actividad.
- Y un sistema carcelario que ha sido calificado por organismos internacionales como un sistema de tortura.
Ese es el marco en que estas cosas ocurren. ¿Justifica eso la acción de los delincuentes? No, de ningún modo. Siempre es posible ejercer una decisión moral. Siempre es posible elegir. Pero debemos saber que, en nuestro país y en estos momentos, los márgenes para las buenas decisiones personales se estrechan y exigen cada vez más. No sólo a los delincuentes que toman un arma e ingresan en un domicilio: también a los que se defienden y también, por supuesto y sobre todo, a una sociedad que no está haciendo lo que debe para evitar que estas cosas sigan ocurriendo.
Hay víctimas. Hay victimarios. Hay responsables. Pero, sobre todo, hay una responsabilidad colectiva, principalmente institucional, en esa degradación en la que estamos sembrando.
*Escritor y editor. Esta columna fue tomada del formato audiovisual.